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Como Martínez

Si ustedes son personas afortunadas (y la fortuna no es otra cosa que poder llevarse un plato a la mesa todos los días), guardarán entre sus recuerdos algún sabor o alguna comida que, como sucede con algunas imágenes o algunas personas, se han quedado prendidas de uno para la vida. A mí me ha pasado, y aunque he tenido la suerte de probar ciertas exquisiteces, lo que acompaña a lo largo del tiempo son comidas de andar por casa: un viaje al alcance de un depósito lleno de gasolina o de unas botas de monte. No amagos de turismo espacial. Las escenas retrospectivas pertenecen a sabores autobiográficos: esa es la importancia de la comida: su rutina y no su incorporación al mundo del espectáculo.

Que el reseñista que les escribe es un ser altamente contagiable, un zelig que empatiza por sobrevivir, al estilo del personaje de Woody Allen, es más que evidente después del primer párrafo con el que me acabo de despachar. Somos lo que leemos y yo acabo de leer “Como los griegos”, de Guillem Martínez (Cerdanyola del Vallès, 1965), un libro que reúne sus artículos para la publicación digital “Contexto” y que usa la comida y la cocina como lanzadera, no como pretexto. No es un libro de recetas, aunque más dos se pueden hacer si usted lo lee. No. Lo importante, como casi todo en la vida, está detrás, nunca a simple vista. Y, en eso, Martínez es un especialista. Le das un papel de caramelo y acaba escribiendo del Torneo de Rugby de las Seis Naciones. La inmensa mayoría de notas biográficas sobre el autor coincidirán en que es periodista, cosa que es cierta, y de los buenos. Pero su escritura va más allá. Igual que en “Como los griegos”. La literatura es una suerte de espeleología: horadar y alumbrar; de vez en cuando parar en la oscuridad oyéndose a uno respirar. Dice Germán Labrador en su excelente prólogo al libro de Martínez: “Este libro va de comer con los ojos y leer con el gusto”. Y más adelante dice: “En las recetas y en la vida, la medida lo es todo”. La unidad de medición, en este caso, son los griegos. Así, sin más. Y nada menos. Sin ellos no seríamos nadie o seríamos una versión más cruda de nosotros mismos. Aparecen en el primer artículo de la serie del libro y lo hacen de la mano de un alemán ilustre. “En su viaje a Italia, Goethe apunta frecuentemente la expresión: “Hoy hemos comido como los griegos”. Lo dice extasiado, pletórico. Lo que nos lleva a la pregunta: ¿qué es comer como los griegos y por qué produce tanto placer? No, no es comer en pelotas. O no necesariamente. Es comer como se come en la “Ilíada” y en la “Odisea”. Esto es, comer en grupo lo que previamente se ha cocinado con las propias manos”. Y ya está. Así se pone en pie un proyecto, se emprende un viaje. También con la ayuda de otros: Goethe, Homero… A la mesa de la escritura y de la lectura conviene tener a los mejores comensales. Martínez lo hace. Y desde aquí les recomiendo que lo inviten al menú de sus lecturas. Como poco descubrirán que el secreto de la mejor escritura es una cintura ancha y unos oídos atentos. Amplitud de miras, solía decirse. Ahora que los ojos propios y ajenos se han reducido al diámetro de una mirilla.

La cebolla, el mejillón, la paella, el bacalao crudo… al pie de cada alimento o receta se desarrolla una nueva receta o alimento que apuntan a un nuevo género literario / periodístico. Cada texto, un pequeño tratado donde se citan la historia, la política, la literatura, la antropología, la cultura… Un Montaigne pop y de prensa diaria. Ha ejercido de periodista en “El País”, “Interviú” y ahora en “CTXT”. Y es autor de libros como “Grandes hits”, “La canción del verano” o “57 días en Piolín”, entre otros.

Para la historia cultural de Oviedo y de Asturias, su nombre no debería resultar indiferente, pues un libro suyo, “Los domingos”, obtuvo el premio Tigre Juan de narrativa en 2021. Su procedimiento fue similar a “Como los griegos”: el resultado de una selección de artículos titulados con el mismo nombre publicados también en “CTXT”. En este caso la edición corrió a cargo del crítico Ignacio Echevarría. Según el jurado de esa edición, la obra ganadora “supone un ejemplo brillante y singular de lo mejor que puede dar de sí ese terreno fronterizo en el que entran en contacto literatura y periodismo”.

Lo mismo podría decirse de “Como los griegos”. Da igual la tarde de un domingo que las gambas de Palamós: en manos de Martínez ambas cosas adquieren la misma trascendencia, ¡más del día a día que de los sucesos históricos. Es empezar por cualquier plato y acabar por decir: “Coman como los griegos. Lleguen a la suela de sus zapatos, y observen el mundo desde esa altura inusitada”. La altura del vino peleón y las latas de mejillones con Daniel; la altura de la compota de manzana de mi tía Chelita; la altura de la sopa de trucha a la que nos invitó Antonio o la altura de la menestra que prepara mi madre. Como Martínez. Las manos, la boca, los pies. La calle, la cocina, la mesa al mediodía.

LNE


Como los griegos

Guillem Martínez 

Escritos Contextatarios 220 páginas, 23 euros



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