El auditorio del Centro Niemeyer ya está prácticamente vacío. Solo quedan unas personas que quieren aprovechar la presencia de Edurne Pasabán (Tolosa, 1973) para hacerse una foto con ella. No es para menos. La alpinista vasca fue la primera mujer en conseguir coronar los catorce ochomiles del planeta. A eso suma su título en ingeniería técnica industrial y su faceta como empresaria. Todo eso le da a esta mujer un perfil más que idóneo para dar conferencias sobre motivación, con las que, a través de su propia experiencia en la montaña, trata de ayudar a que las empresas puedan conseguir sus objetivos.
–¿Qué hace en Avilés?
–Vine a estar con el equipo de ArcelorMittal. Hoy juntaban a todos los manager para empezar el año y presentar los objetivos para 2024 y también más a futuro. Arcelor está en un proceso de cambio muy grande, que pasa por la descarbonización. ¿Esto que tiene que ver conmigo? Ellos tienen unos retos y objetivos a corto y largo plazo y a mi me han llamado para que les hable de cómo conquistar esos objetivos, que en mi caso era subir los ochomiles. Aunque a priori parezca que no tiene relación, sí la tiene. Ellos tienen unos retos grandes y les he intentado dar las claves que me han llevado a tener éxito y me ayudaron a conseguir lo que me proponía.
–¿Qué es más fácil, la descarbonización o subir un ochomil?
–Todas las cosas son complicadas, pero nada se consigue sin un equipo y es lo que hemos estado hablando hoy. Yo nunca habría conseguido los objetivos que me he planteado sin saber trabajar en equipo, sin los profesionales y la buena gente que tuve a mi alrededor. Les he hablado de la importancia de las personas, que es de las cosas que valora mucho esta compañía, y que con ello se puede conseguir lo que se propongan.
–La gran clave para crecer, según explica, es el trabajo en equipo, tanto para sus metas deportivas como para los objetivos empresariales. ¿Hay alguna más?
–Hay que ser ambiciosos en esta vida, en el buen sentido de la palabra. Les he hablado del afán de superación, porque para subir catorce montañas de ocho mil metros hice veintiséis expediciones en diez años. Hay que saber que cuando no nos salen las cosas tenemos que tener la capacidad de aprender. Aquí hemos tratado temas como el creer, el confiar en ellos, que son capaces de conseguir lo que se propongan. Si yo no creyera que era capaz de conseguir los catorce ochomiles en algún momento hubiera tirado la toalla. Esa confianza en ellos mismos es clave. Además, hay que tener claro que todas las personas dentro de la compañía tienen un rol y es importante e imprescindible para que todo ocurra.
–Usted es un ejemplo de esa superación, ya que a pesar de fallar en alguna expedición no dejó de intentarlo.
–Esas veces que no has subido hay que saber hacer autocrítica. Mirarse al espejo y preguntarse por qué no lo has conseguido. Muchas veces puede ser que no lo consigas porque hay unos medios exteriores que no controlamos, como puede ser el tiempo o la situación económica. Pero lo que controlamos es esa autocrítica de mejorar, de entender porque no lo lograste. Darte cuenta de eso que nos cuesta; el verdadero aprendizaje está ahí.
–¿Cómo es ese proceso de darse cuenta de los propios errores?
–Va ligado a la pasión de las cosas que haces y, aunque no lo hayas conseguido, querer seguir intentándolo. Cuando no conseguimos una cosa, si uno es honesto con uno mismo y hace autocrítica ya sabe por qué no lo ha logrado. Puede ser porque no has metido suficientes horas o que no has entrenado lo suficiente. Cuando ves eso siempre tienes ganas de mejorar. Eso es lo que te hará crecer, ya sea para la escalada o para otra cosa en la vida.
–Al leer su currículum llama la atención que ha conseguido brillar en mundos que normalmente se asocian a los hombres, como la ingeniería o la montaña.
–Siempre he estado en sitios en los que estaba rodeado de hombres y, de hecho, cuando me he metido en el escenario casi todo eran hombres. Nunca he tenido ningún problema. Las montañas nunca entendieron de sexo. Mientras subas nadie te pregunta si eres hombre o mujer. He tenido siempre muy buena compañía, los equipos me han respetado. Presentarte en un campamento base con 24 años siendo una tía y que todos te doblaban o triplicaban la edad y tenían un montón de experiencia cuesta, pero sirve para crear confianza y que crean en ti. Hay que abrir camino igualmente.
–¿Pensaba que le iba a ir tan bien?
–No. En 2001, cuando hice cumbre de mi primer ochomil, ni loca pensaba que iba a hacer los catorce.
–¿Cómo se va creando ese camino hasta llegar a los catorce?
–Fue un proceso de vida, historias que van pasando en cada momento. Hasta el séptimo ocho mil nunca había pensado en hacerlos todos. Era lógico, porque lo veías lejísimos y en esa época no había casi nadie que lo hubiese conseguido. No lo veía factible. Con el séptimo empecé a pensar en buscar patrocinios para así poder conseguirlo.
–¿Qué retos tiene de cara al futuro?
–Mi reto fue buscar un equilibrio en una cosa que me apasionase tanto como la montaña. Me dedico mucho a formar y dar conferencias en empresas y es algo que me gusta. No es la misma adrenalina que escalar montañas, pero me gusta. Además, tengo un hijo de seis años; las prioridades cambian y el riesgo lo veo de otra manera. Ahora quiero seguir haciendo esto y escaparme, que cada vez puedo más, al Himalaya para hacer cosas no tan grandes como antes pero que me divierten igual.