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Juan F. Plaza: «A Milli Vanilli le dieron un Grammy en 1990 y pocos meses después se descubrió que el dúo no cantaba un pimiento»


Juan F. Plaza (Salamanca, 1974) es profesor de Comunicación Escrita en la Universidad Loyola de Sevilla, pero también es escritor y buen amante de la literatura. En 2013 debutó con su libro de relatos ‘Hoy no puedo’ y diez años después acaba de publicar un nuevo libro de cuentos, ‘Échale la culpa a Milli Vanili’ (La Consentida). Se trata de un total de catorce historias con el trasfondo de los alocados y optimistas años 90. En estas se narran sucesos tan conocidos como el desencanto que produjo entre los fans la noticia del fraude que había detrás del fenómeno musical Milli Vanilli o el concierto que una jovencísima Marta Sánchez ofreció junto a su grupo, Olé Olé, ante las tropas españolas que habían enviado a la guerra del Golfo.

-Este es el segundo libro de relatos después de ‘Hoy no puedo’, publicado justo hace diez años. ¿Cómo ha evolucionado tu estilo en esta última década?

-Creo que es un estilo más maduro, más consciente también. He dedicado mucho tiempo a pensar en cada relato. No me refiero a su contenido, que eso es obvio, sino que he pensado mucho en el lenguaje, en la voz que narra, en el enfoque, en el estilo. Soy más técnico, más racional. En estos días escuché a Marta Jiménez Serrano definirse como una escritora muy sintética, que va muy al grano. Esto es especialmente importante en un relato, claro, en el que no hay mucho espacio para adornos. Yo me siento muy identificado con esta idea, soy también un escritor muy directo.

-En el libro se hace alusión al optimismo de los años 90, pero también a la locura que se vivió en aquella década. ¿Por qué te fascina tanto ese tiempo?

-En el imaginario colectivo solemos encumbrar a los años 80, y no digo yo que no haya razón para ello: salíamos de una dictadura y se le quitó el tapón a la bañera de las represiones. Pero la década de los 90 se inició con un optimismo desbordante en casi todo el planeta. El crecimiento económico nos llevó a una exuberancia casi irracional, también en lo político y lo social. Hay que pensar que a finales del 89 cae el muro de Berlín, con lo que ello supone: el triunfo del modelo capitalista y el derroche, que es una manifestación aberrante del optimismo. En lo social es la década de encumbrar la diferencia, la obsesión por que todo sea alternativo en la música, en la vestimenta, en el aspecto en general. Hasta el punto de que se produce un fenómeno extraño: si todo es alternativo, si nada es mainstream, al final todo es mainstream. En lo político y en lo ideológico, en cambio, es más bien un quiero y no puedo. Una mezcla extraña de progresismo y conservadurismo: Bill Clinton, ‘Friends’, el auge del feminismo y Jesús Gil…

-El primer cuento es el que da el título a la colección y narra el desencanto que se produjo al conocerse el engaño que había detrás de los cantantes Milli Vanilli. ¿Es esa una metáfora perfecta para ilustrar que por debajo de tanto aparente optimismo de esa década noventera no era oro todo lo que relucía?

-Sí, claro. Hay que entender que a Milli Vanilli le dieron un Grammy en 1990 y pocos meses después se descubrió que el dúo no cantaba un pimiento, que todos sus conciertos eran playback. Yo recuerdo perfectamente el momento en el que saltó la noticia que, nada menos, abrió el telediario de las 3 de la tarde. Ese recuerdo fue el punto de partida del relato que da título al libro. Pensé en cuántas fans (la mayoría eran chicas) quedaron defraudadas, casi devastadas, por el engaño de los que eran sus ídolos. Me pregunté: ¿y si ese episodio, ese engaño, acompañó a una de esas fans durante toda su vida hasta el punto de condicionar su comportamiento adulto? Y de ahí surgió el primer relato.

-En otro relato, ‘Hikikomori’, los protagonistas están chateando. ¿Por qué puede tener un gran valor literario una charla virtual protagonizada por dos adolescentes?

-Hikikomori es el nombre que le dan en Japón a esos adolescentes y jóvenes que un buen día deciden que no quieren salir de su cuarto, que el mundo exterior es agresivo e inquietante, que no les ofrece nada mejor que las cuatro paredes de su habitación. A menudo este comportamiento está relacionado con otro: viven su vida en el mundo virtual, son chicos y chicas con amigos y relaciones solo en la red, no en la vida física. En los pocos años que ejercí el periodismo escribí muchos reportajes, así que pensé en cómo afrontaría hoy en día uno sobre este fenómeno de los hikikomori, que han llegado a España con un número nada pequeño de casos. Como periodista no me quedaría más remedio que chatear con uno de estos adolescentes y adaptarme a su lenguaje, que incluye emoticonos, claro está.

-Ese optimismo que había en España con la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona luego tornó en una gran crisis a partir de 1993. ¿También ese cambio está presente en este libro?

-No sé si es por mi origen castellano, pero en mi pensamiento no hay absolutos. En los momentos de alegría siempre está presente la posibilidad de que venga un palo, una desgracia. Eso a veces es castrante, pero también te da filtros para juzgar la realidad con mesura. En mis relatos hay personajes, así lo espero, complejos. Y junto al optimismo o la belleza hay siempre una pérdida, un momento de sufrimiento que se supera. También mis personajes son luchadores, no se vienen abajo fácilmente.


Cubierta del libro


ABC

-El cuento ‘Hay que animar a las tropas’ relata una historia alternativa de la recordada actuación del grupo Olé Olé con Marta Sánchez al frente ante los soldados españoles que estaban en la guerra del Golfo. ¿Es eso también sinónimo de la locura que se vivió en esos años noventa?

-Creo que este es el episodio más loco en nuestro país de esa década. Animo a los lectores a que lo busquen en Youtube: Marta Sánchez imitando a la Marilyn Monroe que en los 50 fue a animar a las tropas que luchaban en Corea, pero con una estética muy Pajares y Esteso, no sé si me explico. Una locura. A partir de ese episodio se me ocurrió, por qué no, llevar la locura al extremo en este relato e introducir algunos elementos imposibles, de ciencia ficción… ¿o no tan imposibles?

-En el libro hay dedicatorias y citas de otros escritores bien conocidos en Sevilla, como Fernando Iwasaki, Sara Mesa y Carlos Frontera. ¿Por qué?

-Siempre he creído que un escritor es hijo de sus lecturas y de sus influencias. Nada de lo que escribimos es original, casi diría que tampoco inédito. En el caso de Sara Mesa, en estos momentos disfruta de un merecido éxito por sus novelas, pero también es una excelente relatista y sus cuentos han influido mucho en mi escritura. Fernando es un referente internacional y un buen amigo. Esa atmósfera tan especial de ‘Andar sin ruido’, de Carlos Frontera, está también en alguno de mis cuentos.

-¿Qué otras influencias has podido recibir a la hora de escribir estos relatos?

-Hay un puñado de escritores y escritoras contemporáneos a los que leo con fruición, me gustan mucho. Además de los tres que he mencionado antes, Samanta Schewblin, Manu Espada, Nacho Ferrando, Liliana Colanzi, Marcelo Luján, Mariana Enríquez o, especialmente, Jon Bilbao, son referentes para mí. En ‘Échale la culpa a Milli Vanilli’ hay enfoques y estilos que he tomado prestados de muchos de ellos. Por ejemplo, uno de los relatos que más me gusta del libro y que más me costó escribir es ‘Buitres’, que tiene entre sus ‘genes’, además de los míos, la admiración por la técnica de Marcelo Luján en ‘La claridad’, que fue Premio Ribera del Duero.

-¿Por qué el género del cuento, que es de los más difíciles de cultivar en literatura, tiene menos relevancia en España que en otros países?

-Yo no creo que tenga menos relevancia. Hay muchos buenos relatistas en nuestro país. Si te refieres a que el género vende menos que la novela, entonces sí, eso es una evidencia. También depende mucho de dónde se compren los libros. Si los compras en Amazon o en grandes superficies, ahí los lectores no van a tener ninguna orientación, nadie les descubrirá nada nuevo. Las librerías de los barrios, en cambio, manejan un catálogo complementario al de los nombres que triunfan en ventas, están muy preparadas y pueden orientar a quien busca algo diferente.



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