‘Eric’ no es la primera serie adulta, muy adulta, con televisión infantil al fondo: recordemos el caso de la reivindicable ‘Kidding’, dirigida (sobre todo) por Michel Gondry y con Jim Carrey como un moderno Mr. Rogers al que la muerte de su hijo vaciaba de toda alegría. Contrastes parecidos entre lo colorido y lo tenue persigue la guionista-productora Abi Morgan (‘The hour’, ‘The split’) con la atrevida ‘Eric’, un amargo drama de misterio con un gran monstruo de felpa en el centro.
En la Nueva York de los ochenta, el marionetista Vincent (Benedict Cumberbatch), especie de sosias de Jim Henson, es conocido y admirado como el creador de ‘Good day sunshine’, un programa estilo ‘Barrio Sésamo’ que no pasa por su mejor momento de audiencia. También es un hombre temido, especialmente entre quienes le tienen más cerca, como sus compañeros creativos, su mujer Cassie (Gaby Hoffmann) o su propio hijo Edgar (Ivan Howe), de nueve años, que parece haber heredado el talento del padre, aunque este no parezca muy interesado en escuchar sus ideas para un muñeco que podría salvar el programa.
La mañana en que el pequeño Edgar desaparece de camino al colegio, todo se derrumba. Seguimos a Vincent en un (al parecer, no inédito) proceso de desintegración psicológica. Cargado de lógica culpa, se ahoga en el alcohol y, después, las drogas. Cobra vida ante sus ojos (con la propia voz de Cumberbatch, pero más grave) el muñeco ideado por su hijo, el Eric del título, que cree podría ser la clave para arreglarlo todo: si logra sacarlo en el programa, Edgar volverá a casa. Lo mismo opina su colega Lennie (Dan Fogler), que hace una promesa aguerrida a una madre desesperada: “Edgar va a volver. Verá a Eric y todo saldrá bien”.
La desintegración de esta familia transcurre en paralelo a la de Nueva York, donde el crimen campa a sus anchas, la política municipal está manchada de nepotismo y la crisis del SIDA causa estragos de toda clase, también en la vida íntima de Ledroit (McKinley Belcher III), el agente de personas desaparecidas encargado de dar con Edgar. Como hombre gay y negro en el Departamento de Policía de Nueva York, este segundo protagonista de la serie ha de asistir cada día al terrible espectáculo de la homofobia y el racismo sistémicos. Antes que Edgar había desparecido en el mismo barrio un chico negro, Marlon, al que no se ha buscado con tanta intensidad como al blanco.
‘Eric’ es un cruce atrevido de la luz y la oscuridad, la ilusión y la realidad. Por momento casi parece una revisión de ‘Hardcore: un mundo oculto’, de Paul Schrader, en la que de cuando en cuando se colara una gran criatura peluda con brochazos azules, un poco similar en pose y rostro al Sulley de ‘Monstruos, S.A.’. Con la voz (más grave) del propio Cumberbatch, Eric comenta las jugadas de Vincent como el parásito Venom las de su huésped Eddie Brock, aunque cabe decir que sus comentarios son menos incisivos. De hecho, Morgan podría haber aprovechado mejor la presencia del monstruo, buscar mejores chistes y contrastes, mayor diversidad de tonos en lugar de una tristeza que casi todo lo consume.
Además de desarrollarse en los años ochenta, ‘Eric’ parece producto de aquella época: el perfecto grano de la imagen devuelve de golpe al cine de esos días. Benedict Spence, director de fotografía, vuelve aquí a formar destacable equipo con la directora Lucy Forbes tras ‘In my skin’, ‘The end of the f***king world’ (segunda temporada) y la soberbia ‘Esto te va a doler’. De la emotiva música se encarga Keefus Ciancia, aliado de David Holmes en el grupo de pop cinematográfico Unloved. Pero ni siquiera todo esto acaba de compensar la dramaturgia redundante y el tono asfixiante de otra serie de episodios innecesariamente largos. Los de ‘Kidding’, recordemos, duraban media hora.