Las victorias antes de un parón de selecciones tienen un efecto terapéutico y duradero. La satisfacción se alarga. Los jugadores que se van con las selecciones y los que se quedan en sus equipos parecen iniciar un periodo relajado, casi de vacaciones, en algunos casos efectivas, con días libres. Las derrotas, por el contrario, incrustan la frustración y el desasosiego y la espera para la reanudación se convierte en eterna.
El Barça se ha ganado esas vacaciones. Se marcha feliz como una perdiz, con sus cuatro victorias en cuatro partidos, sin mirar atrás, que ya se apañarán los demás para empezar a recortar la diferencia dentro de quince días. Con una goleada aplastante (7-0), con el primer triplete de Raphinha, con otro gol de Lewandowski (lleva cuatro) que enrojecen a Kylian Mbappé, el gran tótem llegado a la Liga, aún por estrenarse. Y los primeros cánticos de “Hansi Flick, Hansi Flick” entonados por los 44.359 espectadores que disfrutaron de una tarde para soñar.
Sergi, el cuarto debut
La visita del Valladolid, recién ascendido, permitía augurar el triunfo azulgrana porque el equipo de Flick, además, se ha mostrado solvente y fiable, capaz de haber remontado dos marcadores adversos. En el cuarto partido corrigió el mayor defecto que había detectado y reconocido su entrenador: la calma con que empezaba a jugar y la tardanza en ponerse a rodar al máximo de revoluciones. En el cuarto partido, hubo el cuarto debut. Con el partido resuelto, se estrenó Sergi Domínguez, un central ya mayorcito. Tiene 19 años.
Arrancó el duelo el Barça recopilando una sucesión acelerada de sucesos, como si a los jugadores les apremiara acabar pronto el trabajo para poder salir de Montjuïc directamente al aeropuerto.
Inicio demoledor
Fue una puesta en escena demoledora. La que se aguarda de un gran equipo que quiere devorar un pececito. Marcó tres goles en el primer tiempo, el árbitro anuló otro y hubo dos disparos al poste en el periodo inicial. Los viejos culés esperaban la reanudación para recuperar aquellas viejas goleadas de los partidos a las cinco de la tarde.
Esos dos disparos al poste fueron de Dani Olmo, la personificación humana de un revulsivo. La única diferencia del Barça anterior, y del Barça que perdía en Vallecas. Salió en Madrid y cambió el resultado. Estrenó titularidad y el equipo arrolló en el primer tiempo.
Un cambio, pero qué cambio
Fue el cambio de rigor que suele introducir Flick, un tipo que no ha pronunciado la palabra rotaciones, y que no tiene otra distracción en la vida que aprender obsesivamente del fútbol español y del propio Barça, cuyo presidente, Joan Laporta, explicará el martes por qué sólo le ha dado dos fichajes (Dani Olmo y Pau Víctor) y por qué no ha devuelto al club a una cierta normalidad económica.
Hubo otro cambio además del relevo de Ferran Torres por Olmo, pero obligado: el del llorado Marc Bernal, caído en Vallecas. En la terna entre Marc Casadó, el acompañante del canterano, y Eric Garcia, el recambio de ambos, el entrenador escogió al primero, tal vez porque frente a un Valladolid atrasado necesitaría que el mediocentro diera un plus de pases y de intervención ofensiva, aunque su misión debía ser eminentemente defensiva.
Casadó se desempeñó con la naturalidad del que lleva toda la vida haciendo lo mismo y al que le da igual hacerlo en el campo de la Damm, de la Ponferradina o en Montjuïc. Una versión de Sergio Busquets, el modelo también para Flick, distinto en la apariencia. Pequeño, con las medias bajas, se acerca igual a los centrales para ofrecer una salida del balón, camina o corre con la cabeza levantada mirando a sus interiores, y sigue el juego para frenar el avance del rival.Con Olmo y Pedri en el campo, el Barça forzosamente es otro. Reunir dos interiores con pase y llegada es una delicia para la vista y para el juego