“No creo a la gente que dice ser apolítica, porque eso es absolutamente imposible y el simple hecho de decirlo suena como a reaccionario, aunque no me gusta emplear tópicos. Si otra vez tuviera que defenderse algún problema de la profesión, allí estaría yo”, declaraba Concha Velasco al diario La Vanguardia en 1982. Nacida en Valladolid y criada en Larache, ciudad africana a la que fue destinado su padre, un militar que llegó a ser asistente de Franco, Concha Velasco fue una de las estrellas indiscutibles de la dictadura. Asidua de los festivales de La Granja organizados para solaz de Carmen Polo, a principios de los 70, la actriz comenzó a cambiar su posicionamiento político. “Lo malo habría sido que no evolucionara. Y lo hice. ¡Vaya si lo hice!”, declaraba en una entrevista concedida también a La Vanguardia en el año 2015.
En enero de 1972, mientras representaba en el Teatro Lara de Madrid La llegada de los dioses de Antonio Buero Vallejo, Juan Diego y Concha Velasco solicitaron librar un día a la semana, petición que fue respondida por la empresa con el despido de la pareja. Como explica el escritor Emeterio Díaz Puertas, el conflicto laboral venía de atrás. En 1971, las elecciones sindicales del gremio de actores habían estado llenas de irregularidades. Entre ellas, el fraude en el cómputo de los votos, que se hubiera permitido votar a actores que a su vez eran empresarios o el veto a ser candidatos a actores como Juan Diego —que militaba clandestinamente en el Partido Comunista—, lo que provocó que los resultados se decantasen a favor de los representantes afines al régimen que, a su vez, eran los más tibios en las reivindicaciones laborales.
A todo ello hubo que sumar la negativa del gobierno a que los actores, que estaban divididos entre artistas de teatro, cine, doblaje y televisión, se agrupasen en una sola organización sindical y, por último, la negativa de los empresarios a conceder ciertos beneficios, como ese anhelado descanso semanal, que solo se celebrase una función diaria y que los ensayos fueran remunerados.
Ante semejante escenario laboral, el despido de Concha Velasco y Juan Diego fue la gota que colmó el vaso. A partir de ese momento, los actores decidieron organizarse al margen del Sindicato Nacional del Espectáculo dirigido por Jaime Campmany y, en 1974, plantearon sus reivindicaciones a los empresarios. Al no ser atendidas, en febrero de 1975 el colectivo fue a la huelga, que se alargó durante nueve días y provocó la reacción de las autoridades franquistas, las cuales llegaron a detener y encarcelar a, entre otros, Aurora Bautista, Enriqueta Carballeira, Tina Sainz, Pedro Mari Sánchez y Rocío Dúrcal que, si no llegó a entrar en prisión, fue solo porque Lola Flores se personó en la Dirección General de Seguridad para mediar por ella y liberarla.
Unos meses más tarde, en marzo de 1976, sería la propia Concha Velasco la que intercedería por otra de sus compañeras, en esta ocasión Lola Gaos, que había sido detenida por asistir a una asamblea de trabajadores de Lever Ibérica. A pesar de que el dictador llevaba muerto varios meses, cuando Germán Cobos y ella se personaron en la DGS para informarse sobre la situación en la que se encontraba la veterana actriz, fueron expulsados de las dependencias policiales sin recibir ningún tipo de información ni poder hablar con su compañera.
La actividad política de Concha Velasco continuaría en junio de ese mismo año con la participación en un festival celebrado en el Teatro Alcalá Palace en apoyo a Nuevo Diario —periódico que, amenazado de cierre por las deudas contraídas por la propiedad, dejaba en la calle a 300 familias— y con la firma, en noviembre del 76, de una carta en la que más de 500 profesionales exigían cambios en la programación de RTVE, para evitar la “colonización cultural e ideológica” procedente de países como Estados Unidos y reclamar el aumento de la producción propia en apoyo de la industria cinematográfica y televisiva española.
Asimismo, Velasco firmó y fue una de las encargadas de entregar en Presidencia del Gobierno, una carta suscrita por más de 600 personalidades, entre las que se encontraban Juan Antonio Bardem, Ana Belén, Basilio Martín Patino y Adolfo Marsillach, en la que se exigía que se pusiera “fin a los desmanes” acaecidos en enero de 1977 y entre los que se incluían el secuestro del teniente coronel Eugenio Villaescusa, la muerte de dos estudiantes en otras tantas manifestaciones y el asesinato de cinco abogados laboralistas en su despacho de la calle Atocha, todo ello en el plazo de una semana.
Se puede ser todo a la vez
“Aunque creo que no soy la más indicada para hablar en profundidad de un tema tan importante, diré que sí, que me la he leído, que me parece bien. Creo que nos protege y nos defiende a todos los españoles y yo, por supuesto, voy a votar que sí. No quiero con esto coaccionar a nadie. Cada uno es libre de votar lo que quiera, pero a mí me parece que está bien”, declaraba Concha Velasco al programa Informe Semanal, unos días antes de la celebración del referéndum de la Constitución del 6 de diciembre de 1978.
Demócrata convencida, a partir de entonces la actriz no ocultaría sus simpatías por el partido socialista, afinidad que compaginaba con su fe católica porque así lo había hecho también su madre, de la que, decía, había sido “inteligente, republicana, escritora y religiosa porque se puede ser todo a la vez”. Esa militancia socialista hizo que la actriz participase en varias campañas electorales. Por ejemplo la de 1996, cuando el PSOE no pasaba por sus mejores momentos debido a los escándalos de corrupción y los GAL, o en Defender la alegría, la acción en apoyo a José Luis Rodríguez Zapatero en la que también participaron Joaquín Sabina, Boris Izaguirre, Ana Belén, Víctor Manuel, Soledad Giménez o Fran Perea. Aunque posteriormente mostraría su decepción por el segundo gobierno de Zapatero, la actriz volvió a recuperar la ilusión en el partido socialista con la llegada de Pedro Sánchez, al que apoyó en un mitin en 2020.
No obstante, en los últimos años, Velasco vivió agrias polémicas relacionadas con la política que se vieron amplificadas por las redes sociales. Por ejemplo, la ocurrida en 2014 cuando declaró en una entrevista televisiva que “Podemos hacía falta. Da esperanza. Hay mucha gente joven y ha sido abrir una puerta de aire fresco” o, cuando el pasado mes de julio, fue visitada por sorpresa en la residencia en la que estaba ingresada por Isabel Díaz Ayuso. La presidenta de la Comunidad de Madrid, acorralada por su gestión de las residencias de ancianos que provocó la muerte de más de 7.000 personas, se sacó una foto con la actriz, que no dudó en colgar en sus redes sociales, provocando así la indignación de muchos usuarios que la acusaron de utilizar a la artista para blanquear su pésima imagen.