Si lo inverosímil exacerba el misterio, un asesino en serie que mata mineros por distintos pozos de Hunosa, a finales de los años setenta del pasado siglo, es un argumento irrefutable para acometer una novela negra. Nada más negro que minas, crímenes y el gris de un ambiente saturado tras la muerte de Franco. Marcelino Cortina (El Entrego, 1965) resuelve esta historia en su primera novela, “En blanco y negro” (Bohodón Ediciones), con una trama perfectamente diseñada, sin resquicios, con una escritura ágil, limpia de subterfugios de escritor novel, que atrapa desde las primeras líneas y mantiene el relato tenso y viva la incertidumbre hasta el sorprendente giro final.
Marcelino Cortina, matemático de formación y profesional del sector tecnológico, construye una narración con una estructura numérica, veinticinco capítulos de otras tantas páginas cada uno –más o menos–, para facilitar, cuenta el autor, la lectura. Una idea extraída de uno de sus mitos literarios, de las novelas de su admirado Andrea Camilleri, creador del comisario Montalbano. No en vano el protagonista es un inspector de la Policía Nacional, Bernardo Bédavo Camilleri (BBC le llaman sus compañeros), al igual que Camilleri le puso Montalbano a su comisario por su devoción por Manuel Vázquez Montalbán. Bédavo regresa a su pueblo natal de El Entrego para incorporarse a la nueva comisaría de la por entonces aún Policía Armada. Y comienza a sospechar que tras los numerosos accidentes mortales de mineros hay algo más que una “mala racha”, un patrón de asesinatos premeditados que podría ser obra de un asesino en serie. Una investigación que afronta en una violenta competencia con “grises” y “picoletos”.
El policía, empedernido lector de “El Caso”, icono del periodismo de sucesos durante décadas, emprende la investigación ante el escepticismo general, acompañado por su antigua novia Lucía; por un compañero corpulento, bonachón e implacable, Tino, gastrónomo además de las mejores cocinas del pueblo, sin faltar las populares “cebolles rellenes”; y del viejo y sabio minero Pepe, compañero de pensión, cuyas reflexiones, siempre rematadas con un “mayormente”, le ayudan a reencontrarse con sus orígenes y a descubrir sus propias interioridades.
El Entrego, pueblo minero de la cuenca del Nalón, adquiere una categoría trascendente en el relato. Se erige como un universo social, laboral y político con vida propia, hasta convertirse en un personaje más –e imprescindible–, como en su día lo fueron Macondo para García Márquez o Santa María para Juan Carlos Onetti. El Entrego, envuelto en la atmósfera negra de la actividad minera, muy ligada a la rebeldía política y los grises que tiñen su paisaje, está perfectamente descrito en sus calles, edificios, parques y, sobremanera, en muchos de sus personajes más populares. Es un escenario ideal para el desarrollo de la narración policiaca por el que Bernardo Bédavo va dejando, sin darse cuenta, sus reflexiones en voz alta, que el autor diferencia acotándolas entre paréntesis.
La novela quizá peque del excesivo espíritu matemático del autor, de esa querencia por abarcarlo todo, ofreciendo descripciones tan completas que parecen surgidas de los pinceles hiperrealistas de Antonio López, sin dejar rendijas para que fluya la imaginación del lector. Los principales personajes tienen tal potencial narrativo y personal que invitan a ser desarrollados con mayor profundidad literaria. Y hasta quedaría impecable una pincelada más gruesa del ambiente político y reivindicativo de la época, tras la muerte de Franco, en las comarcas mineras.
Pese a lo inverosímil del argumento original, el lector no encontrará trampas ni lagunas. Bien documentada y asesorada sobre las labores minera y policiaca, innovadora al introducir la figura del asesino en serie cuando este perfil criminal solo empezaba a ser estudiado, “En blanco y negro” es una estupenda y admirable novela negra. La primera de Marcelino Cortina. Serían deseables más. Mayormente.
En blanco y negro
Marcelino Cortina
Bohodón Ediciones, 338 páginas, 18 euros
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