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Adam Driver: “Me pongo furioso cuando siento que no cumplo las expectativas”


Su filmografía puede verse como una colección de cineastas ilustres. Ha trabajado a las órdenes de Clint Eastwood, de Steven Spielberg, de los hermanos Coen, de Martin Scorsese, de Steven Soderbergh, de Terry Gilliam, de Léos Carax, de Ridley Scott -dos veces-, de Jim Jarmusch -otras dos- y de Noah Baumbach– cinco veces-, y acaba de rodar la nueva película de Francis Ford Coppola, ‘Megalopolis’. La que ahora estrena en España, además, es su primera colaboración con Michael Mann: ‘Ferrari’ recrea tres meses de 1957 durante los que el magnate automovilístico se enfrentó a problemas matrimoniales, la muerte de su hijo, el riesgo de ir a la bancarrota y su parte de responsabilidad en una tragedia deportiva que acabó con la muerte de 11 personas.

La marca Ferrari es conocida por todo el mundo pero, ¿cuánto sabía usted de Enzo Ferrari antes de darle vida?

Lo único que conocía eran algunos de sus coches más icónicos. Descubrí la marca cuando era niño, gracias al impresionante Ferrari Testarossa blanco que aparecía en la serie ‘Corrupción en Miami’, de la que mi padre era seguidor incondicional. Desde entonces, la palabra Ferrari significó una cosa muy concreta para mí: obras de arte que se pueden conducir, y que no tienen nada que ver con el tipo de coche que la mayoría de los mortales pueden permitirse.

Ferrari no es la primera figura histórica que usted interpreta. ¿Cuál diría que es el principal desafío a nivel actoral que plantean esos personajes?

A la hora de construir el personaje, hasta cierto punto resulta inevitable inspirarse en los rasgos físicos de la persona real en la que se basa, y, por tanto, se corre el riesgo de convertir la interpretación en un mero acto de imitación. Durante el rodaje de ‘Ferrari’ yo me pasaba dos horas diarias sentado delante de un espejo mientras me maquillaban, y una hora al día más desmaquillándome. El gran reto fue evitar que las prótesis y los cosméticos llamaran demasiado la atención sobre sí mismos y ensombrecieran la humanidad del personaje.

La película sostiene que Ferrari fue un hombre que construyó un muro a su alrededor con el que reprimir sus emociones. ¿Es más difícil encarnar un personaje introspectivo que uno más abiertamente expresivo?

A mí todos me resultan complicadísimos y, a decir verdad, no hago ese tipo de distinciones. La interpretación es un proceso extrañísimo. Durante el rodaje uno está rodeado de gente, y aun así se siente completamente solo, aislado. Y aunque tú sientas que lo estás dando todo mientras filmas una escena, puede que nada de lo que tratas de comunicar resulte visible desde fuera o que, aunque por sí sola la escena funcione de maravilla, tal vez no encaje en el resto de la película. 

¿Resulta frustrante?

Sí, mucho, constantemente, porque demuestra que, como actor, no tienes ningún control. Y eso es terrible, porque al mismo tiempo sabes que, una vez terminada, la película va a existir para siempre, y que tú vas a permanecer asociado a ella de por vida. Por eso es tan importante estar en sintonía con los directores con los que trabajas. Y creo que Michael [Mann] y yo somos muy parecidos en varios aspectos. Los dos somos muy perfeccionistas y creamos expectativas muy altas acerca de nuestro trabajo, y nos sentimos realmente furiosos cuando sentimos que esas expectativas no se han cumplido. 

Pero el perfeccionismo excesivo a menudo es garantía de insatisfacción con el trabajo hecho.

Eso es. Y lo cierto es que a veces, cuando estoy trabajando, me paso los días sintiendo que todo mi esfuerzo no sirve de nada, que he fracasado. Es importante mantener cierta paz interior, no dejar que esa inseguridad te consuma. No quiero dar la sensación de que me paso el día pensando en mi trabajo, pero lo cierto es que actuar me obsesiona. Siento que todo lo que soy se lo debo a la interpretación. Mi familia. Mi estilo de vida. Todo.

¿Suele ver sus propias películas?

Al principio de mi carrera lo hacía, pero no tardé en comprender que me resultaba insoportable. Es muy raro verse a uno mismo en pantalla, y darse cuenta de que lo que creías estar haciendo mientras interpretabas el personaje no era realmente lo que estabas haciendo. En cualquier caso, últimamente me he obligado a volver a empezar a ver las películas que estreno, porque creo que no hacerlo es una falta de respeto al resto de personas que han trabajado en ellas. A medida que me hago mayor, voy cambiando mi percepción de lo que es importante y lo que no lo es tanto.  

¿Cuánto tiene que ver el éxito en ese cambio?

Cuando te conviertes en la persona alrededor de la que gira el rodaje de una película, parte de tu responsabilidad es asegurarte de que la moral del equipo permanezca alta, y de asegurarte de que todo el mundo se siente cómodo trabajando contigo. Tienes que mantener tus ansiedades a raya y no contagiarlas. Y no puedes quedarte en un rincón hasta que te toca recitar tus diálogos y luego largarte. Debes ser un líder. 

Hay quien se queja de que, cuando recrea las vidas de personajes célebres italianos, el cine americano utiliza a actores estadounidenses y no a actores italianos. Antes de interpretar a Enzo Ferrari, usted ya encarnó a Maurizio Gucci en ‘La casa Gucci’ (2021). ¿Qué opina al respecto? 

A nivel personal, siento una responsabilidad añadida al dar vida a un personaje que pertenece a una cultura distinta a la mía, porque me cuido mucho de ser respetuoso con ella. Por lo demás, lo único que puedo decir es que, a menudo, lo que acaba distinguiendo las películas que se producen de las que no llegan a hacerlo son criterios económicos. Ofrecer perspectivas comerciales es necesario para disponer del presupuesto suficiente para hacer una película con libertad. Así es como funcionan las cosas.



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