«Nico, si me das tu camiseta te invito a la Feria de Zafra», dice la cartulina de una niña que espera el autobús que le acerque al Nuevo Vivero dos horas antes del inicio del partido entre España y Andorra, un encuentro que pobló Badajoz de rojo y el estadio de carteles pidiendo las camisetas de los jugadores. No se libró casi ninguno, aunque los más emandados eran Lamine Yamal y Morata. Pero también tenían su cartelón Pedri, Navas, Navas, Cubarsí, Unai Simón o Grimaldo. Tirando de picaresca, había incluso carteles con el nombre intercambiable gracias a un velcro. Para que no se escapara ningún jugador.
Se han convertido en todo un clásico estas cartulinas como la de la niña de Zafra, solo uno de los ejemplos que portaban los cientos de menores que poblaron la grada y que desde un día antes del encuentro habían disfrutado de la ‘fan zone’ instalada en la zona de San Francisco y que a las 19.00, dos horas y media antes del encuentro, comenzó a desmontarse, dejando a muchos sin poder ver los trofeos de Mundial y Eurocopa conquistados hace poco más de una década por La Roja.
Comenzó en ese momento la peregrinación hasta el Nuevo Vivero, un río de camisetas rojas con parada en Valdepasillas para coger los autobuses gratuitos puestos por el consistorio, una opción por la que no optaron todos. Aunque el día era caluroso, se podía llegar andando hasta el estadio sin riesgo de sufrir un colapso.
A las 19.30 llega el autobús de Andorra al estadio. Apenas un par de decenas de curiosos observan a los jugadores mientras acceden al estadio. El mogollón está en otro punto del estadio, entre las puertas 13 y 14, por donde habitualmente acceden los futbolistas del Badajoz y en esta ocasión lo hicieron los jugadores de De la Fuente. Su llegada, prevista para las 19.55, se retrasó casi un cuarto de hora, lo que hizo que el número de aficionados, ya muchos para la hora señalada, aumentara considerablemente.
En la primera fila de ese bus, el cacereño Pedro Rocha, presidente de la Federación Española de Fútbol que después estuvo acompañado en el palco por la presidenta de la Junta de Extremadura, María Guardiola, el presidente de la Diputación de Badajoz, Miguel Ángel Gallardo, y el alcalde de la ciudad anfitriona, Ignacio Gragera, entre otras autoridades. También estaba en ese palco Jesús Gil Manzano, el colegiado internacional de Don Benito, que antes de entrar al estadio tuvo que pararse en más de una ocasión para hacerse fotos con los aficionados que se lo pedían. Futbolistas y entrenadores extremeños, como Ángel Pajuelo (Villanovense) o Juan García, tampoco quisieron perderse la cita.
La locura se desencadenó cuando los futbolistas empezaron a bajarse del bus y algún afortunado incluso fue capaz de ‘robarle’ un autógrafo a algún futbolista. Con cara de emoción, casi con lágrimas en los ojos, un niño lucía la rúbrica del ‘7’ de la selección española en su brazo. «Que me ha firmado Morata, que me ha firmado», gritaba el chaval.
El espectáculo se acabó fuera y tocaba meterse al estadio. Un poco de paciencia para aguantar las largas colas que no hicieron desaparecer las caras de alegría. No se llenó el estadio, a pesar de que en el primer día de venta (toda online) se colgó el imaginario cartel de ‘no hay billetes’. En las esquinas del campo se veía bastantes espacios libres. Pero la fiesta ya estaba en el césped, lo demás no importaba.
La anécdota: No hubo himnos antes del partido
Un problema con la megafonía del Nuevo Vivero impidió que sonaran los himnos de España y Andorra en la previa del encuentro, lo que provocó los pitos de la afición, que tarareó el himno para que el partido internacional no se quedara sin este acto protocolario. El enfado no duró mucho, pues los gritos de «España, España» empezaron a sonar rápidamente en una afición ávida de ver a La Roja y que tiñó de ese color un estadio donde habitualmente domina y blanco y negro. Al cuarto de hora comenzó la ola, eso que en muchos casos es el antifútbol, que se hace cuando no hay espectáculo en el césped. Ydando la razón a los que así piensan, se interrumpió con la primera ocasión de peligro del combinado español. Esa terminó en nada. En la siguiente no perdonó Vivian. Fue el principio de la fiesta.