Alejandro Jodorowsky no para. A sus noventa y cinco años “y medio”, puntualiza, acaba de regresar a Europa después de estar unos días en Los Ángeles. Tras descansar brevemente en su casa París, ha llegado a Madrid para presentar el documental Psicomagia: un arte para sanar ante dos mil personas los pasados lunes y martes —”mil el lunes y mil el martes”, aclaraban desde su editorial— y protagonizar el próximo sábado un encuentro con sus lectores en la Feria del Libro, con firma posterior en la caseta de la librería Visor. Entre medias, esta mañana ha sacado un hueco para atender a la prensa y presentar en la sede de la editorial Siruela su último libro: La voz del maestro.
Dividido en dos partes, el libro es una colección de sentencias breves a medio camino entre frases zen y mensajes de twitter, red social que el autor de El topo y La montaña mágica utiliza con frecuencia para compartir sus reflexiones y consejos con sus seguidores: “En origen, el libro tenía tres partes. Dos eran más literarias, mientras que la tercera era más teatral. Incluso salía yo, así que la eliminamos. Aunque con el éxito que vamos a tener con este libro, ya publicaremos esa tercera parte que fue empujada para más tarde“, bromeaba Jodorowsky, cuyo objetivo a la hora de escribir el libro era “encontrar la verdad interior”.
“Sin embargo, al buscar esa verdad me encontré con la verdad de mi abuelo. Cada uno de nosotros tiene un pasado, el pasado de sus abuelos, el pasado de sus padres… Si tus abuelos o tus padres están vivos puedes conocer ese pasado, pero esa no es la verdad. La verdad está aquí ahora mismo porque hay dos cosas que no son la verdad: el pasado y el futuro”, explicaba el autor, que reconocía la dificultad que entraña hablar de la verdad debido a su inmensidad y su compleja comprensión.
“Cuando se habla de verdad se habla de creencias. En ese sentido, cualquiera puede tener sus creencias, pero tiene que creérselas de verdad, si no es una tragedia. En nuestro caso, la única realidad que tenemos es la Tierra, que somos terrícolas. Fuimos salvajes, ahora somos civilizados, en el futuro seremos sabios y, posteriormente, conoceremos el universo porque iremos fuera del sistema solar, aunque eso no nos corresponde conocerlo a nosotros. Esto es en lo que yo creo”, reconocía Jodorowsky antes de poner sobre la mesa la idea de que todos los seres humanos estamos conectados.
Todos tenemos el mismo árbol genealógico y, a pesar de la raza de cada uno, al final el esqueleto es el mismo para todos los seres humanos”
“Somos un solo individuo. Todos estamos unidos porque todos somos parientes, todos tenemos el mismo árbol genealógico y, a pesar de la raza de cada uno, al final el esqueleto es el mismo para todos los seres humanos. El hueso es el mismo”, sentenciaba, antes de mirar a este redactor e interpelarle: “¿En qué te puedo ser útil?”. “No sé, esta charla ya está siendo suficientemente interesante”. “Pero pregúntame algo”, insistió el maestro. “¿Cómo se puede conocer ese pasado de esos abuelos y abuelos remotos?”. “Aliméntate bien y vigila la dieta”.
Sanar y dar soluciones
“La ciencia no da soluciones”, afirmaba Jodorowsky, convencido de que es el arte el que está ahí para “sanar y desarrollar la raza humana. El maestro es alguien que te da algo, no que te quita, por eso el cine actual es un veneno, porque no da nada”, declaraba el autor y gurú de origen chileno, que aprovechaba para recordar su proyecto más ambicioso que nunca pudo llevarse a cabo: la adaptación a la gran pantalla de Dune, la novela de Frank Herbert, para la que reunió a un equipo inigualable. Entre ellos Moebius para dibujar los storyboards, HR Giger para diseñar los planetas, Chris Foss, ilustrador del best seller The Joy of Sex para dibujar las naves, Pink Floyd para hacer la banda sonora y un elenco de actores encabezado por Salvador Dalí como emperador y en el que también estaban Mick Jagger, David Carradine y Orson Welles.
“Dune tenía un mensaje diferente. En mi versión, el héroe era el planeta que luchaba por su libertad. No se pudo hacer, pero fue un proyecto que marcó a mucha gente”, aseguraba Jodorowsky que, a continuación, fue preguntado por si había visto las dos películas de Denis Villeneuve. “No voy a ver esas películas, no tengo nada que ver con esa historia. No voy a estar en lucha con nadie”, respondía rotundo el escritor al que la siguiente pregunta le pilló con el pie cambiado: “¿Y la versión de David Lynch la vio en su momento?”.
“¿Quién es David Lynch? No me meto en la obra ajena ni entro en competición con nadie. Lo ignoro”, respondió Jodorowsky, que fue hábilmente asistido por Pascale Montadon, su pareja desde hace dos décadas: “Él vive en el presente”.
Algunos ‘aforismos’ de Jodorowsky recogidos en ‘La voz del maestro’
“No piense, sienta”, proponía Ejo Takata a Jodorowsky cuando el escritor fue discípulo de este maestro zen. Mientras los lectores alcanzan ese nivel de iluminación, La voz del maestro propone decenas de frases que permiten reflexionar sobre la existencia humana y hacer la vida más sencilla, sin con ello caer en la literatura de autoayuda convencional.
Al mismo tiempo
somos lo que fuimos
lo que somos
y lo que seremos.
Nuestros errores
también son útiles:
indican a los otros
lo que no deben hacer.
Me gusta.
¿Se lo digo o no?
Si no nos tomamos la sopa a tiempo,
se enfría.
Lo que damos,
nos lo damos.
Lo que no damos,
nos lo quitamos.
Los símbolos actúan como espejos.
Los sueños solo deben ser interpretados por quien los soñó.
A veces,
si pedimos un consejo,
en el fondo queremos
que nos den
permiso
para hacer
Lo que no nos atrevemos a hacer.