La noticia saltó en las redes sociales el pasado lunes: antes de que empiece el festival de Cannes –la inauguración es el martes 14 con el filme de Quentin Dupieux ‘Le deuxième acte’– saldrá a la luz en los medios de comunicación una lista de 10 personas del ámbito cinematográfico francés acusadas de presuntos abusos sexuales, fruto de una investigación periodística que también contempla casos de abusos laborales. Tres de las películas presentadas en el certamen estarían implicadas, entre ellas la de inauguración.
La caja de resonancia que proporcionan actos o festivales de estas características resulta ideal para que noticias de un calado social tan grande tengan un alcance aún mayor. Ya pasó en España cuando se destaparon los abusos del cineasta Carlos Vermut pocos días antes de la gala de los premios Feroz y la de los premios Goya.
En el caso francés hay más personas implicadas –de momento el denominado erróneamente #Me Too español se ha limitado al director de ‘Mantícora’– y, además, la celebración de Cannes se verá enturbiada de inicio debido a la convocatoria de paro organizada por el colectivo ‘Sous les écrans, la dèche’ (Bajo las pantallas, la miseria) para dar a conocer el aumento de la precariedad en el sector del cine. Se trata de un colectivo que representa a las categorías profesionales indispensables para el funcionamiento de un festival, de proyeccionista a empleados de las taquillas.
No tendrá una apertura fácil este año el certamen dirigido por Thierry Frémaux. Es el festival más importante del mundo, la piedra de toque para películas de todas las nacionalidades y la importante rampa de salida para el grueso de la producción francesa anual. Casi todo el mundo quiere o necesita estar en Cannes, festival que ha aunado históricamente calidad, innovación e industria.
Frémaux contratacó rápidamente. El martes 7 se anunció la inclusión en la programación del cortometraje ‘Moi aussi (Me Too)’, en el que su directora y guionista, la también actriz Judith Godrèche, analiza varios casos de violencia sexual dando voz a quienes la han sufrido.
La presencia de este corto tiene aún más impacto porque Godrèche denunció el pasado mes de febrero que dos directores con los que inició su carrera a finales de los años 80, Benoît Jacquot y Jacques Doillon, la habían violado siendo, además, una menor. Unos meses antes, otro director galo de prestigio, Philippe Garrel, fue denunciado por varias actrices (entre ellas Anna Mouglalis y Clotilde Hesme) por pedir favores sexuales durante las pruebas de casting.
Se trata de un durísimo golpe a la progresía cinematográfica francesa que ha dejado en estado de shock a una industria que siempre ha sabido rentabilizar y proteger a sus intocables ‘auteurs’, mucho más que en cualquier otro país desde los tiempos de la Nouvelle Vague. Ahora todo está en entredicho. Ya no se reduce al caso Depardieu, imputado por violación y acusado de agresión sexual por cuatro mujeres. También Christopher Ruggia, cineasta menos importante y conocido, ha sido denunciado por Adèle Haenel –actriz feminista muy comprometida y expareja de la directora Céline Sciamma– por agredirla sexualmente cuando tenía 13 o 14 años. Ocurrió en el rodaje de ‘Los diablos’ (2002), segundo largometraje del director y primero de la actriz.
Hay más nombres a punto de caer de su pedestal porque también ha habido un cambio de mentalidad en relación con el feminismo de los años 60 y 70, cambio que ha provocado una abierta fractura con lo que desean enunciar y eliminar las generaciones actuales. Ya no valen los residuos del Mayo francés de 1968 y algunos de sus eslogans, como el de ‘prohibido prohibir’, que tanto valía para un fregado como para un barrido. Entonces no se cuestionaba que un hombre maduro se acostara con una adolescente; eso formaba parte de una cierta y equívocada ‘modernidad’ subversiva. Es el caso experimentado por Godrèche y el planteado en el libro de Vanessa Springora, ‘El consentimiento’, y en su recién estrenada adaptación al cine.
El pasado 23 de febrero, Godrèche realizó este discurso: “El cine mira al mundo y a veces lo interpela. Mediante gestos o silencios, palabras o miradas. Hace tres meses, el sonoro llamamiento a la acción y la responsabilidad colectiva en la lucha contra los abusos sexuales persistentes en el cine francés sorprendió por su fuerza y valentía, por su claridad y seguridad. Y rebasó de forma amplia los límites del séptimo arte para interpelar a toda la sociedad, que lucha por abrir los ojos”.
Godrèche hacía referencia a las manifestaciones realizadas el anterior 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Y un mes después de su discurso, tras recibir 6.000 testimonios de víctimas de abuso sexual, reunió a muchas de las personas que habían compartido idénticas experiencias traumáticas y dio rápida forma a ‘Moi aussi’, que ha encontrado igual de rápido cobijo en Cannes.
A todo esto, la presidenta del Jurado en la edición de este año es Greta Gerwig. Su película ‘Barbie’ no es solo una de las más exitosas de la historia del cine, sino que ha abierto un debate sobre como exponer unas determinadas ideas feministas, quizá no las más radicales, en un formato de comedia artificial y popular que haga calar su discurso en espectadores de lo más diverso. El foco del festival va a estar también en sus declaraciones y decisiones.
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