Junto al campo de golf de la PGA, ubicado en Caldes de Malavella, que sueña con albergar una Ryder Cup, se encuentra una austera instalación deportiva. No está muy lejos de los cuidados greens. Apenas un kilómetro. Ahí, en esos dos campos de hierba, mimados tal si fueran la pradera de Montilivi, se levanta, y de forma discreta, el laboratorio que ha revolucionado el fútbol español.
Se llega por un polvoriento y sinuoso camino de tierra. Es el laboratorio del Girona, el club que lidera la Liga, convertido ahora en un centro de estudio porque desafía el establishment de Madrid, segundo, a dos puntos, Barça, tercero, a cuatro, y Atlético, cuarto, a seis, pero con un partido menos.
En La Vinya, así se llama la ciudad deportiva del Girona, se ha construido un modelo de éxito cimentado en la sabiduría del fútbol modesto, sintetizada en dos figuras. Quique Cárcel, director deportivo, procedente del L’Hospitalet y Míchel, técnico, un símbolo del barrio obrero de Vallecas. Tipos nacidos desde abajo, sin glamour alguno. Ni tampoco propaganda. Dos alquimistas de la calle. Y esa química entre ambos ha creado la pócima del Girona, un club que ha descubierto el fútbol para su ciudad.
Del impago a jugadores a la cumbre
El club se fundó en 1930, pero vivió siempre de espaldas porque no tenía el impacto que acostumbra, sometido incluso al peligro de la desaparición cuando no hace tanto era noticia por el impago de nóminas y encierros de los jugadores en el vetusto estadio de Montilivi, construido en 1970.
Ocurrían todos esos líos en marzo de 2010. Justo entonces, un bar de la ciudad llamado Pencil cedió a los jugadores que preparaban un motín contra la directiva de la época por meses y meses sin cobrar que no recibían un futbolín por si tenían que encerrarse en el vestuario para matar las horas de soledad.
La ciudad, con esa preciosa catedral que domina el hermoso paisaje del barrio judío sobre el sinuoso río Onyar, disfrutaba más del baloncesto, mientras su gastronomía dominaba el mundo. Y ahí estaba el futbolín en el centro del vestuario de Montilivi como testigo de un club gestionado de mala manera.
El fútbol, segundo plato
Era, y es, Girona la cuna de unos cocineros que son genios. Pioneros, transgresores e innovadores. Al inicio con la creatividad deslumbrante de Ferran Adrià con El Bulli, el restaurante que lo cambió todo en Cala Montjoi (Roses). De la Costa Brava a las calles de la propia Girona con los hermanos Roca impartiendo su magisterio, ubicados todos en la cima triestrellada.
El fútbol era segundo plato. O ni aparecía en los menús, entretenido el público en el párket (primero Valvi; luego Casademont y, finalmente, el efímero Akasvayu Girona), que hizo desfilar por Fontajau a Pablo Laso, Roberto Dueñas, Fran Vázquez, Raúl López y el cedido Marc Gasol… Y hasta a Svetislav Pesic, un técnico de renombre.
Y con el creciente entusiasmo del Spar Girona (ahora Uni Girona), el equipo femenino que se codea con la élite del baloncesto español. Ni rastro del fútbol, con el club asomado a un concurso de acreedores (2012), que llegó a poner en peligro su continuidad.
“Aquí, en la tribuna de Montilivi, éramos cinco aficionados. No más. Nos conocíamos todos”, recuerda Delfi Geli, actual presidente, exjugador y rostro del club. Un lustro más tarde de esos años de penurias económicas, Pere Guardiola y Ferran Soriano, CEO del City Football Group y exvicepresidente económico con Laporta (2003-2008), sellan el acuerdo para compartir la propiedad de la entidad, que inicia un proceso de modernización.
De Machín a Míchel
Cárcel ya estaba; Míchel, aún no. El laboratorio deportivo sí se puso en marcha con la explosión del ‘fenómeno Machín’, técnico que guió al equipo a Primera División con el novedoso formato de los tres centrales, que provocó incluso la visita a Girona de Julen Lopetegui, entonces seleccionador español en las semanas previas al Mundial 2018. Venía el técnico vasco a Montilivi para explorar ese concepto táctico.
Ahora, hay procesión de expertos hacia la ciudad, convertida en un centro de referencia del fútbol moderno. Un modelo de gestión eficaz, con el poder concentrado en muy pocas manos, que recibió la entrada en la propiedad de Marcelo Claure (2020), empresario multimillonario boliviano, entusiasta del fútbol y con muy buena relación con Pere Guardiola y Ferran Soriano, que se quedó con el 35%.
Mientras la ciudad, tras años de olvido y abandono del fútbol, giró la mirada hacia Montilivi, consciente de que algo grande se estaba levantando en ese viejo estadio. Edificado bajo el trauma de caídas tan crueles (nadie ha perdido tantos ‘play-off’ ni de manera tan dolorosa) que habrían devastado cualquier proyecto. Pero con el balón por bandera, se ha transformado en un laboratorio de éxito.
Tiene 13.000 socios y 9.700 abonados. Y es líder de Primera en aforo con un 94.4% de ocupación de Montilivi, superando al Nuevo Mirandilla del Cádiz (90,8%) y Bernabéu del Madrid (89,8%)
Es un club pequeño (13.000 socios, con 9.700 abonados) que no figura entre los 10 primeros presupuestos de la Liga (está ahora en los 59 millones de euros) el que comanda un campeonato, mientras fieles aficionados se dirigen en procesión hacia Montilivi. Es líder también en porcentaje asistencia (14.642 espectadores, el más pequeño de Primera junto a Vallecas), con el 94% del aforo superando a Cádiz (90,8%) y Madrid (89,8%).
No solo eso. Se ha convertido en debate de estudio, transformada La Vinya, un grupo de módulos donde habita el equipo líder, alejados de las grandes pompas de la industria del deporte, en un plató televisivo. Por ahí desfilan las principales cadenas del mundo buscando el secreto de la pócima.
Y hasta desde la sede estadounidense de Forbes, el medio de referencia económico, llaman a las oficinas del Girona, escondidas en los sótanos del estadio, para preguntarle a Ignasi Mas-Bagà, CEO del club, las llaves estratégicas de un club envidiado. Si ese futbolín de Montilivi, que tiene réplica en La Vinya, hablara…. Si hablara contaría la historia de un club que en una década ha transitado de estar al borde de la desaparición a ser el líder de la Liga. Una bella historia.