Por mucho que queden seis puntos por disputarse, y que la diferencia con el playoff sea de cuatro, el porcentaje de probabilidades de que el Levante UD aspire al ascenso a Primera División a través de una promoción son tan mínimas como prácticamente inexistentes. Por mucho que la plantilla atesore un potencial y unas cualidades acordes a los objetivos por los que se suspiran en el Ciutat de València, la temporada, a falta de dos encuentros, no solo está muy cerca de ser concluida, sino también de ser catalogada como un auténtico fracaso. Lo que suceda en el Espanyol-Oviedo, programado para este lunes y enfrentando al quinto y al sexto clasificado, determinará si al conjunto granota le queda un mínimo de oxígeno, por muy remoto que sea, o si, matemáticamente, el curso futbolístico queda para la posteridad por ser un año catastrófico, tormentoso e insuficiente en Orriols. El conjunto de Miñambres, pese a que, por enésima vez, se le puso todo de cara para adelantar y recortar con la sexta plaza, no pasó del empate (0-0) contra el Eldense ni transmitió las vibraciones ni el hambre que se exigen en un objetivo tan ilusionante como ascender a Primera División. Faltó sangre sobre el verde, a pesar de que en el Nuevo Pepico Amat hicieron acto de presencia más de 400 granotas con la intención de darle aliento a un equipo que, ni mucho menos, tenía el objetivo perdido, pero que, tras sumar un punto inerte, ha tirado definitivamente la toalla. Únicamente el paso del tiempo acabará con las aspiraciones matemáticas del Levante de promocionar, mientras que la rabia, la frustración y la decepción será creciente según pasen los días. Solo queda pensar en la temporada próxima, corregir los errores y, sobre todo, reflexionar de si este es el rumbo de un club centenario y con una historia tan digna como envidiable.
Las emociones que se sintieron en los instantes previos al encuentro no fueron desconocidas en el levantinismo. Por enésima vez esta temporada, los resultados de sus contrincantes directos por la promoción de ascenso dieron una vida extra a un Levante que, consciente de la importancia de los tres puntos, saltó al terreno de juego del Nuevo Pepico Amat queriendo imponer su estilo y ganarse el derecho de aumentar sus posibilidades, pero el Eldense, revitalizado después de asaltar El Plantío la semana pasada, fue con todo para atar su salvación. Los de Fernando Estévez generaron las más peligrosas del primer tiempo, aunque Andrés Fernández, celebrando su recién renovación, volvió a hacerse gigante bajo palos. La madera, de hecho, se alineó al guardameta, cuando, en el ecuador de la primera mitad, un lanzamiento de Mario Soberón fue escupido por el palo. Antes, el murciano, al ‘9’ local, le sacó una ocasión a bocajarro después de cazar un toque sutil de Juanto, quien, al poco del inicio, fue el primero en desafiar las virtudes del guardameta con un tiro que se fue desviado. Sin embargo, el Levante, en el primer asalto, no estuvo nada fino. Tampoco inspirado, pese a que, con el paso de los minutos, se fue estirando. No obstante, Lozano se quedó a un golpe de fortuna para anotar ante los más de 400 levantinistas que se desplazaron hasta el Nuevo Pepico Amat, pero su disparo, envenenado por un defensor, fue sacado bajo palos por un Mackay que, a la media hora de encuentro, se estiró de manera felina para palmear un disparo ajustado de Oriol desde la frontal. El Levante, actuando a fogonazos, aun tuvo la más clara del encuentro cuando el descanso asomaba por tierras alicantinas. Álex Valle, recogiendo en el pico del área, estrelló un fuerte lanzamiento en el larguero.
El regreso al verde tras el paso por los vestuarios destensó a un Levante que vio modificaciones en su esquema inicial. Fabrício y Bouldini fueron las cartas que pusieron en liza Felipe Miñambres para dar aire fresco al equipo. De hecho, el ‘22’, puso el primero en el marcador del Nuevo Pepico Amat cabeceando un envío procedente desde la izquierda, pero Quintero González interpretó que cometió falta sobre Marc Mateu a pesar de tenerle la posición ganada. Independientemente del chispazo de los primeros compases del segunda mitad, el Levante no plasmó sobre el terreno de juego la tensión necesaria del que vende la ilusión de pelear por un lugar en la promoción de ascenso a Primera. Y eso que Carlos Álvarez, en un ejercicio de talento e inspiración, caracoleó el esférico, se deshizo de sus oponentes partiendo desde la banda y ejecutó un disparo que se marchó, por centímetros, por el palo izquierdo de Mackay. El Eldense, mientras, actuó más por corazón que por cabeza, algo que el Levante no aprovechó a pesar de que la entrada de Pablo Martínez supuso más peligrosidad en tres cuartos de campo. Los visitantes terminaron más volcados en área rival, pero los locales, mediante las botas de Soberón, tuvieron una más. Y Álex Valle, en el descuento, despejó lo que hubiera sido un gol cantado de Jesús Clemente. Un empate estéril, sin trascendencia, y que pone el primer clavo del ataúd a una temporada para el olvido.