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La ópera, un género cargado de futuro

Tomás Marco es una gloria nacional, una de las personalidades más inquietas e interesantes de nuestro país en el ámbito de la cultura. Compositor de prestigio internacional, con un sólido catálogo que abarca los más diversos géneros, ensayista de fuste y también gestor curtido en mil y una batallas. Ha sido y es una presencia imprescindible en nuestra vida musical.

Vuelve Marco a su labor de divulgación y lo hace con una obra extraordinaria, “De la tradición a más allá de la posmodernidad”, historia de la ópera a lo largo del siglo XX y también de lo que llevamos del XXI.

El repaso que Marco realiza de escuelas, países y compositores es exhaustivo, permite al lector hallazgos sorprendentes y, sobre todo, es un estímulo para conocer decenas y decenas de títulos que están al margen del repertorio tradicional. Marco nos cuenta con pasión este último largo siglo de un género fascinante y lo hace desde el conocimiento y la erudición, pero también desde una capacidad narrativa fuera de serie.

El punto de partida está en la disolución de la ópera del XIX. Ahí explica todos los modelos que van sentando las bases de una evolución que se acrecienta en la segunda mitad del siglo en ámbitos como el italiano, el germano o el francés. Autores como Wagner o Verdi son esenciales en el avance del género y en la introducción de novedades que se extenderán a todas las parcelas que integran la ópera como espectáculo, entre ellos el libreto, que cada vez adquiere más peso y permite una estructura diferente y compleja. También los aspectos orquestales o los de la dirección de escena –Wagner será aquí esencial– van a sufrir profundas transformaciones que tendrán en el cambio entre el XIX y el XX un hito esencial de no retorno.

Uno de los aciertos de la propuesta de Tomás Marco es la de no limitarse a realizar una sucesión lineal de la evolución operística, sino que es capaz de explicar su tremenda riqueza explicando la convivencia de diversas tendencias de manera simultánea; vemos así cómo los avances no impiden que algunos autores sigan estrenando con gran éxito desde parámetros tradicionales y cómo, también, determinados riesgos acaban en fiasco en su presentación, para luego asentarse con fuerza en los circuitos. Indudablemente hay cambios que, en primera instancia, provocan rechazo, pero esto no deja de ser algo puntual y casi anecdótico cuando la calidad de un autor se acaba imponiendo contra los prejuicios.

En el arranque del siglo XX comienza a profundizarse una verdadera revolución que tendría, para muchos, su punto de partida en el estreno de “Pelléas et Mélisande” de Claude Debussy en 1902, aunque, como explica el autor, los cambios son mucho más complejos y las influencias van transitando por distintos países. En Italia el peso de Giacomo Puccini sería determinante en estos años y también el movimiento verista en su conjunto, mientras que en la zona germánica Richard Strauss sería el equivalente en cuanto a su influencia con estrenos determinantes como “Salomé” que parte de la obra homónima de Oscar Wilde. Autores de otros países como Leos Janacek, también serían determinantes. Asimismo, destaca el caso de Ethel Smyth, compositora militante del movimiento sufragista, y autora de seis títulos, rastreando varias autoras de óperas hasta ahora ausentes en este tipo de estudios. Explica, asimismo, el decisivo peso que una ciudad como París tuvo en todo lo que entendemos como modernidad, puesto que lo que triunfaba en la capital francesa acababa por imponerse en los circuitos, si bien acabaría cediendo el testigo a Nueva York tras la Segunda Guerra Mundial.

Compositores importantes que fueron impulsando el género en los albores del XX son Paul Dukas o Maurice Ravel, en Francia –muy significativo el Grupo de los Seis, con Jean Cocteau como alma tutelar– y en otros países Karol Szymanowski, Béla Bartók o, en España, Enrique Granados o Manuel de Falla, entre otros muchos. La línea vanguardista, o al menos de una de las vanguardias más influyentes, llegaría de la mano de Arnold Schönberg a través de títulos como “Erwartung” o la inconclusa “Moses und Aron”. Tras él llegaría Alban Berg con una obra como “Wozzeck” que acabaría convertida “en el arquetipo de la nueva ópera” y que tuvo una influencia que, según el autor, llega hasta el siglo XXI. Paul Hindemith, Kurt Weill, Stravinski, Francis Poulenc, Darius Milhaud o Arthur Honegger –estos tres últimos también integrantes del Grupo de los Seis– y Serguéi Prokófiev son algunos de las decenas de nombres significativos cuya trayectoria se aborda.

Como el resto de los géneros artísticos la influencia sociopolítica es determinante y Marco analiza el nazismo o el estalinismo y su envenenada relación con la ópera; basta pensar en Dmitri Shostakóvich y “Lady Macbeth de Mtsensk”. Se analiza el progresivo auge lírico que desde finales del XIX se produce en Estados Unidos, con la compositora Amy Beach, llevando el jazz a la ópera, o con George Gershwin; y de otros países como Brasil y Carlos Gomes, México, Cuba, Argentina.

A lo largo del XX Giancarlo Menotti, el gran Benjamin Britten, Hans Werner Henze –uno de los autores influidos por la vanguardia serial en torno al grupo de Darmstadt–, Aribert Reimann, Heitor Villa-Lobos, Alberto Ginastera, Karlheinz Stockhausen o Nino Rota marcaron tendencias de lo más diverso, al igual que en España el propio Marco, Cristóbal Halffter, Luis de Pablo o Carles Santos. El Círculo de Darmstadt tuvo, precisamente, un icono decisivo en Bernd Alois Zimmerman y “Die Soldaten”, una obra ahora muy representada en los grandes teatros. Y luego llegarían nombres como Luciano Berio, Bruno Maderna, Oliver Messiaen, György Ligeti o György Kurtág. No quedan de lado corrientes como el minimalismo a través de Michael Nyman o Philip Glass, o el espectralismo, entre otros movimientos. De manera pautada se llega a los autores nacidos en los años ochenta del pasado siglo con el objetivo de reivindicar que “escribir y representar óperas no es una reliquia del pasado: es un arte aún de actualidad con futuro”.

cultura


De la tradición a más allá de la posmodernidad

Tomás Marco

Galaxia Gutenberg, 592 páginas, 27,50 euros



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