Suele decirse que nunca es tarde si la dicha es buena. Y en este caso, se supone que para Fernando Alonso no sería solo buena, si no que sería la mejor posible. A sus 43 años y tras más de dos décadas en el campeonato de Fórmula 1, el piloto asturiano va a poder cumplir uno de sus viejos y grandes anhelos, trabajar codo con codo con Adrian Newey. Y de paso, si todo va como se espera de un movimiento de tal magnitud, darse una última oportunidad de tener un coche ganador que le permita luchar, quien sabe, por su tercer título Mundial.
A sus 65 años, el gurú de la aerodinámica, pieza clave e indispensable para entender los éxitos de Red Bull, la escudería más ganadora de este siglo, desembarca en Aston Martin. Lo hace tras 19 años liderando el proyecto de la marca de bebidas energéticas, en la que ha sido el padre de los coches con los que Sebastian Vettel, en cuatro ocasiones, y Max Verstappen, en tres y en busca de una cuarta, han alcanzado esos títulos mundiales que se le han escapado a Fernando Alonso.
Nadie ha ganado más que Red Bull en esta era, y todo partiendo desde la nada. Y nadie ha acabado tantas veces con las esperanzas de Alonso como los coches de Newey, que frustraron hasta dos intentonas de hacerse con el título en el mejor momento del asturiano (2010 y 2012) haciendo valer el principal legado del ingeniero británico: los diseños aerodinámicamante rupturistas.
Cerca de unir sus caminos en 2008
La historia, sin embargo, pudo haber sido muy distinta. El rey de la aerodinámica y uno de los mejores pilotos de siempre, quizás el menos afortunado en cuanto a la balanza talento-campeonatos, estuvieron a punto de unir sus caminos en 2008, justo antes del inicio de la primera era dorada de Red Bull, como el propio Alonso confesó hace no mucho.
“Ron Dennis me llamó para contarme que Adrian estaba cansado de la presión, que iba a irse a Red Bull como entretenimiento, en fin, que no me preocupase. Cinco años después empezó a preocuparnos a todos de verdad”, escribió el español en la biografía de Newey. “Estuve en la fábrica de Red Bull charlando con él. Empezamos a hablar de la posibilidad de correr con ellos en 2008. Pero decidí volver a Renault, a mi casa, con mi gente, a un equipo de fábrica, a esperar los susurros de Maranello que terminarían por llegar”.
“Estuvimos muy cerca de firmar a Fernando. Helmut Marko y yo fuimos a ver a su manager a finales de 2008 (con Alonso recién llegado a Renault desde McLaren), para ofrecerle dos temporadas de contrato, 2009 y 2010. Él sólo quería uno y le dijimos que la posición de Red Bull era de dos o nada, y él no podía comprometerse”, confirmó hace no mucho Christian Horner, directo de Red Bull, que también aseguró que intentaron contratar a Alonso en 2009. En todas las ocasiones, el piloto asturiano puso por delante su deseo de correr con Ferrari, desechando (en ese momento nadie lo sabía) un futuro coche tetracampeón.
“Me hubiera gustado trabajar con Fernando Alonso o con Lewis Hamilton, pero hasta ahora nunca ha habido el lugar o el momento adecuado para que uniéramos nuestras fuerzas”, dijo Newey hace unos meses, recordando eseo capítulos y dejando abierta la puerta de par en par a una de las opciones que siempre ha tenido en mente el ingeniero británico: construir otro coche para uno de los pilotos que admira.
Un incomprendido en sus inicios
Newey empezó trabajando en el campeonato de IndyCar en 1983, llegando a ganar la Indy 500 con el equipo March. De ahí pasó a la Fórmula 1, en concreto en FORCE, aunque el equipo se disgregó a finales de 1986 y regresó a March, pero para continuar ayudando en su nuevo equipo de Fórmula 1.
Como muchos genios, en sus inicios fue un tanto incomprendido. De hecho, fue acusado por la prensa y algunos equipos de darle demasiada importancia a la aerodinámica de sus monoplazas en una era diferente a la actual, en la que primaban otros factores. Incluso la antigua escudería Leyton House, su siguiente destino, llegó a despedirle por ello.
Aún así, Williams le dio otra oportunidad, ofreciéndole más dinero y recursos para sus diseños. Y Newey, un adelantado a su tiempo, dio con la tecla, construyendo un coche que conquistó cuatro mundiales de pilotos y otros cuatro de constructores. En la escudería británica también vivió el trágico episodio de la muerta de Ayrton Senna, que convencido por el gran rendimiento de los coches del británico había optado por una última intentona de relanzar su carrera.
Newey salió en 1997 rumbo a McLaren, donde también fue vital para que Mika Hakkinen conquistará los títulos de 1998 y 1999. Y en 2006 desembarcó en Red Bull, donde ha sido gran protagonista de las dos eras dominadoras (2010 a 2014 y 2021 hasta la fecha). En total, 13 títulos del Mundial de pilotos y otros 11 del de constructores con tres escuderías diferentes le acreditan como el mejor ingeniero de la historia.
Ahora, unirá su camino al de Alonso en el que todo hace indicar que será el último baile de ambos. Un buen puñado de millones durante los próximos cuatro años seguro que tienen parte de culpa del cambio de aires. Pero seguro que, por encima, está la posibilidad de ganar con un cuarto equipo y, de paso, darle otra oportunidad a ese veterano piloto con el que siempre se ha profesado una admiración que es bidireccional y que lleva años en busca de un coche que le permita pelear.