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El acantilado secreto de Granada que tiene las mejores vistas al mar


Los acantilados de Maro-Cerro Gordo son una suerte de frontera natural entre las provincias de Málaga y Granada, un territorio que linda por arriba con la agreste Sierra de Almijara y por abajo con una franja marítima en la que la Costa Tropical se funde con el tramo oriental de la Costa del Sol. Un sitio de ensueño, eso hay que decirlo pronto.

Es bonito a rabiar y tiene atractivos para contentar a todos. Porque es una zona ambientalmente muy rica, con una gran diversidad biológica. Allí es posible encontrar especies de plantas como la siempreviva o el romero blanco, ambas en riesgo de extinción, y de animales como la cabra montesa.

Aunque es bajo el mar donde la riqueza es ya exuberante: esponjas, coral naranja -también muy difícil de ver- morenas, meros, centollos, camarones y langostas. Que no se precipiten los más propensos a pescar en aguas ajenas, y nunca mejor dicho: es una zona que goza de especial protección.

Eso no quiere decir que no sea posible sumergirse en esas aguas transparentes y observar buceando unos impresionantes fondos rocosos, probablemente los más valorados de todo el litoral mediterráneo. Es una zona donde en general no se puede edificar -aunque aquí y allá subsisten bonitas casas construidas antes de que aquello fuera un parque natural- y todo está bien preservado.

Los amantes de andar entre rocas también están de enhorabuena, porque esos escarpados acantilados se extienden durante kilómetros y, sabiendo cómo moverse, es posible hallar cuevas y hoquedades muy interesantes que probablemente estuvieron pobladas en el pasdo, como pasó con las cercanas Cuevas de Nerja.


Playa de Cantarriján, una de las más bellas del entorno y con unos fondos marinos riquísimos


junta de andalucía

Y por supuesto están las playas. Algunas son de difícil acceso y eso hace que, salvo en los meses de julio y agosto, donde la gente llega hasta a los rincones más inverosímiles, sean lugares en los que se puede gozar de bastante tranquilidad e intimidad.

Las calas, desde todo lo alto, se ven preciosas, incitantes, y tampoco es que haya que estar especialmente preparados para llegar, pero en algunos casos hay que bajar barrancos -en los que con el tiempo y el uso se han trazado senderos que facilitan las cosas- y luego subirlos. En caso de duda, siga adelante pero tómeselo con calma. No todas tienen aparcamientos junto a la carretera, hay que buscarse un poco la vida.

Aunque hay playas a las que se puede llegar en coche, como la de El Cañuelo o la de Cantarriján, esta última de uso tradicional nudista. En verano, para que aquello no se ponga hasta los topes, es obligatorio dejar el vehículo arriba, ahí sí en un aparcamiento amplio, y acceder a la playa mediante un autobús-lanzadera. Además, al contrario de lo que pasa en sitios como Cala del Pino, que por otra parte es una preciosidad, ahí sí que hay chiringuitos en los que avituallarse.



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