Volverán a verse en los aeropuertos, en las puertas de embarque, en algún que otro hotel, en las colas para alquilar coches, en los pasillos del ‘paddock’, pero Marc Márquez y su grupo de amigos, en realidad, su equipo técnico en el Repsol Honda, se separan, a partir de hoy, cuando MM93 empieza una nueva vida en el equipo del desaparecido Fausto Gresini, a los mandos de la invencible Ducati.
Todo eso ocurrirá después de un fin de semana demasiado emocionante y tenso, en el que Márquez ha ido protagonizando una despedida tras otra, cientos, miles de fotos con los suyos y el reconocimiento de todos, desde Honda hasta Repsol, pasando por sus amigos y por un Alberto Puig, Team Manager de la escudería japonesa, cuyo discurso de despedida provocó, el pasado sábado, un montón de lágrimas del ocho veces campeón, que no lloraba desde que tuvo que desmentir, en el Palau Sant Jordi, que jamás había estado en su mente irse a vivir a Andorra para pagar menos impuestos.
Día de lágrimas
“Ha sido un fin de semana lleno de emociones y, aunque traté de controlar mis sentimientos, he de reconocer que me emocioné y me vine abajo, en varios momentos”, comentó ayer Márquez a El Periódico de Catalunya, del Grupo Prensa Ibérica, antes de cerrar, en la gala del Mundial, 12+1 años de vinculación con buena parte de sus mejores amigos. “El sábado fue un día muy especial, con el podio de la prueba al ‘sprint’, una manera muy hermosa de despedirse. Y, luego, cientos de abrazos en el garaje”.
Márquez se ha ido a regañadientes de Honda. “No me he despedido de Honda, solo es un ‘hasta luego’. No quiero cerrarme esa puerta, bueno ni ninguna otra. No lo he hecho en todos estos años y tampoco lo voy a hacer ahora. Sería un error. Y, sí, las conversaciones con Alberto (Puig) y con mi fábrica de toda la vida han sido en esa dirección, cordialidad, tacto y muy buenas maneras. Espero que me queden muchos años de carrera deportiva”.
“No ha sido una despedida, ha sido un ‘hasta luego’. Puede que los caminos de Honda y Marc Márquez vuelvan a unirse, sí. Este equipo saldrá a flote sin mí”
MM93 reconoce, con la mejor de las sonrisas y su sinceridad de siempre, que la relación ha quedado intacta porque “siempre ha habido un gran respeto por las dos partes”. La razón no es otra que ambos, Honda y Marc, creen, sospechan, intuyen, que sus caminos se pueden volver a unir. “¿De qué depende?, depende de que yo dé gas en pista y de esa forma se me abrirán más puertas. De todos modos, si no volvemos a estar juntos, que nos quiten lo ‘bailao’. Intuyo que estos que dejo serán los colores con los que habré ganado más. Por mucho que me vaya bien, dudo que pueda ganar seis títulos más”.
Aunque lo ha contado mil veces, Márquez volvió a explicar que el cambio de Honda a Ducati solo tiene un objetivo, perfectamente entendible. “Intentar volver a disfrutar sobre la moto, que la sonrisa vuelva a mi cara, que salgan las cosas de forma natural, enseñar la cabeza delante, no ganar un Mundial ¡ni mucho menos!, volver a estar delante sin angustias. No hay que correr. Es un proceso nuevo que necesita su tiempo. Agradezco la expectación, pero debo ser realista. Llevo más de dos años sin ganar una carrera, así que no tiene sentido pensar más allá de adaptarse a la moto y volver a pasarlo bien sobre ella. Ese es el primer partido para poder volver a ganar”.
Márquez reconoce que, pese a estar muy bien aconsejado, antes por Emilio Alzamora y, ahora, por Jimmy Martínez, su nuevo manager, la decisión que acaba de tomar es personal, muy personal. Una decisión que le ha costado un montón de lágrimas este fin de semana, en Cheste, muy especialmente el sábado por la tarde cuando Alberto Puig, según ha podido saber El Periódico de Catalunya, pronunció un discurso magistral, intimista y sincero, donde reconocía el dolor de perder “al más grande”, pero animaba al equipo a pelear por volver a sacar la cabeza en la parrilla de MotoGP.
En el 2023 empezó todo
“Cuando ves lágrimas en los ojos de Alberto (Puig) y en los de otros componentes de mi segunda familia, de mi equipo, e, incluso, de los jefazos japoneses, te emocionas y se te remueve todo el cuerpo y, sí, también se te escapan algunas lagrimitas. La verdad es que me he sentido siempre muy querido en el Repsol Honda y por eso no nos hemos cerrado ninguna puerta de cara al futuro. Y, sí, Alberto ha sido una persona muy especial durante estos últimos años y me ha aportado muchísimo, mucho.
Ni que decir tiene que el caballero de Cervera (Lleida) jamás pensó cuando, en el 2013, fichó por el Repsol Honda de MotoGP que tendría esta carrera tan brillante, convirtiéndose en un mito, en una auténtica leyenda. “Este equipo me dio una oportunidad impensable: saltar, directamente, de Moto2 a la mejor escudería de MotoGP. Es verdad que te lo tienes que ganar. Vieron algo en mí y me dieron la oportunidad. Y aquel año, rompimos todos los récords y nos llevamos el campeonato siendo unos novatos. Aquel 2013 fue la inercia de todo lo que vino después que, hasta el 2020, fue todo idílico, perfecto, impensable. El COVID y mis lesiones lo cambiaro todo. Conmigo o sin, este equipo resurgirá, ya verán”.
“El objetivo de este cambio no es ganar títulos, es recuperar la sonrisa, volver a disfrutar en la pista. Solo así podré volver a ganar carreras”
Márquez sabe que será muy difícil, pero está convencido de que el éxito llega si existe un “ambiente, un espíritu especial, en el equipo. No sabría definirlo, pero ese espíritu debe marcarlo todo porque ese ambiente se produce cuando todos, todos los miembros de un equipo, desde el mecánico que se cuida de los neumáticos hasta el último jefazo trabajan en la misma dirección y procuran contribuir a vivir y trabajar en un buen rollo”.
Y, por último, Márquez contó lo que para él puede ser la base del éxito de su nueva experiencia con Ducati. “Lo principal es entender la moto. Si no entiendes la moto y no te adaptas a ella, nada funcionara. He ganado mucho, sí, pero pilotando la misma moto en el mismo equipo. Llevo tres años con récords de caídas, de operaciones, de huesos rotos, de no ganar. No ganar daña tu confianza y sí, claro, tengo muchas preguntas en mi cabeza, pero no las podré responder todas en un día, una semana, un mes y, posiblemente, ni en un año”.