Para vengarse de las sanciones que la Unión Europea acababa de imponer a Bielorrusia en respuesta a las elecciones fraudulentas de 2020 y las violaciones de derechos humanos, y apoyado por su socio ruso Vladimir Putin, el presidente Aleksandr Lukashenko empezó en verano de 2021 a financiar y organizar la entrada ilegal en la Unión Europea de inmigrantes procedentes de África y Oriente Próximo, principalmente a través de la frontera que su país comparte con Polonia. La mayoría de esas personas son detenidas por la guardia fronteriza polaca y enviadas de regreso a Bielorrusia, antes de verse empujadas sucesivamente a un lado y al otro de la alambrada y de sufrir hambre, fatiga y torturas en el proceso; que se sepa, 60 seres humanos han muerto y más de 200 han desaparecido en el bosque que separa ambos países desde entonces. La veterana directora Agnieszka Holland, aclamada por su compromiso político y sus aproximaciones cinematográficas a atrocidades como el Holocausto -en títulos como ‘Europa, Europa’ (1990) e ‘In darkness’ (2011)- y el Holodomor de Ucrania -en ‘Mr. Jones’ (2019)- contempla esa tragedia desde diferentes puntos de vista en la película que ahora estrena en España, ‘Green border’, por la que obtuvo el Premio Especial del Jurado en la pasada Mostra de Venecia.
¿Cuándo decidió retratar la situación de los refugiados en la frontera entre Polonia y Bielorrusia a través de una película?
Poco después de que se hiciera público lo que estaba orquestando Lukashenko. En medio de la crisis, el gobierno de mi país decidió crear una zona de exclusión para impedir que acudieran activistas, medios de comunicación, personal médico y organizaciones humanitarias. No querían que se supiera lo que estaba pasando, y eso requería evitar que los refugiados recibieran asistencia. Paralelamente, empezaron una campaña para infundir miedo a la ciudadanía polaca demonizando a los refugiados; los acusaron de ser pedófilos, zoófilos, violadores, terroristas… Sacaron a la luz imágenes falsas de hombres árabes que copulaban con vacas… Esos dos hechos me convencieron de que debía actuar.
Antes de presentar ‘Green border’ en Venecia, usted fue repetidamente insultada y difamada por el gobierno polaco liderado por el ultraconservador Jaroslaw Kacyniski. El entonces ministro de Justicia tachó la película de “propaganda nazi”. ¿Cómo recuerda aquello?
Yo ya sabía que iban a reaccionar en mi contra, pero no esperaba una reacción tan extrema. Me compararon con Goebbels y Hitler, pero también con Putin y Stalin. Dijeron todo tipo de cosas horribles, y cuando llevé al ministro a los tribunales, él dijo que no pensaba hacer caso a la resolución del juez. ¡El ministro de Justicia! Nunca antes había sentido algo así, y eso que durante el comunismo pasé un tiempo en prisión. Porque, a diferencia de entonces, en la actualidad existen las redes sociales, y eso significa que recibí numerosas amenazas de muerte; hasta tuve que contratar un par de guardaespaldas. Lo positivo de todo eso es que ayudó a popularizar la película. Solo en Polonia llegaron a verla 800.000 personas.
El pasado octubre, el partido de Kacyniski perdió el gobierno de Polonia frente a la coalición liberal liderada por Donald Tusk. ¿Qué papel cree que su película tuvo en el resultado electoral?
Creo que hizo su contribución, sí. La estrenamos a tiempo para que chocara con los planes del gobierno ultraconservador de usar el miedo al refugiado como su caballo de batalla, y lo cierto es que la película conmovió a mucha gente, les proporcionó algo parecido a una catarsis emocional. En todo caso, la poca esperanza que el cambio de gobierno me proporcionó entonces ya se ha desvanecido por completo. Recientemente, Tusk ha decidido adoptar la misma actitud que su predecesor frente a los refugiados. El mismo secretismo, el mismo discurso de odio, la misma violencia infligida contra gente indefensa e inocente. Y ninguna otra solución.
Por supuesto, no estamos hablando de un problema exclusivamente polaco…
No, claro. La Unión Europea se muestra totalmente ineficaz e indiferente frente a la crisis migratoria, da igual si hablamos de la frontera entre Polonia y Bielorrusia o si lo hacemos del Mediterráneo. Hemos creado una catástrofe climática tan grave que zonas enteras de tierra se han vuelto inhabitables, y con el pretexto de derrocar dictadores hemos destruido Oriente Medio y provocado el colapso de esos países, y la huida de sus habitantes. Y ahora nos sorprende tener refugiados, y no los queremos. Y la Historia demuestra que no hay ninguna nación que sea inmune a la aceptación de una ideología que apela a los instintos más bajos, sean cuales sean los argumentos. Si las autoridades de un país permiten, alientan u ordenan la estigmatización, la deshumanización y la destrucción de una minoría, siempre habrá personas dispuestas a actuar en consecuencia.
¿Qué opina del auge de la extrema derecha reflejado en las recientes elecciones al Parlamento Europeo?
Que era de esperar; después de todo, es la continuación lógica del ascenso que ha experimentado a nivel nacional en países como Países Bajos, Alemania, Suecia, Francia y, en realidad, en toda Europa. La población europea tiene miedo, a perder sus comodidades y a perder su identidad, y los populistas les ofrecen soluciones frente a ellos, soluciones fáciles. Por supuesto, están basadas en mentiras, pero la gente está dispuesta a creerlas si eso les hace sentirse a salvo.
‘Green border’ contiene imágenes que invitan a hacer paralelismos entre los refugiados procedentes de África y Oriente Próximo y los judíos durante el Holocausto. ¿Son intencionados por su parte?
Absolutamente. Cuando rodé mis películas sobre el Holocausto, no lo hice solo para honrar a las víctimas o recordar lo sucedido, sino para advertir de que aquella barbarie podía volver a suceder. Y, en ese sentido, ‘Green border’ intenta lo mismo. La Unión Europea es un concepto hermoso que, sin embargo, ha dejado de ser eficaz. Fue creada para ofrecernos protección contra al resurgir del fascismo y del tipo de emociones venenosas que dieron lugar a la Segunda Guerra Mundial y el nazismo, y ha dejado de proporcionarla, como una vacuna que ha dejado de surtir efecto. Actualmente tenemos un nuevo virus, y necesitamos una nueva dosis. Lo que sucedió entonces, puede volver a suceder ahora.
¿En qué se traduce eso en la práctica? ¿Qué necesita Europa?
Una política migratoria más sensata y humana. Pero yo soy pesimista al respecto. Limitar la entrada de refugiados no servirá de nada, y la represión y la crueldad seguirán yendo en aumento. Si no tomamos medidas urgentes, Europa podría sufrir un estallido de violencia inimaginable; colocaremos ametralladoras en las fronteras y dispararemos a cualquiera que se acerque, y bombardearemos los barcos en el Mediterráneo. En última instancia las cosas mejorarán, pero para que ese momento llegue aún tienen que empeorar mucho, mucho más.
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