Estos días hablando con una amiga que acaba de llegar de Indonesia, me comentaba cómo todas las artesanías locales han desaparecido en estos destinos macro turísticos. Ahora lo que parece que es original de la zona, en realidad, es una propuesta global que se singulariza por un logo, una palabra o un atributo añadido que ya lo convierte en algo “autóctono”. Esto mismo es lo que hace unas semanas denunciaba de una forma muy cómica una asociación de patrimonio artístico de Bruselas (https://associationdupatrimoineartistique.be/actualites), respecto a la degradación del corazón de la ciudad propiciado por el turismo masivo que llega a ella cada día. Creo que lo mismo ha pasado en ciudades como Barcelona hace unos meses. Ya no era el número de visitantes respecto a lo que una ciudad puede asumir, sino a lo que buscan y encuentran en ella. Las pequeñas tiendas de los centros históricos han desaparecido a favor de las grandes franquicias globales. Encontrar un verdadero producto elaborado como era costumbre en la zona es una odisea, pero a estos visitantes les da igual. Adquieren el recuerdo de esos lugares a los que llegan, etiquetados como de la zona, pero que poco tienen que ver con los productos que les han dado fama. Podría hablar desde el chocolate belga a los vinos de diferentes regiones de España, las ensaimadas mallorquinas o las empanadas gallegas. Cualquier parecido con lo autóctono es una mera coincidencia. Pero esto no importa, lo he comprado en la ciudad correspondiente y viene etiquetado con una bandera o marca de la comarca. Perfecto para regalo, y mira que bien me ha salido de precio.
En la mayoría de estos souvenirs, en especial aquellos que se pueden pegar a una nevera, colocar en un estante o llevar puesto a modo de camiseta, la etiqueta revela su origen real: China. Lo vemos como algo normal. Estamos tan habituados a que el gigante chino nos provea de lo que necesitamos, o creemos necesitar, que no nos damos cuenta de cómo se va perdiendo la identidad de los países, ciudades y pueblos a favor de una universalidad muy mal entendida.
Esta amiga mía me comentaba como se había encontrado en Bali un pato en madera llevando un biquini de lo más gracioso que bastantes años atrás había visto igual en un viaje a Croacia vestido de marinero y que le parecía de lo más original para llevarse a casa. Menuda decepción. Y es que ahora ni siquiera hay opción de encontrar cosas autóctonas en los lugares turísticos, más caras por cierto que las propuestas más baratas del gigante asiático. La artesanía local ya no existe.
Pero, ¿qué es lo que ha pasado?. Pues lo que estamos viviendo en muchas zonas costeras en España y que se ha acuciado desde la pandemia. Las localidades pequeñas no pueden asumir masas de visitantes. La popularidad de una localidad, una playa, un paraje, ganada por haber aparecido en las redes, o por cualquier otro motivo, debería ser gestionada de otro modo. Si a las cuevas de Altamira, las islas Cíes o diferentes monumentos y museos sólo pueden entrar un número de visitantes al día, quizá habría que hacer los mismo con localidades pequeñas y parajes naturales a preservar del turismo masivo que sólo busca haber estado, y no haber comprendido la idiosincrasia y las tradiciones de la zona. El control debería hacerse no sólo en la gestión de los recursos para atenderlos (restaurantes, centros de salud, hoteles, etc.), sino para detener la degradación misma que traen con ellos. La masa, estamos hablando de la generalidad, se escuda en ella misma para olvidar sus modales en casa.
Ahora entiendo cómo lugares tradicionalmente turísticos, hace muchos años que han entendido que sus localidades costeras no podían asumir tanta gente. Los resorts les han salvado (nunca pensé que diría esto): venga usted, no salga de nuestras instalaciones e, incluso, si quiere, le ponemos unas reproducciones de los monumentos cercanos para que no tenga que desplazarse y se haga la foto.
Desde luego salir de la rutina y viajar a otros lugares a otras identidades es necesario para el ser humano con inquietudes. Abre la mente, pero desde luego tal como vemos que se contempla por la mayoría de los viajeros, no. Viajes sí, pero no así.