Cuando Pedri, Lewandowski o Lamine Yamal pisan cada día el césped del campo de entrenamiento Tito Vilanova de la Ciutat Esportiva Joan Gamper, es muy probable que el nombre de Tito Vilanova y, por supuesto, el de Joan Gamper, les traslade a escenarios demasiado lejanos en el espacio y el tiempo. El mundo gira tan rápido y muchas veces alrededor de uno mismo que es difícil asimilar toda la vida que hay en él.
Pese a ello, la historia, ajena al ajetreo y el estrés que la rodea, se escribe día a día y se recuerda cuando toca. Hoy es uno de esos días. Fue el 25 de abril de 2014 cuando una de las mejores personas (lo de ser buen entrenador lo dicen sus números) que ha pasado por el Barça se marchó tras una larga lucha que perdió contra el puto cáncer. Su nombre, Tito Vilanova, bautiza hoy el terreno de juego en el que trabajan quienes buscan reverdecer los laureles que brillaban imponentes en la época en la que, junto a Pep Guardiola, el Barça alumbraba el mundo del fútbol.
Antes de llegar a ser entrenador del primer equipo del Barça, cargo que aceptó tras la renuncia de Guardiola a seguir en el Camp Nou, antes también de ser quien ganó la Liga de los 100 puntos, mucho antes de alinear, un histórico 25 de noviembre de 2012, a un once formado única y exclusivamente por jugadores de la cantera, Tito Vilanova lo fue todo en el Barça. Vivió en La Masia, esa que hoy languidece junto a las obras del nuevo estadio: “Nos conocimos allí”, recuerdan Jordi Roura y Aureli Altimira, amigos íntimos, canteranos como él, durante un tiempo máximos responsables del fútbol base y parte del cuerpo técnico que Tito lideró demasiado poco. Desde que coincidieron, siendo todos ellos de comarcas, se hicieron inseparables. “Conectamos”, resumen ambos.
“Recuerdo que siempre soñábamos con llegar algún día al primer equipo, incluso nos repartíamos los cargos. Era divertido pensar en aquello”, comenta Altimira. Lo lograron. Lo hicieron. Y, aunque duró poco, fue lo suficientemente intenso como para hacerse inolvidable. Cuando Tito Vilanova asumió el banquillo blaugrana lo hizo consciente de que la espada de Damocles que suponía haber padecido un cáncer que, con el tiempo, volvió a llamar a su puerta. “Fue un golpe durísimo”, explica Roura, que ejerció de entrenador durante la etapa que el ‘jefe’ se trataba en Nueva York. “Había partidos en los que, pese al cambio horario, hablábamos por teléfono y nos decía qué hacer”, confiesa Aureli Altimira.
Fueron tiempos difíciles, pero Jordi Roura recuerda que “estaba todo el día trabajando como el que más mientras luchaba contra la enfermedad, no descansaba y siempre estaba pendiente de todo lo que pasaba, buscando lo mejor para el Barça. ¿Cómo íbamos nosotros a hacer menos?”. De hecho, no hicieron menos, sino mucho más, explica Altimira. “Estaba obsesionado con llegar a los cien puntos. Y los jugadores, absolutamente todos, estaban con él a muerte y fueron a por ello hasta conseguirlo”.
“Estaba todo el día trabajando como el que más mientras luchaba contra la enfermedad”
Tito pasará a la historia como el único entrenador que ha alineado a once canteranos en la primera plantilla del Barça. Lo que sucedió ante el Levante aquel 25 de noviembre de 2012 no ha vuelto a suceder nunca más y será difícil que ocurra: “No lo buscó, nunca lo habría buscado, pero cuando hizo aquel cambio por la lesión de Alves me dijo ‘¿has visto? Hay once de cantera”, sonríe Roura al recordarlo: “Si Tito hubiera podido seguir, La Masia no habría sido nunca un recurso por necesidad, sino por convicción”.
Un entrenador cien por cien Barça
Sandro Rosell, presidente que gestionó el adiós de Pep Guardiola y confió en Vilanova para sustituir al de Santpedor, le define así: “Tito ha sido el entrenador del Barça cien por cien. Es el único que ha ganado una Liga de 100 puntos, el único que ha conseguido que el cien por cien de los jugadores, socios, seguidores, amigos y familia le queramos por cómo era y siempre puso, al cien por cien, incluso en momentos muy difíciles, al Barça cien por cien por delante de su propio interés”.
Rosell llegó a tener una relación muy especial con Tito que iba más allá de la que suele tener un presidente con un técnico. De hecho, cuando recayó de la enfermedad, su única obsesión fue la salud de Vilanova y, por ello, pidió a Emili Sabadell, ejecutivo del club, que estuviera siempre a su lado para lo que necesitara. “Tuve la suerte de que Tito me escogió como amigo para vivir todo aquello. Aún estoy en deuda con él porque lo que aprendí de la tristeza y de la lucha lo tengo impregnado dentro mío y es un legado que me acompañará siempre”, reflexiona Sabadell, la persona que, más allá de su familia, vivió de forma más cercana y cruel la pelea de Tito Vilanova contra el cáncer.
“Hay personas que saben lo que tienen que hacer”
Recuerda, durante aquellas semanas en las que el futuro estaba escrito sin que hubiera posibilidad alguna de escapar de él, que lo único que le preocupaba era su familia: su mujer, Montse, su hija, Carlota, y su hijo, Adrià, excanterano del Barça y hoy futbolista del Andorra que, de las cosas que más orgulloso se siente de su padre es el cariño que sigue recibiendo por su forma de ser: “Hay personas que saben lo que tienen que hacer, que actúan bien y que se hacen querer por la gente. Y bueno, es que era una persona normal, sencilla, que ha hecho que el barcelonismo le quiera”.
Adrià recuerda que “los primeros años son más complicados, echas de menos a la figura, a tu padre… Con el paso del tiempo acabas conviviendo con ello y tirando porque no hay otra. Cualquiera que tenga una pérdidad familiar sabe lo que significa. Te tienes que hacer fuerte, arrimarte a tu familia y a tus amigos y superarlo”. Es la lección de alguien que, como su padre, asumió el golpe y siguió viviendo hasta el final en su máxima expresión, generoso con todo aquello que amaba: el Barça, sus amigos y su familia.