Nunca es mal momento para ir a Jérez del Marquesado, un pequeño y encantador pueblo con vistas a la ladera norte de Sierra Nevada. Pero si algún viajero quiere visitarlo durante las fiestas de la Virgen de la Tizná, que se celebra entre el 8 y el 12 de septiembre, observará que tiene una decoración peculiar y muy atractiva.
El pueblo entero está engalanado, no para las fiestas sino de forma perenne, con círculos, mandalas y tapices hechos con la técnica del ganchillo, también llamada crochet. Ha sido una iniciativa de la asociación Jeremar en la que han colaborado durante casi un año entre 400 y 500 mujeres, casi todas del pueblo.
«Empezaron a ponerlos en un barrio y luego las que vivían en otro se picaron y también los hicieron, y al final está todo Jérez así», explica con un punto de orgullo Encarni Lorente, concejal de Fiestas, que reconoce que durante los días grandes que están a punto de llegar, «estará todo más bonito todavía».
Porque además de esos adornos de crochet que están en las calles, colgados entre farolas y sobre las fuentes, habrá bastantes vecinos que aprovechen para sacar a sus balcones mantones con la imagen de la patrona, la Virgen de la Tizná. «Todo eso, unido al alumbrado especial, va a dar un resultado precioso», añade la edil.
La Virgen de la Tizná tiene a su vez una historia que merece la pena contar. Lleva exactamente quinientos años siendo la patrona y preside la iglesia de Nuestra Señora de la Purificación. Tal es su nombre, en realidad, pero su apodo se lo pusieron después de un terrible suceso ocurrido en 1653.
De la misma forma que se atribuye a la virgen su protección durante una tormenta que se desató en el pueblo en 1624, también tuvo cierto protagonismo un día de 1653 en el que también hubo tormenta. Tres niños subieron a lo más alto del templo para tocar la campana y avisar del peligro.
Tuvieron mala suerte los chicos. Un rayo cayó sobre la campana y los fulminó. También alcanzó a la talla de la virgen y le dejó la cara ennegrecida, de ahí que, echando mano del gracejo popular y siempre sin perderle el respeto ni la devoción, empezaran a llamarla La Tizná.
Jérez del Marquesado, como se dijo al principio, es un pueblo que merece mucho la pena. Y en otoño, si llegan las esperadas lluvias, aún más. Situado en la comarca de Guadix, su población ronda los mil habitantes -aunque en verano son bastantes más, porque vuelven los descendientes de muchos que tuvieron que emigrar-, conserva restos de una alcazaba nazarí y es un interesante punto de partida para visitar la cara más desconocida de Sierra Nevada.
Además, fue protagonista de un suceso histórico: en marzo de 1960, un avión estadounidense se estrelló junto a la montaña del Picón, a 2.600 metros de altitud. El piloto logró bajar al pueblo para pedir ayuda y el pueblo se volcó en el rescate, que no fue nada fácil porque estaba todo nevado.
Sin embargo, la suerte sonrió a los expedicionarios y los 24 ocupantes de la aeronave, todos ellos marines, fueron rescatados con vida. En señal de agradecimiento, el Gobierno de los Estados Unidos estuvo mandando durante años víveres a los jerezanos, algo que agradecieron de verdad en una época bastante dura.