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Carmen Machi: “Tienes que hacerlo muy bien cada día para que tenga sentido que cobres”

Vuelve al teatro cuatro años después del estreno de ‘Prostitución’, su último proyecto sobre las tablas, dirigido por Andrés Lima, con el que estuvo de gira hasta 2022. Lo hace con ‘Nuestros actos ocultos’, un thriller escrito a su medida por el director y dramaturgo argentino Lautaro Perotti, con quien repite tras ‘Cronología de las bestias’, y en el que comparte escenario con Santi Marín y Macarena García, su ‘hija’ en ‘La Mesías’ y con la que tiene, también aquí, una relación compleja y atormentada. Inspirada en ‘Yerma’, de Lorca, ‘Nuestros actos ocultos’ se estrena en las Naves del Español en Matadero de Madrid el próximo 16 de enero y es una historia sobre el deseo de ser madre y sobre el deseo de no serlo, sobre el deterioro mental y el deterioro de nuestros vínculos, sobre la incapacidad de hablar y sobre esos sueños que, de tanto manosearlos, se han convertido en fantasmas.

Lleva trabajando desde los 17 años, ha hecho teatro, cine y televisión, ha ganado un Goya, tres Max y el Valle-Inclán de Teatro, está nominada en los Premios Feroz a mejor actriz de reparto por su trabajo en La Mesías y tiene, en el horizonte, el estreno de dos películas —’Verano en diciembre’, de Carolina África y ‘Tratamos demasiado bien a las mujeres’, de Clara Bilbao— pero la Machi, actriz portentosa, es de esas artistas a la que preguntas en qué momento profesional se encuentra y te dice: “Echo la vista atrás y la vista al hoy, y la verdad es que tengo mucha suerte con los proyectos y con la gente con la que trabajo”.

Seguramente esos proyectos también tienen suerte de contar con usted, ¿no?

Bueno, pero son ellos quienes me llaman y, realmente, qué suerte que yo les pase por la cabeza.

¿Quién es Azucena, su personaje en Nuestros actos ocultos?

Esta función me la ofrece Lautaro Perotti después de Cronología de las bestias y la escribe también pensando en mí y en un reparto concreto, pero en ese momento teníamos todos mucha plancha y la dejamos a un lado. Y estando en pandemia digo, cómo me apetece a mí de repente hacer una cosa con amigos muy amigos… Y llamé a Lau y dijimos, oye, ¿qué hacemos con esta función? ¿Le damos una oportunidad otra vez? Esta Azucena es una mujer artista, una pianista con una cierta frustración porque no desarrolla su carrera como quiso o como pudo, por circunstancias familiares, porque fue mamá y tiene una relación con la maternidad un poco heavy. Tiene unas relaciones humanas complicadas, gestiona muy raro el afecto, pero quiere con locura a una persona que no es de su sangre, el personaje de Santi Marín [un joven discapacitado al que quiere como un hijo].

Es muy difícil de asumir a nivel social que una madre diga públicamente que no quiere a su hija. No es el caso, porque sí la quiere, claro que la quiere, pero apenas tienen un vínculo. Eso, socialmente, no lo encajamos bien”

La obra, inspirada en Yerma, habla de la maternidad, pero también de la familia como infierno y de vínculos enfermos. Su hija quiere ser madre, usted no quiere a su hija y todos parecen lisiados emocionales.

Sí, es verdad que es muy difícil de asumir a nivel social que una madre diga públicamente que no quiere a su hija. No es el caso, porque sí la quiere, claro que la quiere, pero apenas tienen un vínculo. Eso, socialmente, no lo encajamos bien. Lo que pasa es que esta mujer, esta madre, tenía talento. Ese es el problema, es una persona que se frustra, que considera que no recibe apoyo de ningún sitio, que no tuvo alas para volar y que, si no hubiera sido madre, a lo mejor habría tenido más oportunidades.

Su personaje culpa a la maternidad de no haber triunfado.

Totalmente. Cosa que es estúpida, pero en su caso, las relaciones que tiene, como tú decías, son tan complicadas porque no llegan a decirse las cosas, porque no han sabido quererse, no han sabido entenderse, no han sabido comunicarse.

Leyendo el texto pensé que esta es también una obra sobre la enfermedad y la vejez…

Ahora que se habla mucho de la salud mental, eso es lo que le está pasando, sí, aunque ella no recibe el apoyo que necesita porque creen que es alcohólica, pero tiene Alzheimer. Y es una mujer joven, de 65 años, pero la gran putada es que está envejeciendo neuronalmente, se está quedando sin armas para vivir y se queda sin palabras, claro. Lo que pasa es que es ‘dominanta’ y puede ser sarcástica, pero es frágil.

Es su segunda madre con enfermedad mental después de la que interpreta en La Mesías y, además, en esta obra se reencuentra con su hija en la serie, Macarena García. ¿Cómo vivió ese momento en el que dejaron de ofrecerle papeles de hija para proponerle los de madre?

Pues qué alegría y qué bonito. Es muy buena señal. Lo terrible sería que dejaran de llamarte porque solo podías hacer de hija. Bueno, llevo haciendo de madre desde muy joven y de abuela, pero no quiero que pienses que es algo traumático. La suerte es que sigan escribiendo madres interesantes. Porque no se trata de hacer de madre de, sino de hacer de una mujer que, aparte, es madre.

¿Es consciente de que es garantía de taquilla?

No, yo sé que, no sé si soy garantía, pero a día de hoy parece ser que una vende, por lo que sea. No lo sé, la verdad es que puede que sí. No me lo planteo. ¿Qué quieres que yo te diga, que soy súper taquillera?

Machi, retratada en Matadero. Vanessa Rabade


Una debería poder enorgullecerse de eso, ¿no?

Qué quieres que yo te diga…

Pues que ha trabajado mucho para que eso suceda, por ejemplo.

No, a mí… A mí me da pudor, me da mucho pudor.

¿Por qué?

Porque soy muy pudorosa y muy tímida y me dan mucha vergüenza estas cosas. Tú imagínate que hay un titular que dice: yo es que soy muy taquillera. Yo nunca diría eso, no es mi manera de hablar. Tú me preguntas: “¿sabes que eres muy taquillera?”. Pero es que ¿tú sabes que esas preguntas no se pueden hacer? (Risas) A mí eso no me lo preguntes porque solo te voy a decir que qué bien que la gente vaya al teatro y, si yo colaboro a eso, pues estupendo. Pero la palabra taquillera… Yo eso no voy a decirlo, dilo tú de mí, pero yo no voy a decirlo.

¿También le da pudor que la llamen la Machi, que es como decir la Espert, que solo hay una y es enorme?

¿Sabes lo que pasa? Que de toda la vida en el colegio me han llamado la Machi, que viene la Machi. Entonces no lo asocio a una cosa de grandeza. Y eso también me parece una tontería.

¿Le molesta el estereotipo de diva?

No, no, es que yo no soy una diva.

[El estereotipo de diva] me da pereza, todo eso no tiene nada que ver conmigo, de verdad. Porque cuando uno siente que es eso, siente también que está por encima de algo, y eso me parece terrorífico en un trabajo que es absolutamente colectivo”

Me refiero a esa imagen de estrella y casi de mito que a veces se proyecta sobre algunas actrices.

Me da pereza, todo eso no tiene nada que ver conmigo, de verdad. Porque cuando uno siente que es eso, siente también que está por encima de algo, y eso me parece terrorífico en un trabajo que es absolutamente colectivo y en el que necesitas al de al lado como agua de mayo. Y yo sé que es algo que la gente nombra, pero llegártelo a creer me parece ridículo. No es que vaya de humilde, es que este es un lugar vertiginoso en el que cada día tienes que hacerlo muy bien para que tenga sentido que cobres.

Y qué carga luego eso de no defraudar, ¿no?

Es que eso ocurre. Yo he hecho teatro toda mi vida y es una cosa que, cuando te haces muy conocida por el audiovisual, te pone mucho los pies en la tierra. Cuando trabajas en cine o televisión un coche de producción te lleva a tu casa, otro te lleva al trabajo, otra persona te viste… Pero en el teatro te lo haces tú todo y eso te pone en un lugar que viene muy bien, aunque lo otro también te sirve para darte cuenta de que te tienen que mimar un poco para que des el cien por cien. Ese equilibrio mola mucho y ahí no caben esas cosas. Sobran bastante.

¿Qué motor ha movido su carrera?

No lo sé. Supongo que hacer la vida de otros te hace más feliz, te olvidas de muchas mierdas que tienes encima. Como yo no he hecho otra cosa en la vida, tampoco te creas tú que… Pero lo que me mueve es el placer de hacer lo que hago. Y vivir. O sea, compaginarlo con la vida, porque si no, no merece la pena.



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