“Soy el director deportivo más pobre de Europa”. Las palabras de Deco sentado en el hall de un hotel de Barcelona antes de verse con un agente de jugadores denotaban cierta ironía con la que asumió el cargo que le propuso Joan Laporta en la primavera del 2023. Primero era para colaborar con Mateo Alemany, y luego asumir sus funciones cuando este dimitió al ver que el presidente se reunía repetidamente con Deco y Alejandro Echevarría en el despacho de al lado, sin ser convocado. Mateo, como Jordi Cruyff, se fue sin hacer ruido, ofendido por este desprecio y cansado de batallar contra un temporal de penurias que arrasaba al Barcelona.
El club tenía que luchar contra el fair play, una situación a la que el club entró tras las primeras decisiones de Laporta, al querer cargar todas las culpas de la situación económica a Josep Maria Bartomeu y descartar las ayudas por el covid. Desde entonces no ha logrado salir de la regla del 1:4. Y de eso hace ya tres años y medio.
“Soy el director deportivo más pobre de Europa” decía al llegar, confiado en la palabra de Laporta
La llegada
En su labor de reforzar al equipo, Alemany sudó sangre en su etapa, muchas veces con algún milagro incluido en sus contrataciones, pero al ver que dejaba de contar con la total confianza de Laporta se fue a descansar a su querida Mallorca. Deco, que llevaba varias semanas en la Ciudad Condal participando en reuniones sin haber sido anunciado, cogió el testigo, consciente de las dificultades económicas que tenía el club, pero con la promesa de que todo se iba a arreglar. El presidente se lo había asegurado. Se lo había prometido.
Su frase entre bastidores al poco de ser anunciado, “el director deportivo más pobre de Europa”, era para ejemplificar que tenía que luchar en desigualdad de condiciones con la competencia directa. Pese a ello, confiaba en el embrujo de Laporta para salir de lo que se pensaba que era un bache.
Hasta que Laporta consiguiera arreglar la situación económica y regresar a la regla del 1:1, Deco se propuso como primer objetivo “no tener un equipo peor que el año pasado”. Era su reto. Parecía ridículo teniendo en cuenta del prestigio del Barcelona y de su historia, pero la realidad era la que era. Si tenía que echar a cuatro para fichar a uno, no encontraba fórmula para reforzar al equipo. Así que Deco fue prudente, confiando en la palabra del presidente Laporta que iba a solucionar el problema que martirizaba al club.
Pasaron los meses y se llegó al mercado de invierno, donde el Barça fichó a Vitor Roque por 30 millones de euros más 31 en variables, una decisión clave que hoy pesa como una losa. Un dispendio del que ahora nadie se quiere hacer responsable. Laporta autorizó el gasto, Deco lo validó y Xavi lo aceptó en su grupo. Los integrantes de la Comisión Deportiva (Masip, Yuste, Echevarría y Soler) dijeron amén. Al llegar, todo cambió con Vitor Roque. Al verlo en acción en los entrenamientos, el propio Xavi se hacía cruces de su decisión. Deco argumenta que era un pacto que le vino hecho cuando llegó a la dirección deportiva. Y Laporta quizás dirá algo el martes, en su primera aparición pública durante mucho tiempo. Sea como sea, todos estaban metidos en la operación de la que ahora reniegan.
La promesa
Joan Laporta siguió calmando a Deco con la promesa de que la situación iba a cambiar, que obtendrían el dinero de diferentes vías para regresar a la regla del 1:1 que le permitiría a Deco poder hacer su trabajo con cartas similares a los de los otros directores deportivos de Europa. Que llegaría Líbero, que si Barça Studios, que si Nike, que si un fondo saudí, que si la venta de activos del futuro Camp Nou… Un sinfín de soluciones que debían despejar los nubarrones que afectaban al club.
Mientras tanto Deco intentaba hacer su camino y, durante el proceso, se encontró con chascos que le dieron de bruces con el suelo, dándose cuenta de que su realidad no era la misma que las del director deportivo del PSG, City, Madrid o cualquier otro equipo. Con Güler tuvo que competir con el Madrid. Perdió la batalla porque Florentino puso más dinero. Con Bergvall tuvo que competir con el Tottenham. Perdió la batalla porque tampoco tenía armas para convencerlo. El prestigio de Deco empezaba a quedar afectado.
El presidente no logró poner al Barça en la regla del 1:1 y Deco acabó pagando las consecuencias
El caso más sorprende fue ahora con el cierre de mercado, porque con Bajcetic tuvo que competir con el Salsburgo austríaco. Y el Barça también perdió. Jugadores fichados sin poder ser inscritos, contrataciones de jugadores libres a los que se quería vender el siguiente año, referencias del equipo a los que se les quería vender… El Barça ha convertido en normal lo anómalo, ha aprendido a convivir con lo más rocambolesco hasta acabar perdiendo parte de su prestigio europeo. Los clubs rivales lo saben y poco trato quieren tener con el Barça y los jugadores han ido perdiendo el deseo de jugar aquí porque conocen, como Nico Williams, que no todas las promesas se cumplen, que la realidad no coincide con lo que se intenta transmitir o, como dijo Claudio Bravo, “el Barça funciona como un equipo pequeñito”.
Un fichaje
El único fichaje que pudo hacer Deco fue el de Dani Olmo, un jugador que le recordaba a él cuando se vestía de corto, por su carácter y versatilidad. Logró esta contratación porque encontró la colaboración del jugador y la de su club, el Leipzig, capaz de aceptar casi todos los pagos aplazados que quisiera el Barcelona para evitar que el jugador catalán acabara en el Bayern, máximo rival en Alemania.
Deco también se llevó más decepciones, por circunstancias de la vida, en el capítulo de las salidas. Las ventas tampoco funcionaron como se esperaba, según la planificación diseñada. Araujo, cuyo salario no ha sido actualizado como el club le prometió, podía irse al Bayern con lo que eliminaría uno de los muchos centrales que tiene el equipo y se liberaría masa salarial. Pero se lesionó y se frustró la venta.
De Jong mantiene una pésima relación con Laporta porque siempre ha querido traspasarle. El holandés entiende que el mandatario nunca le ha ido de cara por ser un fichaje del antiguo presidente y por no tener un agente amigo (léase Jorge Mendes o Pini Zahavi). De Jong no quiere saber nada de lo que viene de los despachos del Barça. Ha cerrado las puertas a todos sus deseos. Deco le ofreció a diferentes clubes europeos, pero De Jong se negó a ser traspasado. Y además, como Araujo, estaba lesionado. ¿Quién quiere a un jugador lesionado que se perdió la Eurocopa por ello?
Otros jugadores que Deco quiso traspasar tampoco avanzaron según lo previsto. Ansu, que lo lleva Mendes, se lesionó, Lewandowski no se toca para no colisionar con Pini Zahaví, Raphinha es su ex representado… Se le acababan al Barça las opciones así que se aprovechó la complicada relación de Gündogan con Flick para hacer espacio salarial para Dani Olmo. Ni dentro del club entienden como se había llegado a este punto de regalar al jugador que venía de levantar una Champions.
Las salidas
El trabajo ha sido arduo para Deco. Una guerra era externa, con los otros clubs competidores, con los agentes y con los jugadores… y otra era la interna. Quizás incluso peor que la primera. Los equilibrios que tenía que hacer en la Ciudad Deportiva complicaban mucho su labor. Que si este jugador no se ficha porque no lo lleva un agente amigo, que si hay que incorporar a este jugador del filial porque el presidente es amigo del padre, que si yo quiero a Márquez, que si Belletti, que es amigo, tiene que tener un sitio a costa de lo que sea… Tantas opiniones o requisitos han chocado con alguien que no destaca por ser muy diplomático sino que, tanto en el campo como fuera, es directo y sin embudos. Algo parecido a Luis Enrique. Quizás por eso el asturiano era su primera opción para sustituir a Xavi.
La secretaría técnica del Barça se ha convertido en un espacio peligroso en el que fluyen muchos intereses y Deco se veía obligado a navegar en un mundo hostil, lleno de luces y sombras, de medias palabras y con mucha gente de por medio queriendo aparentar y decidir, entendía él, sin tener experiencia ni conocimientos. Deco, poco amigo de los formalismos porque es de los que le gusta decir las cosas a la cara, se le debía hacer complicado este día a día en el que fluían los condicionamientos económicos del club con unos colaboradores ansiosos de protagonismo.
Un club complejo
La maquinaria interna del Barcelona ha acabado agotando a Deco quien, decepcionado con sus limitaciones económicas y porque el presidente no ha podido cumplir las promesas que hizo, se plantea ahora qué hacer con su vida profesional. Deco, que venía del mundo de la representación, ha tenido una experiencia complicada como director deportivo y no tiene clara su continuidad en el FC Barcelona. A agentes amigos ha comentado la voluntad de abandonar el cargo, de irse del club porque nunca ha podido actuar con total libertad ni en las condiciones que debe operar un director deportivo de una entidad como la azulgrana.
Ahora se va de vacaciones, a la espera de tomar una decisión sobre si seguir o abandonar
Como hace más de un año, sigue siendo el director deportivo más pobre de Europa y su prestigio se ha visto afectado hasta el punto de acabar siendo trending topic (#DecoOut) o de ser señalado en las encuestas de los medios al analizar su labor.
Todo ello, curiosamente, cuando el equipo, el que debería ser su principal baremo para analizar su trabajo, está que se sale, con una racha impresionante de victorias que no se veía desde hacía tiempo. El buen hacer del equipo contrasta con el mal feeling que ha tenido en los últimos meses siendo significativo el gesto que tuvo en los últimos días de mercato: Se fue a Porto a celebrar su cumpleaños cuando restaban tres días y no volvió a aparecer. Ahora se va de vacaciones.