España ya está en octavos. Sigue la aventura de los de De la Fuente tras pasar como líderes de grupo, ganar todos los partidos y no encajar un gol. Para muchos han superado las expectativas, otros sostienen que las han cumplido ante una Croacia crepuscular y una Italia menor. Pero la pregunta que surge inevitablemente es ¿quién dicta nuestras expectativas? Me decía Carlos Bardem una tarde, “soy mucho más feliz desde que he aprendido a rebajar mis expectativas. No espero mucho y agradezco todo lo bueno que viene”.
Expectativa, la gran amenaza
Anatoly Karpov, el campeón del mundo de ajedrez, advertía que “la amenaza de la derrota es más terrible que la derrota misma”. Según la RAE, una expectativa es la posibilidad razonable de que algo suceda. Algo que se relaciona con las creencias, las ideas o las exigencias que nos imponemos para alcanzar un objetivo. Un concepto que viene ligado a los deseos, a la educación que recibimos, a los valores que rigen nuestra vida, a las experiencias que acumulamos… Tengo una hermana pequeña que ha vivido en Portugal, Austria, Alemania, India y ahora en Costa Rica. Siendo hijos de los mismos padres, habiendo estudiado en el mismo colegio y compartiendo, además, el mismo instinto nómada, ella tiene experiencias vitales diferentes que hacen que sus expectativas tengan poco que ver con las mías. Levantarse, meditar y surfear cada mañana al amanecer antes de ir al trabajo conforman su rutina diaria innegociable. Yo prioricé ser periodista y vivo a 600 kilómetros de la ola más cercana. A veces…
Cuentan los que saben que hay tres tipos de expectativas. Las predictivas nos dicen que vamos a ganar la Eurocopa, anticipándose a una realidad que aún desconocemos. Las normativas, impuestas por el contexto social, advierten que además debemos hacerlo “jugando bien” porque así lo dictan quienes nos rodean. Aunque cómo dice Filippo Ricci, periodista de la Gazzetta dello Sport: “¿Qué es jugar bien? ¿Jugar bien no es ganar?”. Por último están las llamadas expectativas “merecidas”, las más subjetivas. Son las que nos taladran la cabeza advirtiendo que vamos a ganar la Eurocopa porque lo merecemos más que nadie. Ninguna de las tres te garantiza nada, más allá de generar mucha frustración cuando no se cumplen.
El iceberg del fracaso
Las expectativas incumplidas han destrozado la vida de mucha gente. Por no cumplir lo que tú mismo te impones, y que puede estar por encima de tus capacidades, o por el qué dirán. Por no estar a la altura de lo que crees que los demás piensan de ti, en muchas ocasiones erróneamente porque ni siquiera te prestan atención. No nos compete complacer los deseos de otros. En ese escenario emerge como un iceberg el fracaso. El fracaso solo es la expectativa mal asumida de una derrota. Perder no solo es posible, además es necesario porque para que uno gane otro debe perder. Y uno empieza a perder cuando siente el temor de poder hacerlo. De ahí que solo se disfrute cuando dejas de tener miedo. El miedo te bloquea, agarrota tu cuerpo y te nubla el entendimiento. Quien no naturaliza la derrota, sobrevalora la victoria. Y ese es el primer paso para fracasar.
La derrota no es buena ni es mala, es inevitable. Presume Rafa Pascual de “no haber perdido ningún partido. Cuando ha ocurrido es porque me los han ganado los rivales”. Entender la derrota como un hecho natural ayuda a vencer el miedo que produce. Hace mucho que dejé de contar los partidos que perdía y las malas decisiones que tomaba en la vida. Porque soy lo que soy por los traspiés que he sufrido. Un día mi padre me dijo: “Ningún barco debería hundirse sin su capitán”. Fue su elegante forma de decirme que debo asumir mis errores y seguir ciñendo hasta que role el viento y entre por popa.
Esta España de De la Fuente está haciendo camino. Pero cada gol que mete y cada partido que gana aumentan las expectativas que le rodean. Las predictivas, las merecidas y, sobre todo, las normativas. Hace tres semanas, al llegar a Donaueschingen, pocos escribían de De la Fuente, si acaso para ningunearle por su falta de carisma. Este martes las columnas de los diarios deportivos, y no tardando mucho las de los generalistas, glosan los logros de esta ‘Españita’ de autor. Ahora arranca verdaderamente el peligro para esta selección. Cuando las expectativas comienzan a crecer y las olas que los jugadores surfean se vuelven enormes como las de Nazaret.
El tamaño de tu éxito tiene que ver con la forma en que manejas las desilusiones. Y las expectativas no mejoran ni empeoran los resultados, solo cambian la forma en que vivimos la experiencia. Pero si la exigencia de De la Fuente y Pablo Amo se dispara a partir de ahora, el hombre que será clave en esta fase del torneo es Javier López Vallejo, el psicólogo de la selección. Alguien que sabe perfectamente lo que significa arrastrar la pesada losa de las expectativas. El Milan ofreció 500 millones de pesetas a Osasuna por él y aunque el fichaje nunca se cerró, Javier siempre cargó con ello. El portero que quiso fichar el Milan… Pura expectativa.