Ya estamos otra vez en el debate público sobre si las mascarillas deben ser o no obligatorias en ciertos lugares y circunstancias.
Pero al margen de lo que digan, lo importante es que cada uno de nosotros tenga la información necesaria para que sepamos a qué atenernos y podemos tomar la mejor decisión, con conocimiento de causa.
Y como no depende de cada uno que los demás lo utilicen, al menos debemos saber qué nos aporta utilizarla… aunque seamos nosotros solos.
Protección de las mascarillas hacia fuera y hacia dentro
A estas alturas sabemos de sobra que las mascarillas funcionan mejor cuando todos los que nos rodean las usan.
La razón es que cuando una persona infectada tiene puesta su mascarilla, un gran porcentaje de las partículas infecciosas que exhala quedan atrapadas.
Eso hace que haya menos partículas virales flotando en la habitación, y así es más fácil que nuestra mascarilla bloquee los virus que se han escapado.
Pero la protección hacia los otros no es lo único que nos aportan las mascarillas.
También hay mucha evidencia que muestra que las mascarillas protegen al usuario, incluso cuando otras personas a su alrededor no la llevan puesta.
Y también sabemos, a estas alturas, que el porcentaje de protección depende de la calidad de la mascarilla y de lo bien ajustada que la llevemos.
Por eso, si queremos estar medianamente seguros necesitamos mascarillas FFP2 o FFP3 para protegernos tanto de cualquiera de las variantes de COVID como de la gripe y otros virus respiratorios que este mes de enero están haciendo el agosto en número de contagios.
Estudios que demuestran la conveniencia de la mascarilla
La situación ideal ante un riesgo de epidemia es que todo el mundo utilice la mascarilla en interiores. Pero en estos momentos, sin la amenaza del miedo o la imposición legal, se antoja poco menos que imposible.
Y eso que el conocimiento habla mucho en favor de las mascarillas.
Para empezar, porque existen numerosos estudios que prueban que llevar la mascarilla, aunque sea uno solo, o solo unos pocos, es mucho mejor que no llevarla.
Por ejemplo, se ha estudiado que en los aviones, pese al buen sistema de ventilación y los filtros de aire de alta eficiencia (HEPA) que llevan, sigue existiendo el riesgo de infectarse a través de las gotitas respiradas.
Pero usar la mascarilla reduce ese riesgo a la mitad. Concretamente un 54%
Y eso que los expertos aseguran que el vuelo no es la parte con más riesgo en un viaje, pues el embarque y hasta el tiempo que pasamos en el aeropuerto puede hacer aún más necesario el uso de una mascarilla.
¿Me protege cualquier mascarilla?
Los científicos recomiendan usar mascarillas de la más alta calidad posible cuando nadie a nuestro alrededor esté usando la mascarilla y no podamos mantener la distancia de seguridad, ni estemos al aire libre.
Y eso significa utilizar una FFP2 o una FFP3 homologadas.
Menos de eso también es mejor que nada, y tanto la mascarilla quirúrgica como la de tela proporcionan cierta protección.
Pero como estamos hablando de salud y de un virus que todavía puede complicarnos mucho la vida, tanto con la enfermedad directa como con sus secuelas (sobre todo en forma de COVID persistente) mejor no correr riesgo.
¿Sirve la mascarilla para protegernos de la gripe?
Es indudable, y los científicos así lo afirman, que usar mascarilla nos protege de los virus A (gripe A) y B (gripe estacional), que son los responsables de la mayoría de los contagios de gripe que estamos sufriendo en estos momentos.
Así, aconsejan que cualquier persona que tenga síntomas de alguno de los virus respiratorios que nos afectan debería estar en contacto con otras personas siempre con mascarilla, para protegerlas.
No debemos olvidar que los virus A y B de la gripe se trasladan por el aire en gotitas cuando alguien tose, estornuda o incluso habla.
Pero es que además, en el caso de estos virus, también podemos entrar en contacto con los gérmenes mediante un objeto, al tocar su teléfono, el teclado de su ordenador… y luego llevar nosotros los virus a nuestra boca, nariz u ojos.
Que nos contagiemos no es solo un problema de azar
Como explica el Académico y catedrático Eduardo Costas, en esta misma web:
- “En el hecho de que nos contagiemos, o no, sin duda habrá un componente estocástico. La suerte influye, y sabemos que en estos momentos la probabilidad de contagiarnos de un virus respiratorio es alta.
- Pero al margen del azar, nosotros podemos reducir enormemente las posibilidades de contagio.”
Y un poco de ciencia puede ayudarnos a superar con éxito esta amenaza.
Lo que dice la ciencia para escapar del contagio
Recordemos que para contagiarnos debe entrar en nuestro interior una dosis suficientemente alta de virus, a través de la nariz o la boca.
Es lo que se llama la dosis infectante. Y lo que a nosotros nos toca es impedir que entren esos virus.
Porque los virus no pueden reproducirse libremente en el medio ambiente.
Solo pueden hacerlo en el interior de las células que infectan, con el siguiente proceso:
- Cuando penetran en las células toman el control de su maquinaria molecular y las ponen a producir más virus.
- Las células infectadas se van llenando de virus recién fabricados y acaban explotando, liberándolos.
- Muchos de los nuevos virus llegan a otras células vecinas y reinician el ciclo.
- Otros salen al exterior a través de la boca o la nariz de la persona infectada.
Una vez fuera no vivirán mucho rato. Desde unas pocas horas a unos pocos días, en función de las condiciones ambientales.
En ese tiempo, si consiguen entrar en una persona pueden infectarla. Pero si no, terminan destruidos.
Una conclusión sencilla
Usar mascarillas puede ser incómodo. Pero a la hora de decidir si usarla o no debo calcular la relación entre el coste y los beneficios de ponérmela.
Y el coste de usar la mascarilla FPP2 (precio de compra + incomodidad de utilizarla) es muy pequeño frente al beneficio de no coger uno de los virus respiratorios que nos amenazan y que si están llenando los hospitales es porque son o pueden ser realmente graves.
Así que no nos engañemos. Utilizar una mascarilla FPP2 tiene una excelente relación entre coste / beneficio.
Vale la pena usarla.
Hay muy poco que perder y mucho que ganar.
Y si a pesar de todo queremos usarla el mínimo tiempo posible, siempre podemos minimizar el riesgo.
Qué variables debemos tener en cuenta
Para minimizar el riesgo resulta útil tener en cuenta qué hay 3 variables que incrementan enormemente el peligro en un lugar determinado:
- La cantidad de gente, su densidad, su tasa de renovación y su grado de imprudencia. Cuanto más, peor.
- Las condiciones ambientales del lugar, en especial su tasa de ventilación. Cuanto menos, peor.
- El tiempo de permanencia en dicho lugar sin mascarilla. Cuanto más, peor.
Ecuación coste / beneficio
Lógicamente, en la estimación de la ecuación coste / beneficio de usar la mascarilla también debemos tener en cuenta las circunstancias personales.
Por ejemplo, deberían usarla siempre:
- Los no vacunados con la pauta completa
- Las personas de edad avanzada
- Los enfermos parcialmente inmunosuprimidos.
Y hay más beneficios que aporta la mascarilla
No podemos olvidar que la utilización de mascarillas tiene muchos beneficios:
- Ya sabemos de su utilidad para la prevención de la COVID-19.
- También evita el contagio por otros virus de transmisión aérea como el virus de la gripe (y lo mismo con bacterias)
- Evita los alérgenos
- Frena los efectos de la contaminación atmosférica por partículas (como las PM10, PM2.5, etc.). Que no es un tema menor. Porque solo con esto se ahorrarían en el mundo muchos millones de vidas cada año, que se pierden por este tipo de contaminación.
- Y aunque es posible que no todo lo bueno sea fácil de entender, Eduardo Costas nos asegura que las dos primeras ideas que debemos sacar de este artículo son: Minimizar el riesgo
- Valorar la ecuación coste / beneficio
Y aquí hay información necesaria para poder decidir en consecuencia.