Afirmaba Javier Bardem, que fue internacional juvenil con España, que “ser jugador de rugby en España es como ser torero en Japón”. Y no estaba muy lejos de la realidad. De hecho, lo sigue siendo porque los jugadores de rugby profesionales en España, los que tienen un contrato como deportistas y están dados de alta en la Seguridad Social, se cuentan con los dedos de las manos. El año pasado, sin ir más lejos, el Ciencias de Sevilla, recientemente finalista copero y uno de los equipos ‘grandes’ estas últimas temporadas, renunció a jugar un partido como medida de protesta de los jugadores, a los que el club debía cuatro meses de sueldo.
El rugby en España es un deporte amateur, en el mejor de los casos sería pseudoprofesional (con todo lo malo que eso conlleva). Nuestro rugby está subvencionado por el Gobierno, a través del Consejo Superior de Deportes, y por World Rugby, la FIFA oval. Y el rugby Seven, al que se conoce como ‘7’ por el número de jugadores que participan en él, es un ejemplo de ello.
Hola y adiós de las Series Mundiales a Madrid
El 7, que es la disciplina olímpica del rugby, cuenta con un circuito mundial que consta de diez series mundiales que se celebran a lo largo del año por todo el mundo. España es uno de los países que participa al haber logrado brillantemente la permanencia en un torneo final que se disputó en Madrid.
Estaba cerrado el acuerdo para tres años, pero al final el Ayuntamiento dio marcha atrás a lo anunciado y las Series Mundiales de Madrid se mudarán con casi total seguridad a Londres la próxima temporada. Jugar estas Series Mundiales da derecho a los jugadores a recibir una subvención que World Rugby ofrece a todos los participantes. No es que con eso ganen dinero para vivir fuera del campo, pero al menos les da para competir dentro.
El dinero que maneja la Federación son habas contadas. Juan Carlos Martín ‘Hansen’ acomete su segundo mandato, aunque será el primero completo porque el anterior ha sido sólo de dos años tras la ‘invitación’ del CSD a marcharse al anterior presidente, Alfonso Feijoo. Con Feijoo al mando España fue descalificada del Mundial dos veces consecutivamente por “negligencia continuada” de la Federación que presidía el donostiarra en el trámite de pasaportes para la elegibilidad de jugadores.
Además, ‘Hansen’ heredó una Federación prácticamente arruinada con un agujero financiero importante e intervenida en la práctica por un CSD que mostró complicidad con la gestión del nuevo presidente. Una vez salvado el ‘match-ball’, Martín debe convertir las buenas palabras en hechos y que comiencen a aflorar patrocinadores e inversores en el rugby español, porque a día de hoy es un páramo en el que se malvive subvencionado y liderado por el compromiso de los jugadores. Especialmente de los jóvenes. Entre ellos la selección júnior, la Sub-20, que obtenía una victoria fundamental sobre Fiyi que le permitirá mantenerse en la élite del rugby de cantera mundial, lo cual es una noticia de enorme trascendencia.
La deriva del rugby español tras la etapa de Feijoo obligó a World Rugby, que es el principal ‘patrocinador’ de la Federación, a tutelar su gestión con la intervención de su director de High Performance en Europa, el argentino Daniel Hourcade. ‘El Huevo’, como se le conoce en el rugby, terminó monitorizando a la FER tras varios desplantes con un plan de desarrollo que comienza a dar resultados.
Los críticos con World Rugby por castigar con la expulsión a la España de Feijoo eran casualmente los mismos que bailaban el agua al anterior presidente mientras cobraban una paga mensual de la FER. Esos críticos hoy se han subido al carro de Hansen, manteniendo la ‘paguita’, y aplaudiendo, ahora sí, la apuesta de Hourcade por los jóvenes y la selección Sub-20, en lugar de seguir apostando por los profesionales de Francia como jaleaba “el sanedrín de expertos”. Estos últimos hasta ensalzan cínicamente hoy el trabajo del argentino Pablo Bouza, nuevo seleccionador español, cuyo nombramiento descalificaron en su día por “su falta de pedigrí internacional”.
Un preolímpico “imposible”
España no estará en París ni en femenino, donde el batacazo fue sonado en las eliminatorias de clasificación, ni en masculino, donde el Preolímpico era una misión imposible. Kenya había dado la sorpresa en el clasificatorio de África tumbando a Sudáfrica, por lo que los ‘springboks’, bronce en Río 2016, acudieron a Mónaco a por la plaza para los Juegos sin margen de error. Allí se toparon con otra selección ‘grande’, Gran Bretaña, plata en los JJOO brasileños, que también tenía que ganarse su lugar en París. Solo podía pasar uno y fueron los ‘bokkes’, quedando España tercera y confirmándose que en París no estarán ni los ‘Leones’ ni las ‘Leonas’.
La realidad es que lo ocurrido en Río de Janeiro, cita en la que regresó el rugby a los Juegos y España fue la única ajena a las Home Union (los ocho países fundacionales del rugby) con representación en chicos y chicas, fue un hecho extraordinario, inesperado y que raramente se volverá a producir. No será por falta de talento, pero España no cuenta con recursos para medirse a las grandes naciones del mundo oval. El rugby español sigue estando más cerca de las cervezas que del profesionalismo. Sobre todo, fuera del césped.