Por extraño que parezca, Bad Gyal finiquita hoy una etapa, la primera aún, de su carrera artística. Un trayecto que empezó en 2016 como evidente diamante en bruto, con aquellas lejanas y fresquísimas canciones como ‘Pai’ o ‘Indapanden’, y que termina con ‘La joia’, su primer disco como tal después de publicar multitud de himnos de baile, dos ‘mixtapes’ fundacionales (‘Slow wine mixtape’, 2016, y ‘Worlwide angel’, 2018) y un EP (‘Warm up’, 2021). La etapa acaba como antes empezaban las carreras, pero la propia Alba Farelo i Solé, de 26 años, es signo de los nuevos tiempos y ritmos que han dado la vuelta a lo conocido hasta ahora.
El título de su primer álbum no es casual, responde a su constancia y a ese talento que tenía ya con 19 años y al que ha sacado lustre. “Me sentía identificada con la idea de un diamante, de una piedra que se tiene que trabajar, pulir. Aplicado al álbum y a mí misma como compositora”, expone la artista de Vilassar de Mar en conversación con este diario. ‘La joia’ se publica este viernes, en el que podemos llamar su octavo año de carrera, más tarde de lo planeado por el papeleo, las colaboraciones y, precisamente, por esa búsqueda del brillo. “He estado encima de todos los detalles. En cuanto a las canciones, todo lo hago yo, la elección de los ‘featurings’, de los productores, la sonoridad de los ‘beats’, qué tipo de sonidos…”, sentencia la catalana, que cuenta que ha contado con los recursos que imaginó cuando fichó años atrás con Universal. “He podido llevar mi proyecto a otro nivel”, dice ella, ambiciosa desde sus primeros pasos en esto.
El álbum es un espejo de la Bad Gyal que conocemos hoy, la de los temas disfrutones, pensados para la fiesta, las letras explícitas y poderosas. Más de la mitad de las canciones -13 temas más una ‘intro’ y una pieza que sirve de transición- ya han tenido vida propia como ‘singles’. No ha sido así con la más “especial”, la que se sale del género ‘catch-all’, el urbano latino, una colaboración con el jamaicano Tommy Lee Sparta y que la conecta con su ritmo fetiche, el dance hall. Tampoco se había publicado la que le une por primera vez a otro artista catalán que, como ella, es ya estrella internacional, Morad. “Somos bastante distintos, creo que aquí es donde está la gracia, el poder juntarse con otros artistas y ver cómo lo hacen ellos. Él es superpasional”, detalla Bad Gyal, sobre una mezcla que se concreta en la más reposada del álbum, ‘Así soy’.
Referente
‘La joia’ llega con una Bad Gyal asentada en el éxito. Lo dice sus cerca de 14 millones de oyentes en Spotify o su segundo Palau Sant Jordi lleno en un año (9 de febrero), masas que mueve por su conexión con un público -destacable fenómeno entre el colectivo LGTBIQ+- entregado a su figura, por su carácter, por cómo transmite poder, subversión y libertad a través de sus letras, su manera de afrontar y expresar el amor y el sexo, que hacen de ella una artista con peso cultural, social y político, aunque no sea de manera consciente. “Es una cosa natural, yo simplemente he optado por ser yo misma. No soy un producto, siento que tengo la libertad de expresarme cómo quiero… A lo mejor eso es lo que ha generado la conexión, pero no es intencionado”, remarca. Su público en datos: el 55% son mujeres y un 40%, hombres; y un 78% del total tiene entre 18 y 34 años.
Y todos esos mensajes los integra en canciones que son mezclas de muchos estilos, y todos ellos pensados para el baile, para una fiesta continua, como son sus conciertos. “Sí que siento que las chavalas, al ver como me expreso, que bailo como quiero, que visto como quiero… Les da más seguridad de ser ellas mismas de la manera como quieran ser, y eso es muy guay”, apunta. “Nunca actúo pensando en cambiar la mentalidad de nadie ni ganarme a nadie”, zanja.
Haberse convertido en referente, dice, no la condiciona. Ni cree que su carrera deba girar hacia un tono menos fogoso para encontrar a un público más amplio aún. “No es ningún impedimento tener letras explícitas para tener más público. Al revés, es donde está yendo todo ahora mismo”, afirma.
Bad Gyal surgió en la convulsa -por el menosprecio y los ataques- génesis de lo que ahora se denomina música urbana, formando parte de una generación que ha logrado moldear el ‘mainstream’ y la industria musical. “Cuando los números son los que son, la gente joven escucha lo que escucha, el resto del mundo no puede hacer otra cosa que adaptarse. No creo que haya cambiado porque los medios generalistas o la gente de otras generaciones haya decidido cambiar su mentalidad. Es lo que tenía que pasar, y ha pasado”, asevera. Pero, ¿nota que socialmente su música está más aceptada? “Sí, pero se ha aceptado a través de ver cómo triunfa y el éxito que tienes. Al final, si ves que a tu hijo le flipa, dejarás de juzgar a quien hace esa música a lo mejor”.
Bad Gyal, que dice que, cansada de girar, vislumbra un futuro inminente más calmado, enfocada en componer, se mantiene firme y concentrada cuando habla de su proyecto. Pero su gesto cambia, se relaja y dibuja una media sonrisa, cuando se le pregunta por Mushkaa, su hermana y una de las luces más imponentes de una escena urbana que aprovecha el camino abierto por, entre otros, la mayor de los Farelo i Solé. “Siento mucha admiración y me encanta cómo lo está haciendo. La veo con las ideas muy claras. Me siento superorgullosa y, más allá de ser mi hermana, es una artistaza, supercompleta”.