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Camila Sosa Villada, escritora trans: “Me sorprende la cantidad de maricones, lesbianas y travestis que apoyan a Milei”

Es importante apreciar los matices que las distintas costumbres a un lado y otro del Atlántico dan a las palabras. ‘Trans’, por ejemplo, la escritora argentina y trans Camila Sosa Villada (41 años) jamás utilizará esa palabra literariamente aunque su celebrado libro ‘Las malas’ dio el disparo de salida a la tendencia visibilizadora del fenómeno en la literatura. Aquella novela la colmó de grandes premios y la hizo pelear junto a Colm Toibin, Karl Ove Knausgard y Jonathan Franzen al prestigioso Dublin Literary Award el pasado año. 

Desde la Córdoba argentina, su ciudad natal, Sosa Villada reivindica el término ‘travesti‘ que tiene, dice, otras connotaciones. “En Latinoamérica siempre hemos dicho travestis, lo de trans lo decidieron en Europa. No sé quién lo hizo. ¿Quizá Paul B. Preciado? -bromea- [en realidad fue el médico germano-norteamericano Harry Benjamin en los años 40]. Para Sosa el asunto viene de aún más lejos: “Ignoran una nomenclatura que ya fundó al mundo entero porque los travestis existimos antes de que llegaran los españoles, entre los mapuches, los incas y los mayas, y lo somos ahora independientemente de que tengamos o no pechos y vaginas. Además, la palabra está cargada de imágenes como la noche, la pobreza, la ropa, los clientes, los crímenes, el rechazo. Trans me parece una identidad falsa nacida de un repollo”. 

La trampa de los sentimientos

La novela que siguió a ‘Las malas’, esta ‘Tesis sobre una domesticación’ que ahora publica Tusquets, cuenta la trampa sentimental en la que se ve atrapada una actriz de renombre empeñada en protagonizar una nueva versión de la carismática ‘La voz humana’, de Jean Cocteau. La actriz travesti se ha construido una familia ejemplar, con un abogado brillante y homosexual como marido y un niño adoptado necesitado de retrovirales. El trío forma un modelo digno de ser fotografiado a todo color, hasta que ella finalmente percibe el peligro, la domesticación. “El momento de gracia de una persona es cuando descubre los eslabones de una cadena que la esclaviza y ahí tiene la disyuntiva de seguir atada o bien romperlos. Es lo que hacen los replicantes de ‘Blade Runner’ y a eso me enfrenté cuando me di cuenta de que yo misma como actriz -Sosa es también dramaturga e intérprete- iba a quedar relegada en un mundo en el que podemos ser invitadas pero nunca protagonistas”. 

La autora, que confiesa su miedo a formar una familia, se muestra bastante alérgica al matrimonio convencional. “Mi última pareja se rompió cuando él intentó presentarme a sus primos, sé que no fui justa pero no me interesa una relación que no contenga una experiencia que valga la pena vivir y ser escrita”, explica, añadiendo que su palabra más temida es “asfixia”, miedo a que te encadenen y te enjaulen. Y buena parte de las tareas de la jaula familiar tienen que ver con los cuidados, cuya condición Sosa especifica. “La trampa es convertir los cuidados en un acto de amor, y ahí las mujeres y las travestis tenemos las de perder. Cuando en realidad son una responsabilidad, un deber que tiene que ser compartido y ecuánime, no debe costarle más a uno que a otro. Poner el acento en el amor es muy peligroso”. 

Milei y la concepción psicopática

Cuando se le pregunta cómo está afectando, al colectivo LGTBI el ascenso de Mileiun ascenso que en Europa se percibe como ominoso, Sosa sonríe amargamente. “Es verdad, es ominoso. La gente tiene miedo, el viejo, el comerciante asentado y el vendedor ambulante. Hay una concepción psicopática sobre quien será el próximo afectado por una nueva medida. Lo peor que está pasando es la inflación y ahí estamos metidos todos. Ahora bien, me sorprende la cantidad de maricones, lesbianas y travestis que apoyan a Milei. ¿Por qué su mundo les parece atractivo y justo? No lo puedo entender. Imagino que hay una respuesta pero yo no la daré, eso se lo dejo a los sociólogos. Lo único que se me ocurre es que llegó la hora para todos, cis y trans, de ser crédulos y cretinos”. 

Mientras tanto, a la autora le da una cierta vergüenza afirmar que esta Argentina enloquecida le produce más ganas de escribir. Y es que ella no concibe la escritura si esta no es hija del caos: “Conozco bien lo que es eso porque me crie en los 90 y este es un mundo que se me parece. Es el mundo de mi infancia y adolescencia donde todo era peligroso y los saqueos y la violencia eran el pan de cada día. En estos últimos tiempos percibo un clima distinto. Antes pasaba desapercibida por la calle, ahora mucha gente vuelve a contemplarme como un peligro. Sé que es un horror lo que digo, pero eso es un acicate para mí como autora. ¿A quién le interesan los libros de los escritores felices”. 



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