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¿Y si el rock lo inventó una mujer?


De ella se ha dicho que fue “la madrina del rock and roll”, que “ayudó a dar a luz a ese género”, que “jugó un papel importante en su creación”, que “influyó”, “dejó su huella”, “inspiró” … Son demasiados rodeos y eufemismos para negar, o cuando menos esquivar, el hecho de que la talentosa y electrizante cantante y guitarrista Sister Rosetta Tharpe fue la primera en hacer rock and roll, cuenta EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.

Chuck Berry, Little Richard, Jerry Lee Lewis y Elvis Presley reconocieron su indudable influencia en ellos. También Johnny Cash, Tina Turner o Jimy Hendrix. Pero Tharpe tuvo siempre demasiadas cosas en contra en su tiempo: ser mujer, negra y bisexual. A pesar de su temprano éxito comercial y de ser considerada una guitarrista excepcional con una larga carrera de conciertos en los lugares más emblemáticos de Estados Unidos, cuando falleció en 1973 fue enterrada en una tumba sin lápida, como triste y lastimosa constatación de su negación, menosprecio y olvido por parte de la cultura popular.

Enlazando con la pregunta que encabeza estas líneas, habrá que continuar planteando más interrogantes: ¿y si el caso de Rosetta Tharpe es otro de tantos de mujeres cuyos logros fueron silenciados? ¿Y si estamos ante una guitarrista innovadora, firme, atrevida que contribuyó al mundo de la música tanto o más que otros artistas masculinos y que, sin embargo, no ha recibido el mismo trato silencioso y olvidadizo en los libros de historia de la música y en la memoria colectiva? Busquemos algo de luz para responder a estas cuestiones.

La escritora estadounidense Janice Kaplan escribió: “La hermana Rosetta Tharpe puede ser la estrella de rock and roll más famosa de la que nunca hayas oído hablar. Si no conoces su nombre, trata de imaginar a una mujer afroamericana con un vestido largo de lentejuelas blancas y tacones altos, recorriendo Estados Unidos en las décadas de 1930 y 40 con una guitarra eléctrica colgada al cuello”. Otra periodista norteamericana, Kate Streader, planteaba que “no es ninguna novedad para nadie que las mujeres han sido pasadas por alto en la música desde su creación, aunque es el nombre de Sister Rosetta Tharpe el que sirve como una de las mayores injusticias en este sentido. Su nombre sigue siendo ampliamente desconocido teniendo en cuenta la inestimable influencia que tuvo en las generaciones de artistas de rock and roll que le siguieron”.

En el Cotton Club

Rosetta Tharpe tuvo que afrontar barreras sociales y raciales desde su infancia. Nacida en el profundo sur estadounidense (Cotto Plank, Arkansas, 20 de marzo de 1915), algunas fuentes aseguran que a los cuatro años comenzó a tocar la guitarra y que dos más tarde ya era una niña excepcionalmente habilidosa con el instrumento. Hija de recolectores de algodón y predicadores, comenzó a acompañar a su madre, Katie Bell, a la iglesia donde maravillaba a los feligreses, que se referían a ella como “el milagro del canto y la guitarra”.

Estaba dispuesta a cruzar líneas prohibidas, a romper barreras, a dejar que su carisma y su determinación pudieran transitar en otros estilos musicales en los que se desenvolvía con brillantez, pero el precio a pagar era muy alto”

En 1938 se trasladó junto a ella a Nueva York. Allí, Rosetta entró primero a cantar al famoso Cotton Club y después se unió a la orquesta de Lucky Millinder. Pese a que su estilo principal era el góspel, sus incursiones en la música secular sentaron mal en su cercano y envolvente ambiente de intolerancia religiosa en el que vivía, y que consideraba cualquier alejamiento de la música religiosa un acto poco menos que diabólico. Por ello se vio obligada a tocar muchas veces en privado los temas de jazz, blues y swing en los que ponía tanta determinación como con los de góspel. Ella estaba dispuesta a cruzar líneas prohibidas, a romper barreras, a dejar que su carisma y su determinación pudieran transitar en otros estilos musicales en los que se desenvolvía con brillantez, pero el precio a pagar era muy alto.

Sin embargo, su primer éxito, ‘Rock Me’ tuvo inevitablemente una raíz gospeliana. Aquel año de 1938 actuaría en el Carnegie Hall en el concierto ‘From Spirituals to Swing’, donde algunos críticos y estudiosos ya atisban la interpretación de los primeros temas de rock and roll de la historia. “La hermana Rosetta Tharpe tocaba rock’n’roll mucho antes que nadie”, dijo el teclista Lonnie Liston Smith en una entrevista de la revista Richmond en 2018.

Una guitarrista excepcional

A mediados de los 40, Tharpe logró un contundente éxito con el tema ‘Strange Things Happening Every Day’, un título que incluía toda una premonición sobre la posterior opacidad histórica que sufriría como artista, y donde se podía apreciar ya su particular y avanzada forma de rasgar las cuerdas de la guitarra, que iba más allá de los tradicionales acordes, situándose en el umbral del rock and roll.

Aunque vocalmente, como mezzosoprano, mantenía un estilo mordiente, este quedaba ensombrecido ante su apabullante virtuosismo con la guitarra. Ella no estaba dispuesta a ocultarlo sobre el escenario, donde se movía con energía y tocaba el instrumento avanzando sonidos que inspiraron a muchos héroes de la guitarra años más tarde: “Ellos no pueden tocar como yo. Toco mejor que un hombre”, llegó a decir. No era una boutade ni una apreciación vanidosa: la revista Rolling Stone la consideró el pasado mes de octubre la sexta mejor guitarrista de la historia, por delante de B.B. King, Keith Richards o Carlos Santana, en una lista encabezada por Jimy Hendrix, quien manifestó en una ocasión que él “sólo quería tocar como Rosetta”.

Jimy Hendrix manifestó en una ocasión que él ‘sólo quería tocar como Rosetta'”

Sus grabaciones discográficas y éxitos se iban sucediendo. Sus matrimonios, también. Se casó tres veces. Pero fue su relación con la también cantante Marie Knight la que más dio que hablar. Con ella formó un dúo musical y, aunque ambas siempre lo negaron, era un secreto a voces que mantenían también una relación amorosa. Eran años de intransigencia absoluta y una relación homosexual era repudiada no sólo por la comunidad religiosa.

A ello se añadía la barrera racista: en algunos estados cuando ambas estaban de gira les prohibían la entrada a hoteles y restaurantes. Por ello, Rosetta acomodó un autobús para poder dormir y comer en él durante las giras. Su relación con Marie Knight terminó cuando esta perdió a su madre y a dos de sus hijos en un incendio. Aquel fue el final de su vinculación, aunque volvieron a reunirse esporádicamente sobre un escenario años más tarde.

Enterrada en una tumba sin lápida

La popularidad de Tharpe comenzó a decaer en los años 50, pero su carrera aún experimentó un renacimiento en 1964 cuando emprendió una gira europea junto a Muddy Waters y otros artistas de blues. Memorable fue su actuación el 7 de mayo de aquel año en una estación de tren de Manchester. La influencia e impacto que causó aquel concierto de góspel y blues en músicos británicos fue reconocida, entre otros, por Mick Jagger, Eric Clapton, Brian Jones y Jimmy Page.

En 1970 sufrió un derrame cerebral y ese mismo año las complicaciones derivadas de su diabetes obligaron a amputarle una de sus piernas. Aunque llegó a ofrecer alguna otra actuación musical, tres años más tarde, el 9 de octubre de 1973, fallecía en Pensilvania, a la edad de 58 años. Fue enterrada en el cementerio de Northwood bajo una tumba sin lápida.

Pese a que algunos de los mayores artistas de la historia del rock reconocieron en ella su influencia, la figura de Rosetta Tharpe se mantuvo bajo un manto de olvido durante muchas décadas. Elvis Presley grabó varias de sus canciones, Chuck Berry reconoció que su carrera se había inspirado enteramente en ella, Little Richard subió a un escenario fuera de una iglesia invitado por ella por primera vez y aseguró que la admiraba desde niño y Johnny Cash la recordó en su discurso de ingreso en el Salón de la Fama del Rock and Roll. También reconocieron su influencia en ellos Bob Dylan, Aretha Franklyn, Tina Turner, Jerry Lewis o Carl Perkins. Pero hubo que esperar varias décadas tras su muerte a que se hiciese algo de honor y justicia con su nombre.

En 2007, fue incluida póstumamente en el Salón de la Fama del Blues y once años después culminó también su ingresó en el Salón de la Fama del Rock and Roll. En 2008, se organizó un concierto con el objetivo de recaudar fondos para colocar una lápida con su nombre en su tumba. Ahora, en ella se puede leer: “Podía cantar hasta hacerte llorar y luego cantar hasta que bailaras de alegría. Ayudó a mantener viva la iglesia e hizo disfrutar a los santos”. Tampoco habría estado mal grabar sobre esa piedra una de sus frases más recordadas: “Oh, estos chicos y el rock and roll, esto es sólo rythm and blues acelerado, lo he estado haciendo desde siempre”. O esta otra: “Aquí yace la mujer que inventó el rock and roll”. Sin interrogantes. 



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