El miércoles estrenó en Madrid Burro, un monólogo basado en textos clásicos sobre pollinos, montado por la compañía ‘Ay Teatro’. Desde El asno de oro de Apuleyo al Platero de Juan Ramón Jiménez, pasando por Don Quijote, Shakespeare, Ovidio o las Fábulas de Esopo, Fedro, La Fontaine, Iriarte y Samaniego. Versátil y multipremiado, Carlos Hipólito (Madrid, 1956) es perfeccionista y amante de las películas de terror.
Usted ya representó Historia de un caballo, de Tolstoi. Ahora hace Burro. Es claramente un descenso de categoría.
Sí. Mucha gente lo interpretará como un descenso en el escalafón animal. Pero no, porque resulta que estoy muy contento de hacer de burro. Es un animal muy especial y muy lindo.
¿Se le da bien hacer el burro?
Bueno, a mí me divierte mucho este personaje que se ha inventado Álvaro Tato. Me está congraciando con los burros y me hace recordar a burros que he conocido yo en mi vida en todos los ámbitos. [ríe].
La obra pretende explorar la relación entre el animal y el ser humano. ¿Cuál de los dos se lleva el gato al agua?
En mi opinión, el burro, pero el público sacará sus conclusiones. Es un burro de 6.000 años que lleva en el planeta desde antes de que esos monos raros que luego se llamaron hombres se adueñaran del mundo a palos, y nos explica cuál ha sido su relación con los humanos a lo largo de la historia. A partir de ahí, la obra se hace una pregunta: entre el hombre y el asno quién es la bestia. Yo personalmente tengo clarísima la respuesta.
Hace 14 personajes, casi todos pollinos. ¿Con cuál se identifica más?
El burro narrador es el que más me divierte. Pero también hago personajes humanos, que van apareciendo: criada, ladrón. Y de muchos burros: el burro viejo, la madre del burro, la prima del burro…
Siempre ha defendido saltar de un género a otro, ponerse en riesgo, no quedarse en la zona de confort.
Es que a mí me gusta indagar todos los rincones de este oficio y meterme en lugares donde hay cierto reto. Después de hacer El proceso, de Kafka, qué mejor que hacer de un burro que canta [ríe}.
¿Dónde escucha actualmente más rebuznos?
El burro de Sancho Panza cuenta en un momento de la obra que fue a la hacienda de Don Quijote, el hidalgo, y que la encontró en ruinas, pero que la biblioteca estaba intacta. Entonces se comió todos los libros, y esos libros le dieron el don de la palabra. Y le dice el burro a su sombra: «Pero ya sabes que me callo cuando hay humanos cerca, porque no quiero acabar en el circo o en el Congreso». Ahí te he contestado.
Lleva 45 años de oficio. ¿Va aprendiendo?
El otro día pensaba: «Realmente yo ya no es que tenga tablas, es que tengo serrín en las venas, de la cantidad de madera que he pisado. Sí que voy aprendiendo, y me voy dando cuenta de que me queda menos tiempo para todo lo que tengo que aprender todavía, porque cuanto más sabes más te das cuenta de tus carencias».
Presume de que la vanidad le resbala. No conoce el paro. ¿Se encuentra estupendo?
Estupendo en general no me encuentro. Me hizo gracia una persona que decía en una entrevista: «Yo básicamente me detesto». No es mi caso, pero tampoco estoy tan encantado de conocerme. El tiempo me ha dado herramientas, práctica, experiencia para poder ir desarrollando cada vez mejor la materia prima e irme comunicando con más facilidad con el público, que al final es de lo que se trata. Pero también me doy cuenta de que todavía hay muchas cosas que no sé hacer, y que me gustaría hacer mejor.
Ha hecho todo tipo de personajes. ¿Le falta monja o asesino en serie?
Sí. Y mira, Heidi no lo he hecho. Una vez me dijo un director muy simpático que me iba a dar ese personaje, Heidi, porque pensaba que ya podía hacer todo. Estaría bien, ahora que está tan de moda lo de travestirse.
Siempre será recordado por ser el narrador de Cuéntame cómo pasó, en TVE. ¿Qué le ha dado Carlitos Alcántara?
Después de 23 años… Y empezamos pensando: «¿Llegaremos a una segunda temporada?» Carlitos me ha dado una cosa estupenda. El reconocimiento de un montón de gente haciendo un personaje solo con la voz. Siempre pensé que la voz en off de Cuéntame sería un trabajo muy anónimo, y sin embargo se convirtió en un personaje más. Eso me ha regalado el cariño de mucha gente. Y, sobre todo, me ha permitido estar en una serie que ha hecho historia y, como no salía en imagen, poder hacer a la vez otro montón de series donde sí aparecía. Ha sido un trabajo precioso.
Ha dicho que a los políticos no les interesa el teatro. ¿Está seguro de que algunos no entrenan en casa?
Sí, lo intentan a veces, con muy poca fortuna, porque en la política hay muy malos actores. Se les nota mucho cuando mienten [ríe].
¿Qué es lo más exótico que ha hecho en un escenario? ¿Bailar con un tutú de tul en Billy Elliot?
Sí. Ir vestido de minero y ponerme un tutú blanco de tul para hacer piruetas como papá de Billy Elliot fue probablemente una de las cosas más insólitas que me ha tocado hacer.
¿Después de Burro qué le espera?
Burro me va a llevar un año, porque recorreremos toda la península y las islas. Luego haré otra función de teatro, y espero que salga una serie de televisión muy chula, de la que aún no se puede hablar.
¿Y en ballet prepara algo, tras el minero con tutú?
En ballet, no [ríe]. En ballet de momento he colgado las zapatillas y, además, me he soltado el moño, que me tiraba mucho.