Hace un tiempo que Abhir Hathi se aleja de moldes y etiquetas comunes. Y ahí, en un momento de libertad y cambio de prioridades, el rapero canario de ascendencia india -que ya había dejado muestras de su talento en ‘Lazos y nudos’ (2021)- ha creado uno de los mejores y más interesantes álbumes de 2023, ‘Brown boy’, trabajo fraguado en una bendita crisis de identidad que presenta este jueves en Razzmatazz. “Tuve un momento de desenamoramiento, sentí en 2022 que no tenía nada delante de mí”, cuenta Abhir Hathi, afincado desde hace seis años en Madrid, donde al principio compaginaba la música con un trabajo de oficinista. “Gracias a Dios lo dejé, no quería hacer lo que me mandaban, no me llevo bien con la autoridad”, señala. Y hacer lo que le ha dado la gana ha tenido un resultado sobresaliente.
El de Las Palmas de Gran Canaria, de 28 años, cambió la manera de ver un concepto clave en todo esto: el éxito. El éxito que se basa en números, métricas, listas y demás cosas relacionadas más con la calculadora que con el arte. O como define él mismo: “Pensaba en el éxito de otra forma, en cómo se concibe para el mundo, para el mercado y para la gente que empieza a hacer música“. “El aprendizaje más grande de los últimos años es el cambio de percepción de lo que es, como músico y como persona. Ahora creo que es la tranquilidad, poder disfrutar sin tener un peso en la espalda o neblina en la cabeza”, señala. “Me gusta mucho lo que dice siempre mi mánager: esto es un negocio de canciones, no de ‘likes'”, zanja. Y de canciones que gustan va lleno ‘Brown boy’, que cuenta con colaboraciones como Quevedo, Ébano, Juicy BAE o Cruz Cafuné.
El disco del ‘chico marrón’, que ha contado como mano derecha en la producción de Saint Lowe, es una reivindicación de sus orígenes, de su manera de entender el negocio, desenganchándose del mundo de las tendencias musicales, pues el disco tiene un aire experimental que traduce todo esto. “Vi que mi niñez tiene mucho más que ver en mi condición presente de lo que yo pensaba. Y quise separarme del mundo hermético este de la música urbana y el rap, que es muy guay porque está avanzando a pasos muy grandes, pero siento que me limita un poco también”, comenta Abhir Hathi.
El rapero también menciona el racismo con el que ha convivido por su condición de hijo de migrantes. Y la responsabilidad con la que vive eso: “No quiero que sientan [sus padres] que el sacrificio que han hecho lo estoy tirando por la borda haciendo el tonto con un micrófono. El sacrificio que ellos han hecho por mí es mucho más heavy del que yo pueda hacer por nadie”.
En la España diversa
En ‘Bombay a Las Palmas’ dibuja su viaje y saca pecho diciendo:“Así es como me río de la gente que solo pue’ ser racista detrás de foto de anime”. Directo como es, Abhir Hathi comenta que no tiene mucha esperanza de que España sea en breve un país menos racista. “No creo que cambie pronto, pero voy a seguir callando bocas. Yo me lo tomo bien, pero me lo como y lo convierto en gasolina”, sentencia.
Todo esto en una España que musicalmente ya no es un país blanco, pues existe una generación de artistas que, como él, son hijos de padres de orígenes muy diversos que ocupan al fin la primera línea. “Para mí hay un nombre que lo cambia todo: MDLR, o sea Morad y Beny Jr. Son luz para gente como yo que, en algunos momentos, me he podido cuestionar por qué no conecto con equis gente por ser marrón. Y me he acordado que están ellos y no tiene que ser así. Morad y Beny tienen ‘palos’ que cantan en barrios pijos de Barcelona y en la Castellana. Han sido para mí lo que ojalá pueda ser yo para algún chiquillo que se lo esté pensando”, zanja.