Muchos saben ya, por experiencia propia o porque se lo hayan contado, que las aguas termales son una fuente de bienestar y que tienen incontables efectos saludables y beneficiosos para la salud. Granada es una provincia en la que abundan las termas, agua mineral que brota del suelo a mayor temperatura que la que hay en la superficie.
La fama de las termas de Granada se remonta a la época romana. El militar y escritor Plinio el Viejo ya habló de ellas en el siglo I de nuestra era. Por entonces se conocían ya las de un pueblo al que llamaban de tres maneras: Artigi, Stigi y Stici, que más tarde fue conocido con el nombre de Alhama de Granada. Curioso: Alhama es un término árabe que procede de Hammam, o baño árabe.
Seguramente ese es el más conocido de la provincia, pero hay más y uno está en un lugar turístico donde los viajeros, por lo general, eligen otras opciones. Está en la Costa Tropical, se llama Almuñécar y su historia no comienza con los romanos sino todavía antes, como lo constatan los abundantes restos fenicios hallados en la zona.
Las termas romanas de Almuñécar no se entienden sin el acueducto de Torrecuevas, que según algunos testimonios comenzó a construirse en el siglo I para llevar hasta la costa agua desde el río Verde, en lo que ahora es el término municipal de Jete. Se conservan varios tramos y, en el último de ellos, lo que quiere decir el más urbano.
Casi en el centro de la ciudad
Porque en realidad las termas están en pleno centro, como quien dice, junto a la llamada Carrera de la Concepción. Los transeúntes las pueden ver con relativa facilidad aunque están un poco por debajo de la superficie y para acceder a ellas hay que bajar por unas escalinatas.
Felipe Puertas, técnico del área de Turismo del Ayuntamiento de Almuñécar, reconoce que, como elemento turístico, la fama se la lleva el acueducto y que por eso las termas son bastante menos conocidas. «Aunque desde aquí hacemos siempre todo lo posible para promocionarlas», matiza.
Están formadas por varias piscinas, tanto de agua fría como caliente, con los restos del hipocausto y el horno, además de una red de tuberías realizadas en plomo. El conjunto se ha fechado desde mediados del siglo I d. C. hasta el siglo III o incluso IV d. C., momento en el que se abandonaron la mayor parte de las dependencias.
Han pasado por vicisitudes y por malos momentos. Puertas recuerda que allí hubo «muchos actos vandálicos, pintadas y demás», lo que llevó a una restauración que sirvió para bien poco, porque al cabo de un mes todo estaba igual de mal. La solución que adoptó el ayuntamiento fue cerrarlas al público.
Ahora están protegidas por una valla, pero acceder a las termas es posible por medio de visitas guiadas que se pueden concertar a través de la web del ayuntamiento o poniéndose en contacto con la concejalía de Turismo. Verlas es gratis, y ese es otro aliciente.
Otra cosa es disfrutarlas desde dentro. Sólo llevan agua cuando las transporta la lluvia, de manera que buena parte del año están vacías. Aun así, se puede recorrer el recinto y ver los 17 pequeños tramos de acueducto que han sobrevivido al paso de los siglos.