– Hola, lo siento muchísimo. Si te soy honesta, este es un tema que me pone triste, que me baja mucho la energía y me coloca en un sitio donde estoy intentando no estar. Hace tiempo que decidí no ocuparme demasiado de estos temas y ocuparme de mi actriz, y no me está yendo del todo mal, estoy currando y tengo algún proyecto en mente. Hace poco tiempo te hubiera contado todas las tristezas del mundo, pero hablarlo en este momento…uffff. Lo siento infinito.
La experimentada actriz al otro lado del WhatsApp se excusa por no poder dar su testimonio para este reportaje. No es la única ni el único. Muchas veces no es fácil verbalizar lo que sientes en una carrera, la de la interpretación, que es una montaña rusa. Ahora pillas una buena racha y, al poco, sin saber por qué, te tiras meses, a veces años, sin trabajar. Puertas que se cierran. Noes que se reciben. Comedura de coco. Venga, reinvéntate. Haz no sé qué curso. Llama para ver no sé qué casting. Sueños que se rompen una vez tras otra.
Los datos del último informe de la Fundación Aisge, la entidad que gestiona los derechos de propiedad intelectual de los actores, dobladores, bailarines y directores de escena, hecho público pocos días antes de la Gala de los Goya, son demoledores. Sólo el 7% de los actores supera los 30.000 de ingresos anuales y el 77% de los artistas ingresan al año menos de 12.000 euros. Es decir, tres de cada cuatro están por debajo de la línea de la pobreza. “No sé, yo creo que la realidad es incluso peor”, estima David Serrano, director y guionista de cine y de musicales. “Ganarse la vida con la interpretación es supercomplicado, yo siempre recomiendo que tengan otra actividad. Es que hay muchos actores, y mucha gente que quiere ser actor y poco trabajo”.
Tres años sin rodar
Da igual con quién hables. Incluso muchos de los rostros más conocidos han pasado las de Caín. Tras ganar su primer Goya como mejor actor de reparto en ‘La Gran familia española’ (2013), Roberto Álamo se tiró ocho meses sin trabajar. Se llegó a plantear vender su ‘cabezón’ en Wallapop porque no le llegaba. Rosario Pardo (Jaén, 1959), veterana actriz y humorista jienense, estuvo tres años sin un rodaje. “La crisis del 14 me pilló después de ‘Doctor Mateo’, y en esos tres años me comí mis ahorros, la paciencia… Me puse a estudiar otra vez para no deprimirme del todo. Me hice logopeda, fíjate, y cuando me planteaba si dedicarme profesionalmente a ello me llamaron para ‘Cuéntame’”.
Ser actor es una carrera de resistencia, de aguante, pero llega un momento, sobre todo cuando se alcanza cierta edad, que muchos deciden abandonar. “Tengo muchas amigas y amigos a los que no les ha llegado la oportunidad y, claro, cuando tienes cuarentay, ya tiran la toalla”, cuenta la actriz gallega Marta Larralde (Vigo, 1981), que “afortunadamente” sí ha podido vivir de su trabajo hasta el momento enlazando proyectos de cine y televisión, tirando de ahorros a veces y, sobre todo, trabajando su herramienta actoral en los periodos sin rodajes como hacen todos. “Un actor siempre está trabajando, aunque no siempre de forma remunerada. Haces cursos, clases de canto, de cuerpo o cursos de interpretación con directores para cuando llegue el casting estar engrasada. Inviertes mucho en tí”, explica Larralde, que tiene un par de proyectos para este año.
“Es descorazonador”
Es un trabajo que te obliga a estar centrado, activo, en movimiento, en cambio permanente, para poder seguir girando en la rueda. “Es descorazonador. Es muy complicado, es una profesión donde constantemente recibes noes y ni siquiera ya los recibes. Te sientes como la peor de las pulgas”, admite Ana Gallego-Coín (Málaga, 1977), actriz malagueña que, como la mayoría, ha tocado todos los palos, pero ha hecho sobre todo publicidad. Estrenó recientemente una película independiente, ‘Las tres partes del espejo’, pero “desde octubre” no le “suena el teléfono”.
Está en una etapa de esas de no poder más, hastiada de reinventarse: “Es que es un cansancio mental tremendo. Yo he trabajado muchísimo siempre y no he recibido ni una crítica. Ahora mismo no quiero pensar en nuevos proyectos. No sé que hacer […] Es que no hay una industria tan brutal para dar trabajo a todos. Hay más plataformas, pero luego es lo mismo siempre, los representantes tienen sus actores que les funcionan. Yo frecuentemente hago batidas entre los más potentes y yo creo que ni miran lo que envío. Aunque también tengo amigos con gente potente y tampoco les llaman”.
Para llegar a fin de mes, muchos actores hacen de todo. Audiolibros, doblaje, impartir clases de teatro, trabajos en hostelería, animación en la Warner -parque temático de Madrid donde se hacen espectáculos y representaciones-. Canco Rodríguez, conocido por su papel en Aída, puso copas en un garito de Retiro un tiempo mientras tenía ya papeles en televisión. “Tienes que tener una gestión emocional muy buena porque si no te termina por corroer […] yo tuve claro que con esto no me daba, y trabajé en hostelería a la vez para poder comprar una casa y alquilarla, y a la vez vivir de alquiler, y tratar de ir cotizando lo necesario para luego poder cobrar tu paro”, explica otra actriz de cine y televisión.
Un canal del oficio
El actor Fernando Ramallo (Madrid, 1980), que compagina rodajes -cuando salen- con otros trabajos a media jornada, montó hace tiempo un canal de Youtube para contar los claroscuros de la profesión, entrevistando a profesionales del sector, y es referencia para muchos artistas. “Es algo terapéutico, me ha salvado de una depresión seria”, pero no le reporta beneficios, aunque le ha permitido conocer mucho el trabajo detrás de las cámaras, adonde le gustaría dar el salto: “De técnico en el audiovisual hay mucho más trabajo que de actor o actriz. También es más duro. Pero no me importa. Quiero morir estando rodeado de cine”, cuenta el actor, nominado al Goya a mejor actor revelación en 1997 por su papel en ‘Carreteras secundarias’.
Después de numerosas entrevistas y grabaciones en el canal, una de sus conclusiones “es que es un trabajo en el que todo el mundo puede entrar sin tener formación”. “No está reglado, como en otros países que tienes que pertenecer a un sindicato, por ejemplo, y tener una especie de validación oficial para poder trabajar. Creo que nunca va a haber una unión de actores y actrices para luchar por intentar hacer de esto algo mejor”, reseña Ramallo, que pasó de vivir “holgadamente” del cine a gastar todos sus ahorros. “Antes se pagaba más que ahora y había más trabajo”.
Falta de unión
Que no haya un sindicato potente y no hay suficiente solidaridad entre compañeros es una de las críticas más extendidas. “Es un sector muy individualista, vamos cada uno a nuestra bola, no sé si es por el miedo a estar en una lista negra y no trabajar… Deberíamos estar todos juntos para levantar cabeza. Estamos en una crisis perenne. Es un año de cifras terribles de los salarios de los actores”, ratifica Pardo.
Las tarifas, según los numerosos actores consultados para este reportaje, bajan año a año. En cine, en televisión, en publicidad. Cada vez menos caché, cada vez menos dinero por más tiempo cediendo los derechos de imagen (en el caso de la publicidad). Un día de rodaje para una serie estándar de prime time, por ejemplo, puede rondar los 1.000 euros, pero de ahí hay que quitar un 20-25% para el representante y el IRPF. “Igual tienes varias jornadas, seis, siete, pero es que a lo mejor es lo único que ruedas en el trimestre o igual en un año”, cuenta otra intérprete con larga trayectoria en cine y televisión. “En la parte técnica los sueldos han subido y para los actores han bajado”, confirma el director de la exitosa ‘Días de fútbol’.
Desde la Unión de Actores y Actrices responden, sin embargo, que el sector “está recuperándose” de la situación “complicada” que se vivió con la pandemia del coronavirus en una “una profesión tan ligada al ocio, a salir…”. “El sector se va recuperando pero va lento. Además, la estructura de plataformas no ayuda mucho a que ese despegue llegue a los trabajadores, al mismo ritmo que a las multinacionales”, aseguran fuentes del sindicato actoral.
Otra denuncia generalizada entre los artistas es la forma en que se hacen las audiciones, reducidas a muy pocos actores. La “endogamia” que impera en el sector y que denuncian muchos intérpretes. Es raro que las agencias de representación más potentes acepten más actores, sobre todo no jóvenes, a no ser que ya hayan tenido cierto vuelo. “A cierta edad, si no tienes un nombre o reconocimiento, son casting cerrados, que te inviten a uno, de cine o de teatro, es ser un privilegiado, pero si tienen una subvención pública, ¿no deberían ser abiertos? Es un sistema de castas y de amiguismos. Aquí cada uno barre para sus colegas, pero se debería democratizar, siempre se contrata a los mismos cuatro”, lamenta Esther Gimeno, actriz y humorista más enfocada ahora en la comedia -tiene mucho prestigio en la ‘stand-up comedy’- y que le ha podido ir bien “dejándome la piel”.
Relaciones sociales
“Soy actriz cuando me dejan, hago mis propios montajes de teatro, doy clases, de teatro, de monólogos, escribo guiones. Es un poco ‘Elige tu propia aventura’”, bromea Gimeno, que cuenta que en el mundo del espectáculo hay mucho de relaciones sociales, de ir a no sé qué fiesta por la noche o a tal estreno para que la gente se acuerde de ti: “Es que no hay un directorio real. Ni siquiera el propio sindicato promueve a todos los actores y actrices por igual”.
“Estaría muy bien que los directores de casting recibieran gente, que te hiceran pruebas en las épocas que no están con proyectos”, añade Larralde. Gallego-Coín recuerda que cuando el reputado Michael Haneke, que ganó el Oscar por ‘Amor’, montó en Madrid el montaje de ópera ‘Così fan tutte’ hizo casting abierto a través de los representantes, viendo a muchos más artistas que en una audición habitual en nuestro país. “¿Cómo puede ser que Haneke, que tiene fama internacional lo haga, y no pueda ser siempre?”.
Sin tiempo
Serrano, que actualmente dirige el musical ‘The Book of Mormon’ en Madrid, afirma que no es tan sencillo. “Casi no hay casting abiertos en audiovisual porque te podrían volver loco. No hay tiempo para ver a todos. Para ‘Matilda’ [el musical] vimos 700 niños. Para ‘Voy a pasármelo bien’ creo que vimos a más de 300 niños y eso que las directoras de ‘casting’ ya habían hecho una criba”, recuerda Serrano, que añade que a la mayoría de personajes que trabajan en su último espectáculo no los conocía. “Es cierto que los representantes importantes están saturados”, ratifica el director, que cree que el mundo del musical es “más justo” que el audiovisual.
En muchos procesos, además, desde la pandemia, se exige al propio actor que se haga la audición grabándose, ya no sólo presentándose sino haciendo la prueba ellos mismos, lo que les obliga a comprar el material. “Tienes que tener el aro de luz, cámaras, alguien que té de lréplicaca, te tiras horas para hacerlo, y luego editarlo”, cuenta una artista. Otro de las críticas de los intérpretes es algo conocido por todos y que al final muchos aceptan a regañadientes, y son los cursos. Directores de casting que cobran de 300 a 600 euros por enseñar cómo hacer una audición, por ejemplo. Es algo que te permite que el director te conozca, y si hay suerte, le encajes para algún proyecto. “Está perfectamente asumido qué cursos rentan y qué cursos no. Que si renta al menos te va a tocar hacer dos capitulares para una serie meses después como reconocimiento e igual te compensa lo que has pagado”, denuncia Gimeno. “Yo creo que es un poco jugar con la ilusión de la gente que empieza”, añade Gallego-Coín.
Es una manera de seguir rodando, de estar en la brecha. Por lo que pueda pasar. Mejor que se te vea aunque sea un rato en una serie de sobremesa de los canales de toda la vida que no se te vea nada, porque fuera hace mucho frío, durante mucho tiempo. “La gente en los Goya o en los Feroz sale a recoger el premio y dice que quiere trabajar [como hizo Candela Peña en 2013, pidiendo un papel porque tenía que alimentar a su hijo], pero es que el 80% de la profesión no pueden ni acceder a un casting”, añade Gimeno.
Una vez conseguir acceder a la prueba, además, ser elegido es otro cantar. “Yo llevaba una racha de noes”, se sincera Larralde, “de hacer buenas pruebas, varios call-back, en el que a lo mejor quedan solo tres actrices para el papel, pero al final no te sale y no depende ya de ti, sino que es porque esa actriz encaja más para el personaje, porque el productor quiera a otra, porque es rubia o porque es más famosa que tú. A veces son cosas que se te escapan”. Durante ese tiempo de carestía recuperó una idea que tenía desde hace tiempo y tanto su representante como su entorno le animaron a llevarla a cabo.
Trabajar
“El teatro es un círculo en el que no he conseguido entrar; he hecho teatro, pero las compañías no ha seguido o no he estado en ese proyecto. Hay gente que llega y engancha, espero hacerlo. Yo tenía la idea de hacer un monólogo desde hace tiempo y he estado escribiéndolo, llevo ya 40 páginas. Me ha costado mucho. Te exige mucha disciplina”, asevera la actriz gallega, que durante su carrera ha realizado también muchos trabajos en la parte técnica, para Publicidad y videoclips, sobre todo, ya que estudió Comunicación Audiovisual, y da clases de teatro a mayores en Vallecas: “Disfruto mogollón en todo lo que hago”. Al final uno sólo busca tener la mayor estabilidad. “Yo no quiero dar el pelotazo, yo sólo quiero trabajar, trabajar y trabajar”.
El intrusismo es el otro melón a abrir en la profesión. Intrusismo y que se premie y se den papeles a determinados artistas porque tengan más seguidores en Instagram. Eso pasa, reconocen muchos actores, y mucho. “A mí me lo han dicho directores, que igual preferían a una actriz para un papel concreto, pero Producción [sobre todo en el caso de plataformas] prefiere a otra y tienen que coger a esa. Antes no había las redes sociales. Hacías la prueba y si te cogían te cogían”, explica Larralde. Serrano confirma que eso está pasando, pero asegura que es “absurdo”: “Ya que se ha demostrado que el éxito en Instagram no tiene nada que ver con el éxito en taquilla. Lo que sí hace es conseguir visibilidad, porque te garantiza que el actor vaya a programas. Si un actor de teatro va a El Hormiguero, que lo ven 2,5 millones de personas, lo puedes notar en taquilla, que vayan 2.000 personas más”.
La edad, además, sobre todo para las mujeres, es también un hándicap. A partir de los 35 te dejan de llamar. Ya no pegas para los papeles de joven, y tampoco para hacer de madura. “Desde los 20 a los 35 yo tuve una época dorada, muy buena, haciendo televisión”, enumera Gallego-Coín, pero pasó, como el 99% de actrices entre los 35 y los 50 a ser casi invisible. “No sé cuál es la fórmula. Creo que una parte importante es saber moverse, tener ese don”, asevera. “Yo no siento que he abandonado. Sé que tengo mis valías y creo que puedo tener una buena racha o hacerme más mayor para encajar en otros perfiles, como el de la abuela de Casa Tarradellas”, bromea.
“A las mujeres que cumplen 35 años se las dejan de llamar hasta los 45. Es muy injusto. Mucho tiene que ver con los directores de casting”, refleja Serrano, que afirma que se busca a actrices jóvenes para hacer papeles de madre maduras. “A mí me han llegado a querer poner en el papel de madre de una joven de 18 años a una actriz de 35”, pone como ejemplo. Según Gimeno, lo de que haya menos papeles para mujeres maduras tiene connotaciones machistas. “Normalmente los directores y guionistas son tíos blancos heteros, los que generan el imaginario, y a ellos, en verdad, lo que les gustaría, es follarse a una de 25 años y escriben personajes para ellas. En la ficción las mujeres maduras no tenemos cabida si no somos cuidadoras, madres o lapersonaa que le jodió la vida al protagonista”.