El cantante madrileño Coque Malla publica ‘Aunque estemos muertos’, un álbum en el que responde con vitalismo e inquietud sonora a la fugacidad de nuestra existencia.
En este disco toca una materia poco simpática. ¿Le han removido las muertes de los ídolos musicales que han ido goteando estos últimos años?
Pues no lo había pensado, pero es verdad: Bowie, Prince, Cohen, Jerry Lee Lewis… Ellos te transmitían una sensación de inmortalidad. Ahora me doy cuenta. Pero, además de eso, han confluido una serie de cosas: el paso del tiempo mismo, cuando las cuentas comienzan a ser inquietantes… Se hace verano y dices: “¿otra vez?”. La pandemia nos pegó un revolcón existencial, nos puso la muerte delante y nos transmitió fragilidad. Luego, la muerte de mis padres, sumada a mi paternidad. Y muerte como metáfora de las cosas que se acaban: la infancia de tus hijos, parejas, amistades que se rompen…
En la cultura rock ha sido corriente hacerse el trágico y el gótico a propósito de la muerte, pero con el tiempo este asunto va filtrándose de otro modo en la obra de muchos artistas, cuando se percatan de que esto va en serio.
Yo creo que en toda obra que tenga un mínimo de interés, ya sea pintura, literatura, canciones…, la muerte está presente. El arte se hace con la muerte y con el sexo, el deseo, el hambre espiritual… Aquí lo que me dio confianza fue saber y sentir que el disco tiene mucha vitalidad. Me podría haber salido un disco de bajón y no lo es.
En el disco hay una confluencia de crudeza un poco siniestra y cuidado de la melodía. También una producción aventurada.
Me gusta esa base de banda ‘garajera’ tocando en directo, mezclada con efectos sonoros que le dan profundidad de campo. Me ha volado la cabeza The Smile, el proyecto paralelo de miembros de Radiohead, y en este disco hay una influencia clara de ambas bandas. Pero una influencia conceptual, a partir de la maestría que tienen estos tipos al desestructurar las canciones, y sorprenderte todo el rato. Yo, como humilde españolito aprendiz, he procurado poner eso en práctica.
Disco conciso: diez canciones. ¿Compone mucho y luego elige?
Llevo un tiempo en que el sistema es grabar bocetos por teléfono, tarareándolos. A lo mejor me tiro dos años grabando chorradillas, y se acaban juntando cien y pico audios y de esos me quedo diez. Y ahí voy, a esas diez canciones. En este disco quería que el pulso se mantuviese y que fuese intenso. Si lo hubiera alargado, eso habría bajado un poquito.
En el tema titular se cuela el romanticismo: “resucitar no puedo / pero puedo inventarme una vida por ti”.
Me tiene muy contento ver que con la edad vivo más intensamente el amor. Cuando sientes que el amor es para toda la vida, y que la vida en algún momento se acaba… es muy ‘heavy’. Lo de morir juntos es una idea muy bestia, muy dura.
Lleva casi 25 años grabando discos en solitario y el último ciclo, a partir de ‘El último hombre en la tierra’ (2016), le muestra en una especie de segunda juventud.
Pues gracias, pero sí, siento que hay como una fuerza dentro de mí, una fuente, que no sé de dónde sale. ¿De dónde vienen las musas? Un posible origen para mí es el descubrimiento de que el arte, la creación, son infinitos. Las posibilidades de combinaciones de melodías, armonías, ideas… Si tomas la decisión de no militar en un estilo, no especializarte, sino viajar, eso es infinito y muy inspirador.
Los Ronaldos comenzaron en 1985, en los últimos compases de la movida. ¿Qué le parece el guadianesco debate sobre la bondad y la maldad de todo aquello?
Yo la movida la viví solo a través de mi hermano. Era un crío, no salía. No conocí ni el Rock-Ola ni el Penta. ¿Pero hay quien está en contra de la movida? No puedo entenderlo.
Por frívola y no politizada.
Pues bendita generación despolitizada, porque ahora esto es un coñazo. Ahora todo es político, y te colocan aquí o allá, y es agotador. En la movida surgieron cosas increíbles y fue algo muy natural, después de la asfixia que había supuesto la dictadura. No entiendo cómo se puede estar en contra de eso. Hay un debate en las redes que es muy cansado y muy tonto.
Y ahora, cuando saca un disco, ¿a qué televisiones va?
Pues a muy pocas. Hoy hemos ido a una, ‘Culturas 2’, en La 2. Un directo, a voz y piano. Pero no hay programas para ir a tocar. A mí me pasa que me viene gente y me dice: “pero tú ya no haces música, ¿no?”. No les llega lo que haces. Hay gente que cree que yo, o Bunbury, nos hemos muerto.
Pudimos verlo hace unas semanas cantando con Miguel Ríos en el Palau Sant Jordi.
Yo era de los que decían que era un hortera, etcétera, porque era de otra generación y tocaba cargárselo, pero en su día escuché ‘Rock & Ríos’ como un animal. Y cantar ‘El blues del autobús’ con él en Barcelona fue como cantar ‘My way’ con Sinatra.