Una canción que puede hacer furor en las clases de ‘line dance’ (‘Texas hold ‘em’) y otra con ecos de tonada de trabajo, sufrida, autobiográfica y con fondo épico (’16 Carriages’), son la avanzadilla de la chocante mutación que nos propone Beyoncé. Ambas piezas se acercan a un género musical, el country, que solemos situar lejos del imaginario natural de una cantante afroamericana como ella. ¿Pero, lo es tanto?
Estas dos canciones formarán parte de su nuevo álbum, ‘Act II’ (segunda parte de la trilogía emprendida en 2022 con ‘Renaissance’, a publicar el 29 de marzo), una obra que parece destinada a provocar un debate sobre el marchamo cultural o étnico de las músicas, la apropiación y la exclusión, y finalmente, la africanidad que subyace debajo de los géneros hoy hegemónicos. También el country tiene algo de ese ADN: Beyoncé nos recuerda que el propio banjo no proviene precisamente de Irlanda, sino de las costas africanas. Lo sabe ella, que nació y creció en Houston, Texas, y no tanto por sus padres, sino por su abuelo, que le cantaba tonadas country & western cuando lo iba a visitar los veranos a Alabama.
El ’cowboycore’ que viene
‘Texas hold ‘em’ apunta hacia el country, sí, con un trote rítmico listo para el mejor ‘saloon’ del condado, con más glamur y brillos que polvo de las llanuras. Hay, en efecto, un banjo (que toca la virtuosa Rhiannon Giddens), unos silbidos pegadizos y unos refinados cruces de voces r’n’b. Beyoncé usa el argot del póker (la canción lleva por título el nombre de una variante tejana del juego de naipes) para animar a dejar las cartas y saltar a la pista de baile. Vislumbrando cómo se acerca un tornado en su ciudad, busca acomodo en la cantina y el whisky. Y se relame en la vestimenta del ‘far west’, el rampante ‘cowboycore’: “aros, espuelas, botas”, pronuncia, tal que palabras mágicas, justo antes, en el video, de disparar con un revólver imaginario.
En ’16 Carriages’ se respiran otras sensaciones: canción que carga con un peso y un relato vivido en carne propia, a través del salto a la edad adulta antes de tiempo (a los 16 se subió ella a la aventura de Destiny’s Child), sintiéndose “mal pagada y agobiada”. Pero los 16 carruajes también pueden ser los tráileres de sus últimas giras, que le permiten elevar la canción y celebrar la victoria en su ‘crescendo’ final. El tema desprende resonancias de las remotas ‘work songs’ del esclavismo, con mazazos rítmicos que resuenan como latigazos y un tétrico ‘drone’ electrónico.
Rompiendo nichos
No estamos ante las primeras incursiones de Beyoncé en territorio country: oigan ‘Daddy lessons’, del álbum ‘Lemonade’ (2016). Esa enseñanza musical básica ha estado siempre ahí, flotando a su alrededor, o en su subconsciente. Y confirmando que su nueva apuesta está vestida para polemizar, alguna que otra radio estadounidense especializada en country ya se apresuró días atrás a vetar los nuevos temas. “No ponemos Beyoncé porque somos una emisora country”, hizo saber el gerente de KYKC, estación de Oklahoma, a un fan que había reclamado atención a ‘Texas hold ‘em’. Después de que este publicara su frase de negativa en la red X (exTwitter), y 3,6 millones de visualizaciones después, la radio rectificó y ya ha incluido el tema en su programación.
Este ‘Act II’ presenta una intención reparadora respecto a las raíces ‘afro’ del country, de un modo comparable al que ‘Renaissance’ ejerció sobre el ascendiente negro LGTBI del house y la música disco. Por ahora, con ‘Texas hold ‘em’, Beyoncé se ha alzado como la primera mujer en coronar al mismo tiempo la lista estadounidense de éxitos country y la de r’n’b/ hip hop. Hasta ahora, lo habían conseguido cuatro hombres: Justin Bieber, Billy Ray Cyrus, Morgan Wallen y Ray Charles.
Después de la ‘race music’
El ya desaparecido Ray Charles (1930-2004) resulta de mención obligatoria por su temprana labor para romper el ‘apartheid’ impuesto en el mercado discográfico del país desde los años 20, con aquella categoría llamada sin rodeos ‘race music’. Hay que mencionar álbumes-puente como ‘Modern sounds in country and western music’ (1962) y, dos décadas después, el muy comercial ‘Friendship’ (1984), donde grabó duetos con Willie Nelson, Merle Haggard y Johnny Cash. En los 60, es referencial el caso de Charley Pride, cantante al que RCA comenzó a promocionar evitando adjuntar fotos. Salió adelante, pese a todo, con álbumes como ‘The country way’, número uno en el ranking del género en 1967.
En aguas turbulentas
La operación de Beyoncé es llamativa por tratarse de una estrella ‘mainstream’, si bien, en el presente siglo, no han sido pocas las voces negras que han roto clichés en torno al country, algunas con éxito, caso de Mickey Guyton (cantante distinguida con cuatro nominaciones en los Grammy) o Kane Brown (ganador de cuatro galardones de los American Music Awards). En otro sentido, levantó polvareda, en 2019, el revuelo causado por ‘Old town road’, de Lil Nas X, tema que ‘Billboard’ excluyó de la lista country después de haberla coronado, alegando que el cruce de la instrumentación de banjo con una base electrónica trap no era “suficientemente country”.
Este género siendo un símbolo para una idea de la ‘América blanca’ que en los últimos tiempos ha cobrado fuerza y visibilidad. Con figuras que no han tenido reparos en significarse, como Jason Aldean, cantante cuyo tema ‘Try that in a small town’ apunta en tono desafiante a quienes provocaron o justificaron los desórdenes públicos como protesta tras el asesinato de George Floyd, en 2020: “si buscas pelea, inténtalo en un pueblo pequeño”. El video se grabó en un lugar de Columbia, Tennessee, donde en 1927 un afroamericano murió en un linchamiento popular. Dada la polémica, la cadena Country Music Television retiró el video, pero el tema fue número uno en ‘Billboard’. Este es el contexto en el que Beyoncé mueve ficha y, a su manera, entra en campaña en este enrarecido año electoral.