A finales de los años 90, el ahora escritor sueco Anders de la Motte (1971) era un joven policía. “Un día -explica en entrevista horas antes de participar este jueves en una mesa redonda de BCNegra– un compañero trajo un pastel por su cumpleaños y de repente se abrieron tres puertas al final del pasillo que siempre estaban cerradas. Salieron tres policías, olían a mentol y a tabaco, tenían los ojos enrojecidos y no decían nada, solo asentían con educación. Cogieron un trozo de tarta y se fueron de nuevo. No sabíamos qué hacían allí ni los veíamos nunca. Si alguna rara vez te los cruzabas por el pasillo nunca establecían contacto visual. Eran policías rotos, que tuvieron su momento de gloria y por algún motivo los arrinconaron allí a la espera de su jubilación, porque al ser funcionarios no los podían echar”. En esas “almas errantes”, los define, se inspiró para crear la Unidad de Casos Perdidos de la policía de Malmö, a la que relegan a su protagonista, la brillante inspectora Leo Asker, en ‘El asesino de la montaña’ (Planeta / Columna), su carta de presentación en España.
“Cuando me tocaba turno de noche y había luna llena recibías llamadas inverosímiles -continúa De la Motte-. Gente que decía haber visto un alien o un zombi o que el rey les espiaba. Y tú tomabas nota en el ordenador. Y alguien, como esos policías, debían investigar esos ‘casos perdidos’ en los que nadie quiere trabajar”.
Leo se ve apartada por un antiguo jefe y examante del caso de la desaparición de una joven de buena familia mientras hacía exploración urbana -‘urbex’-, una afición que el autor ha practicado con un amigo explorando lugares abandonados como edificios industriales, hospitales, búnkers de la guerra fría o túneles subterráneos que se adentran en la montaña… Es en la nueva unidad, donde deberá dirigir a un dispar elenco de policías marginados a los que deberá motivar, donde halla las pistas, en una enorme maqueta ferroviaria, que deja un asesino en serie. “Es una figura que representa el mal auténtico. Este tiene algo de ‘El silencio de los corderos’, con un guiño a la mariposa y a Jodie Foster. Me fue fácil inventarlo, aunque no sé qué dice eso de mí…”, sonríe.
Con la pandemia y la guerra de Ucrania, en Suecia han aumentado los paranoicos que se preparan para el fin del mundo en búnkers
La protagonista está marcada por su niñez con un padre paranoico, un ‘prepper’, preparacionista, que se prepara en un búnker para el fin del mundo. “Mantienen una relación de amor-odio. Él es un ‘Don Quijote contra los molinos, contra el sistema. Hoy, tras la pandemia y la guerra de Ucrania, hay muchos en Suecia y también empresas que ofrecen todo lo necesario para sobrevivir en caso de catástrofe, desde depósitos de agua potable a equipos para cocinar sin energía. Nos habían vendido que éramos neutrales y no debíamos temer las guerras pero ya casi somos un país de la OTAN y Rusia está ahí”.
“¿Qué me hacía feliz?”
Tras 8 años como policía, De la Motte lo dejó. “Era impaciente, como Leo, quería tener resultados y avanzar rápido. Y me decían que debía estar aún dos años patrullando, así que me pasé al sector privado”. Y mientras era responsable de seguridad de una tecnológica en Europa, Oriente Medio y África empezó a escribir. “Hasta que vi que no podía hacer ambas cosas. Hice un excel con los pros y los contras de cada una. Pero mi mujer dio en el clavo, dijo que me faltaba responder a la pregunta crucial: ¿qué me hacía feliz?”. Y hoy lleva tres millones de ejemplares vendidos de una quincena de novelas.
“Cuando era policía -recuerda- estabas entrenado para situaciones peligrosas. Me ayudaba el uniforme, que te hacía sentir en tu lugar de trabajo y una vez lo colgabas en la taquilla se quedaba casi todo allí. Bueno, no todo, no podías evitar llevarte a casa parte de las situaciones trágicas o tristes, los duelos o casos que tenían que ver con niños. El miedo dura unos segundos, unos minutos, pero el dolor, la pena se te queda mucho más”.
Denuncia social
Confiesa De la Motte, que “como todo escritor nórdico de novela negra“, tiene presente “la tradición de grandes como Maj Sjöwall y Per Wahlöö o Henning Mankell” y, aunque su premisa es “escribir cosas que gusten al lector” y no ve como “una misión hacer denuncia o crítica social”, sí incorpora temas como “el racismo, el machismo…”.
El machismo que sufre la protagonista se basa en su experiencia policial. “Eran los 90, espero que haya mejorado, pero hay aún mucho machismo. Es un cuerpo muy dominado por el género masculino, en una proporción de 70/30”. Y de racismo, -“existe en todas partes”, lamenta-, habla el ‘bullying’ que sufre Martin Hill, amigo negro de la infancia de la protagonista y ahora famoso experto en ‘urbex’. “Con ellos invierto los roles: ella lo salva a él”, revela.