El tercer hombre es ambicioso. Es al que no se muerde la lengua y el que se escapaba siempre desde lejos, cuando comenzó a correr, porque no sabía ir en pelotón, que a veces no es fácil. Remco Evenepoel se ha presentado este año ante la sociedad del Tour con 24 años, después de ser campeón del mundo y ganar la Vuelta. El covid lo apartó la temporada pasada del Giro cuando llevaba puesta la ‘maglia rosa’. Ahora viste de blanco, el color de los menores de 25 años, un jersey que ya no puede llevar Tadej Pogacar porque ha crecido en fortaleza, genio y edad.
Orléans es la ciudad entregada a la veneración de Juana de Arco, donde el verano aprieta menos con un tiempo primaveral, donde descansó el Tour este lunes y desde donde se estrenará el martes la segunda semana de competición que finalizará con dos días salvajes por los Pirineos.
La ciudad se convirtió en el centro planetario del ciclismo porque allí durmieron todos los ciclistas encabezados por el trío que, por ahora, parece jugar a ganar el Tour. Sinceramente parece que sólo uno de los tres, Tadej Pogacar lleve en los bolsillos de su ‘maillot’ todos los boletos para llegar de amarillo a Niza, donde acaba la carrera este año, porque ya ahora los Campos Elíseos están bloqueados por los Juegos Olímpicos.
Pogacar tenía el objetivo de salir de la primera semana con suficiente distancia en minutos para respirar, tomarse los Pirineos a la defensiva y cuidar que la salud y el cansancio no le enturbiaran la fase final de la carrera. Apareció Evenepoel para dar guerra y, sobre todo, Jonas Vingegaard. La tercera pieza del puzle, vencedor de las dos últimas ediciones de la prueba, demostró que, quizá sin estar bien, falto de rodaje por la caída sufrida en Álava el 4 de abril donde el astro danés temió lo peor, apunta a cosas brillantes conforme vaya reuniendo kilómetros, mejore la forma y se crea que puede noquear a un Pogacar sobresaliente.
La maravillosa etapa de gravel
Y hasta hubo quien trató de sacar la máxima polémica al pique entre los tres, provocado en la maravillosa etapa de gravel, cuando Vingegaard no quiso apoyar la fuga iniciada por Evenepoel y secundada por Pogacar y él mismo, a casi 80 kilómetros de la meta.
Porque, si Vingegaard acostumbra a exhibir un perfil bajo y a no liarse con temas extradeportivos, si Pogacar ríe por fuera, pero se las guarda todas, Evenepoel es el que pone la salsa y el que se ha propuesto seguir los pasos de Eddy Merckx y Lucien van Impe, los últimos belgas en ganar el Tour; de eso hace 50 años.
“Dos perros se pelean por un hueso y el tercero se lo quita. No está en mi cabeza. Ellos dos tienen muchas ganas de llevarse el Tour y yo sé que tengo que aprender de ambos. Esta es una carrera muy dura. Y este año más. Me lo dijo Cavendish la semana pasada. Pogacar está fresco y es ambicioso. Sé que será difícil vencerlo, pero hay que ponérselo complicado”, cuenta Evenepoel en el día de descanso.
En el día de reposo los ciclistas ruedan algo más de una hora con un descanso para tomar un café o un refresco en un bar del camino, a las afueras de Orléans. Se mezclan con cicloturistas de la zona que tratan de aguantarles unos kilómetros para luego presumir de ello. Y para recordar lo que para ahora ha sido el momento táctico más crítico. ¿Por qué Vingegaard no colaboró con sus dos rivales para dejar ya el podio cerrado, tal como defiende Evenepoel?
La respuesta
“Fácil -responde el astro danés-. Si hubiese colaborado con ellos a falta de 80 kilómetros para meta me habrían dejado en otro sector de gravel y habría perdido el Tour. Además, iba con la bici de mi compañero Tratnik y no es lo mismo que ir con la tuya. Así que jugué la defensiva. Algunos no lo entenderán, pero es su problema y no el mío”. Punto final al conato de polémica.
La segunda semana comienza este martes con una etapa llana que sólo el viento puede alterar, para adentrarse el miércoles en el Macizo Central y desde allí bajar a los Pirineos con el Tourmalet y el Pla d’Adet (sábado) y el Plateau de Beille para el domingo. La suerte está echada.