Un partido para rebobinar y rebobinar certificó un sonado triunfo español después de tres periodos que le exigieron absolutamente de todo. Un choque de lo más crudo ante todo un gigante como Alemania. Una España madura, en las cuerdas en muchos minutos, supo apretar los dientes cuando su rival subió el volumen y la tuvo enchironada a base de empuje aéreo. Por el camino, una Roja también puntual ante el gol, con momentos con mucho hilo y otros más desteñida, sobre todo tras los primeros relevos. Olmo le dio el primer impulso y Merino, con el encuentro casi terminal, selló el subidón español. Guiños del fútbol, tuvo que ser España quien despidiera a Kroos.
El reto madrugó con una rareza. Porque anómalo resulta ver a Kroos con la sierra. A los cinco minutos, el “siberiano” Kroos hizo dar una vuelta de campana a Pedri. El canario, a la enfermería. Con la corneta del exmadridista, España supo a qué se enfrentaba. Un partido con mucha lija. Mucho hormigón. Un reto de los que gradúan.
Cada duelo era pugilístico. Con asaltos individuales por todos los sectores. Gündogan arrestaba a Rodri, Can a Fabián y por los costados el encuentro era muy pizarrero, con mucha probeta. Alemania se decantaba porque Rüdiger, pese a cargar pronto con una tarjeta, impusiera un tratamiento de choque a Nico. Lo que liberaba a Kimmich, que siempre fue un lateral ortopédico. En la otra banda. Carvajal, circunspecto en la ofensiva por la inquietante presencia de Musiala, un diablillo.
Con De la Fuente ya no basta con la formalidad del toque. Ni rastro de aquella España apologista de la posesión que derivó en una Roja morosa. Hoy es una selección que maneja la pausa y el vértigo. Y como consigna principal, cerrar todos los ataques. España carga desde fuera del área sin rodeos. O bien cuenta con la percha de unos extremos con turbinas por piernas. A Lamine no le falta seda. Una falta se le fue a la izquierda de Neuer por un pelo.
Extrañamente extraviado Kroos, Kimmich daba palique a los suyos. Un centro del jugador del Bayern lo cabeceó Havertz y lo empastó Unai. Momentos para cerrar filas. Repitió el delantero del Arsenal tras un titubeo de Le Normand, pero de nuevo estuvo firme el portero vasco. El propio Unai daba perspectiva a la Roja con su clínico juego de pies. Como Rodri, tan capaz de poner un partido en hora como de disputar cualquier pulso que se le presente.
Al descanso maniobró De la Fuente. Le Normand, con una amarilla que le exiliaba de una posible semifinal, en la que tampoco estará Carvajal, dejó paso a Nacho. Su colega Nagelsmann rebobinó a la Alemania que se estrenó en el torneo: Andrich por Can y Wirtz, principal exponente del Leverkusen, por el intranscendente Sané.
Olmo, relevo de Pedri, era un incordio para Kroos, al que el seleccionador germano quiso auxiliar con Andrich, un medio matraca con cara de malas pulgas. Equilibrado el encuentro, Lamine conectó con Morata, que se giró con pericia, pero el disparo se le fue a un anfiteatro.
Más preciso estuvo Olmo. Laporte atravesó las líneas germanas con pase a Morata y el capitán dio marcha a Lamine. El azulgrana, con brújula en las botas, advirtió el aterrizaje de Olmo en el área. El jugador del Leipzig clavó el remate a un rincón de la red de Neuer. Quedaban varias lunas, pero el técnico alemán optó sin demora por el plan b, ese en el que prevalece Füllkrug, un ariete jabato forrado de acero y con muelles para el juego aéreo. Faena para Nacho y Laporte.
En ventaja y con Alemania con más mecha, al grupo de De la Fuente le tocaba estrujar la mandíbula y confiar en un contragolpe. Para ello, de manera inesperada, el entrenador riojano cerró el paso a Lamine y luego a Nico para envidar con Ferran y Oyarzabal. Tampoco dio más carrete a Morata. La delantera renovada al completo. Hasta el bingo de Merino, a Alemania le sentaron mejor las sustituciones.
España cada vez más apurada. Füllkrug cazó un remate al poste izquierdo de Unai y en el único traspié del portero a Havertz se le escapó un tiro por encima del flequillo del arquero. Füllkrug le cambió la vida a Alemania y cada pelota en vuelo era una granada para una Roja cada vez más encapsulada. Hasta que llegó el minuto 88 y Kimmich, que no es un pivot, descolgó el enésimo balón y Wirtz estampó el empate. A estas alturas del curso, una prórroga con el personal con el corazón esquelético y las suelas bien desgastadas. Oyarzabal, Wirtz y Füllkrug tuvieron la solución con tres ocasiones picantes. El árbitro barajó sus cartas y no le salió penalti de Cucurella por una mano. Un partido en el trapecio hasta que Olmo, el más clarividente de largo, hizo coger la pértiga a Merino, que cerró una victoria épica: en casa de un anfitrión con mayúsculas.