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Adiós al pintor más longevo del mundo

Como dijo Ciceron en su defensa sobre la vejez: “Nadie, en realidad, se considera tan viejo que no piense que puede vivir un año más”. Eso mismo debía de pensar el artista gallego que ostentó el título del hombre más longevo de España y el de pintor en activo más veterano del mundo: el vigués Luis Torras. Con ese ánimo joven, cada año al acercarse el 29 de diciembre, abría las puertas de su casa para hablar de la vida y de su mundo pictórico a FARO, del grupo Prensa Ibérica, del que era el suscriptor más antiguo.

Lúcido y desprovisto de andadores u oxígeno, sin más ayuda que un audífono: “Trabajo como si fuera a vivir cien años más”, solía afirmar. Así, hasta los 111.

Este año, sin embargo, no quiso hacer ninguna entrevista en la fecha de soplar las velas, porque “no se encontraba muy bien”. Y eso que convertirse en el hombre más anciano de España le dotó de una popularidad más extraordinaria. Aún así, rehusó participar.

La ausencia reciente de su compañera de vida, María Jesús Incera, que fallecía el 19 de junio de 2023 con cien años –a solo un mes de cumplir los 101– le había afectado. La muerte de la mujer con la que se casó en 1946 le había ido marchitando algo por dentro, reconocían sus familiares.

La mujer de Luis Torras, María Jesús Incera, ante un cuadro en un homenaje en la Escuela de Artes y Oficios de Vigo. Ricardo Grobas


Y el domingo, su incombustible motor decidió pararse. “Fue en el hospital; le llevamos porque no se encontraba bien y los doctores consideraron que estaba en sus últimos momentos”, indicaron. “Ya hacía meses que no pintaba. Tenía más dificultades para moverse…”. También, avanzaron que, por deseo expreso del artista, no se celebrará ningún evento de carácter social con motivo de su fallecimiento.

La vida del enjuto y austero artista figurativo que vivió apasionado por la pintura y con la obsesión de desenfundar sus pinceles a diario, se apagó lentamente el mismo día que lo hacía el alumbrado navideño de Vigo. Él decidió inmortalizarlo en uno de sus lienzos, con el gran árbol en Porta do Sol y con motivo de su 107 aniversario.

A la izquierda, cuadro de la Porta do Sol viguesa en la Navidad de 2018. A la derecha, un bodegón. Marta G. Brea


Luis Torras, nacido en 1912, dejó un legado lleno de luz. Tras décadas de oficio, su herencia pictórica es ingente: desde bodegones con pan de centeno, peras o sardinas (él confesaba que comía habitualmente pescado azul), a paisajes de sus localidades fetiche, como O Berbés de Vigo, A Guarda o Combarro, pasando por escenas náuticas, un Cristo de gran formato o retratos de familiares como su mujer o su hijo.

“Tendré más de quinientos cuadros, no llevo la cuenta, pero he roto muchos porque solo conservo los que considero que pueden estar a la altura”, explicaba en una de las últimas entrevistas con este periódico.

Dos pandemias

Sobrevivió a dos pandemias, la de gripe y el COVID, a una guerra civil que le robó la audición de un oído, y al hastío que supone, para muchos otros, el sumar tantas vueltas alrededor del sol.

Torras con el escultor Silveiro Rivas. Marta G. Brea


La gripe española le cogió siendo un niño que iba a clase de pintura con Vidales. Había cogido los pinceles con solo siete años. Cien años después, el coronavirus no había alterado mucho sus costumbres taciturnas, con estrictos horarios para levantarse, desayunar, leer el periódico, pintar…

La Casa das Artes en la que fue maestro fue sede permanente en Vigo de su colección y también el espacio elegido para una muestra antológica. La de 2008 fue la última muestra individual de Luis Torras, que donó a su ciudad más de medio centenar de lienzos.

Obra de Luis Torras. Cedida


Homenaje

Antiguos alumnos de la clase de dibujo ornamental que impartía y otros profesores de diferentes disciplinas, celebraron un homenaje por su 104 cumpleaños, que solía recordar. “Que casi cincuenta años después, los estudiantes de Artes y Oficios se acordasen de mí, fue uno de los actos más emotivos de mi vida”, reconocía. “Por lo menos, me he despedido de todos mis amigos y me ha dado tiempo”, sonreía. “Me voy satisfecho, no solo por mí, si no por mis alumnos y la gente con la que la he compartido”, explicaba el pintor figurativo desde el taller de su casa en la calle Emilia Pardo Bazán. Su madre había fallecido en esa misma casa donde vivía él a los 104 años, sin necesitar ir al médico. Consultado sobre el secreto de la longevidad, decía: “Si lo supiera, no lo diría; lo explotaría”.

Y es que Torras había llegado a una edad en la que se permitía reírse de su propia muerte: “Yo me planto”, solía decir en su aniversario.

“Aplicaba directamente los pigmentos, dando a su extensa obra una impronta muy personal”

El vecino de Luis Torras y artista plástico vigués Xavier Magalhaes definió a su colega como un “hombre de carácter y gran pintor”. Tras conocer la muerte del artista, aseguró: “Nos deja un vacío grande por su partida hacia las estrellas, pero una extensa obra, donde los pigmentos eran aplicados directamente, dando una impronta muy especial y personal a sus cuadros, con la misma frescura que su conversación, dejando al espectador participar sin tabúes de su obra”.

Asimismo, la pintora Elvira Caamaño –que también fue profesora de Bellas Artes– y conoce los trabajos de Luis Torras por la exposición permanente en la Casa das Artes, asegura que llegó a promover que se hiciera alguna retrospectiva con su obra, muy difícil de ver en exposiciones. “Son unos cuadros muy elegantes y armoniosos, en colores fríos y neutros, con buen dibujo, buena composición”, valora. “Es una gran pérdida para la pintura gallega”. Tras conocerse la noticia, artistas y personas anónimas, incluso algún profesor de la EMAO, lamentaron su muerte en redes sociales.

En una de los últimas creaciones en las que estaba inmerso, con nada menos que 110 años, se veía un tiovivo con trazos coloreados sobre un lienzo cubierto con cal. Luis Torras tampoco accedía a vender su obra. “Los cuadros que tengo, los cederé al Ayuntamiento”, llegó a asegurar en alguna ocasión.



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