En “El aroma de los imperios” –un inteligente ensayo del historiador alemán Karl Schlögel (Allgäu, 1948) sobre dos fragancias y su repercusión en la pugna por el poder durante el siglo XX–, el episodio que peor huele se refiere al humo de los campos de extermino alemanes y a la pestilencia sumergida del gulag soviético. En Auschwitz es el hedor rancio y repugnante de la carne humana que cubre todo el campo como si se tratara de una alfombra. En Kolimá, en cambio, con sus extremas temperaturas bajo cero, el olor a cadáveres parece no dejar huella. Varlam Shalámov, testigo y víctima del Gulag, contaba con amargura cómo en el crematorio polaco era omnipresente el olor a gas y humo, mientras que los muertos de Kolimá el tufo no se percibía. Los cadáveres incorruptibles estaban demasiado consumidos, exangües, y se conservaban en el perpetuo hielo. Los presos no solían morir porque los mataran, sino porque no se les dejaba vivir. El olor circunstancial a pan representaba la supervivencia, mientras que en la cara nazi del exterminio el horno simbolizaba la muerte.
El libro de Schlögel, que publica la editorial Acantilado como otros de este autor especializado en la Europa del Este, es un tour de force a través de las vidas y biografías, la política y la sociedad del siglo XX, que no siempre es fácil de seguir por sus grandes saltos. Los olores como las fuentes históricas resultan a veces erráticos. En la mayoría de los casos, los investigadores no pueden confiar en recetas de perfumes reproducibles, sino en descripciones de testigos contemporáneos. Es una tarea aún mayor para la historia explorar el mundo de los aromas, algo a lo que ha decidido dedicarse en su libro Karl Schlögel dándole un enfoque singular y meritorio. ¿A saltos? Pues sí, dado que se trata de un asunto este de los aromas en el que el historiador alemán no se siente particularmente competente. Eso no significa que no se explique como es debido.
Schlögel sitúa la creación de dos fragancias icónicas, Chanel Nº 5 y Moscú Rojo, en una red de empresas franco-rusas que producían artículos de higiene y perfumes. Antes de 1914, Rusia no solo era una gran potencia cultural, también presumía de poseer grandes fragancias finas elaboradas por matrices de origen ruso y extranjero, especialmente francesas. Ernest Beaux y Auguste Michel trabajaron en Francia y Rusia antes de 1914; uno de ellos, Beaux, abandonó Moscú después de 1919, el otro, Michel, permaneció en la Unión Soviética tras la revolución. El primero se convirtió en el creador de Chanel N° 5, que alcanzó el éxito en Occidente, y al segundo se debe Moscú Rojo, que estableció sus pautas en la Unión Soviética. Schlögel traza un paralelismo de los perfumistas a través de sus biografías y del éxito obtenido. El de Ernest Beaux surge de su relación con la modista Coco Chanel, mientras que Auguste Michel tuvo que imponerse en las empresas sucesoras y en la economía estatal planificada después de la expropiación de las empresas francesas. Con motivo de la Exposición Universal de 1937, el autor de “El aroma de los imperios” cuenta cómo propagandísticamente se perfumaban las obras de construcción del socialismo partiendo del autobombo por las fragancias de Michel. Este, en cambio, pronto desapareció sin dejar rastro; probablemente murió en el Gulag.
En vez de Coco Chanel, en el lado soviético era la comisaria y funcionaria Polina Zhemchúzhina la que se encargaba de los perfumes. Las biografías de ambas le sirven a Schlögel para exponer las grandes diferencias entre Francia y el socialismo soviético. Las dos eran personalidades muy emprendedoras y seguras de sí mismas, pero sus figuras no se correspondían con el ideal de la mujer emancipada: la conservadora Chanel se movió en ambientes aristocráticos y de clase media alta en Europa occidental y colaboró con los jerarcas más refinados de la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial. De 1940 a 1950 mantuvo una relación con el responsable de propaganda y política cultural en la embajada de París. También utilizó sus “armas de mujer” con Winston Churchill, después de 1944 en Francia y Suiza. Su contraparte, Zhemchúzhina, era la esposa del veterano ministro de Asuntos Exteriores soviético, el estalinista Vyacheslav Mólotov. Más tarde fue enviada al exilio por “cosmopolita” en 1949, bien para garantizar la sumisión de su marido o para humillarla. Siguió siendo una ardiente admiradora de Stalin, incluso tras su regreso a Moscú en 1953. La historia de los dos famosos perfumes del libro de Schlögel se sitúa en las esferas del poder y los poderosos, el marketing, la modernización, la industria del lujo y su consumo. En el siglo donde los dos extremos se enfrentaron, dos intensas y embriagadoras fragancias, también extremas, ejemplificaban esa lucha.
El aroma de los imperios
Karl Schlögel
Traducción de Francisco Uzcanga Meinecke
Acantilado, 232 páginas, 20 euros
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