Astérix y Obélix, en patinete, o mejor dicho, en carrinete, sorteando los atascos de la urbe de Lutecia (futura París) e intentando desenmascarar a un gurú de la autoayuda enviado por César, Viciovirtus. Un villano este que utilizará la nueva corriente del pensamiento positivo -léase buenrollismo y empatía, dieta y vida sana- para embaucar y hechizar tanto a las desmotivadas legiones romanas como a los habitantes de la aldea de los irreductibles galos creados en 1959 por Goscinny y Uderzo y que a día de hoy llevan vendidos 393 millones de álbumes. Es el eje alrededor del cual el dibujante Didier Conrad y el guionista Fabcaro (Fabrice Caro) han construido ‘El lirio blanco’ (Salvat), el cómic número 40 de Astérix, que acaba de llegar a las librerías con una tirada inicial de cinco millones de ejemplares en 20 lenguas, entre ellas en castellano, catalán, asturiano, gallego y euskera.
Ambos hablan en entrevista en Barcelona de Viciovirtus, inspirado solo visualmente, recalcan, por “su carisma e influencia”, en las “controvertidas” figuras del político francés Dominique de Villepin y el filósofo Bernard-Henri Lévy. Es un tipo que, Astérix ‘dixit’, “habla por los codos para no decir nada” y “dice palabras bonitas pero intrascendentes”. “Es un villano manipulador y de doble cara, aparentemente dulce, pero que maneja una estrategia oculta -señala Conrad-. El cómic no es una crítica al pensamiento positivo y al desarrollo personal sino a los gurús que abusan de estas filosofías y utilizan estos mensajes para atrapar y manipular a personas frágiles y vulnerables en su propio beneficio”.
Conrad (1959) y el guionista Jean Yves Ferri aceptaron el reto en 2013de continuar las aventuras de Astérix con la bendición de Uderzo (1927 – 2020), que había perdido a su mítico compañero de historieta, Goscinny, en 1977. Tras cinco álbumes –‘Astérix y los pictos’, ‘El papiro del César’, ‘Astérix en Italia’, ‘La hija de Vercingétorix’ y ‘Tras las huellas del grifo’- en ‘El lirio blanco’ quien ha sustituido temporalmente a Ferri es Fabcaro (1973), nieto de abuelo comunista exiliado tras la Guerra Civil y que de niño pasaba los veranos en Santa Coloma de Gramenet, donde nació su madre.
A algún lector podrá parecerle que este Astérix hace apología de la confrontación frente al diálogo. “El equilibrio en la aldea se basa en el conflicto y el caos. Todo lo resuelven con peleas. A diferencia de un lugar donde hubiera paz y llegara un personaje a sembrar guerra y cizaña, aquí sucede al revés. Ese personaje llega a adormecerlos y calmarlos, les aporta serenidad, pero eso rompe la unidad del pueblo -argumenta el guionista-. También les desequilibra animándoles a cambiar la dieta”. Pero a ver quién le dice a Obélix, acostumbrado a banquetes de grasienta carne de jabalí, que se conforme con algo de pescado fresco y verduras o, como le ocurre en un restaurante, con el plato gigante con una minúscula ración de ‘nouvelle couisine’ que le sirve el chef Macrobiotix.
Opina Conrad que “para sobrevivir en cualquier ambiente hay que tener un nivel de resistencia a cualquier ataque o peligro, sea una peste, animales… En una sociedad siempre hay violencia y a un hijo no debes protegerlo de todo porque así no le das herramientas para defenderse por sí mismo”.
Viciovirtus casi consigue que la aldea pierda su rebeldía, que la gente no piense por sí misma. “Eso es catastrófico -clama el dibujante-. Para sobrevivir es necesario tener espíritu crítico. No es bueno que todos sigamos una corriente de opinión como única verdad y sin entenderla a fondo. Tomar decisiones es una responsabilidad personal. La pregunta es: ¿tenemos libre albedrío? El científico Robert Sapolsky asegura en un artículo de ‘Los Angeles Times’ que la sociedad actual no tiene ningún poder de decisión y eso nos deja incapacitados para hacer nada porque como sociedad no controlamos nada. Es catastrófico, deprimente”.
Uno de los personajes que “más se deja engañar por la filosofía del lirio blanco” de Viciovirtus es Karabella, la mujer del jefe Abraracúrcix. Él ve en crisis su relación de “pareja a la antigua, basada en un ‘reparto equitativo’ en el que ella se encarga de las tareas de la casa y la cocina y él, de comer y divertirse con sus camaradas”. “Es una crítica al machismo de él -recalca el guionista- Un intento de abrirle los ojos a su propio machismo y a esa cultura patriarcal de la que mucha gente aún no es consciente, pero por suerte poco a poco va cambiando. Esta pareja siempre me gustó. Aunque siempre se peleaban y ella le lanzaba reproches, noté mucho amor entre ambos. Por eso quise incidir en ese tono más afectivo y emocional”.
Fabcaro, que aprendió a leer con Astérix, busca diversos niveles de lectura para llegar a jóvenes y adultos y salpica la historieta de “anacronismos, como hacía Goscinny”. Hay patinetes, CAVEs (carros de alta velocidad) de RENFE, manifestaciones, atascos… “Nos divertimos con los clichés -concluye-. Hago parodia de los estereotipos de París como capital bohemio burguesa, esnobs que miran a los de provincias desde arriba. Por eso cuando Karabella llega a Lutecia se ve envuelta de pijería que va a museos en los que hay obras de Bánksix o Andiguárjolos”.