Italia y España han convertido en los últimos tiempos este clásico calcistico casi en un derbi. Un duelo que esta vez tenía premio extra, porque el ganador se aseguraba el liderato de grupo, más allá de lo que ocurriese en la tercera jornada. Avisó Luciano Spalletti, “saldremos con el traje de Armani aunque tengamos que marcharnos”, y Luis de la Fuente respondió vistiendo a España con frac con Laporte atrás.
Un central con salida
Pablo Amo, el ayudante del seleccionador español Luis de la Fuente, estuvo a punto de fichar por Estudiantes. Con su 1,86 era un base de buena visión periférica, como exigía su posición, pero al final se terminó decidiendo por el fútbol. Como futbolista era un central que optimizó sus virtudes baloncestísticas, leyendo muy bien el juego. Mostraba un instinto especial para anticiparse a las jugadas de ataque del rival, y jugaba siempre con la cabeza alta mirando lo que pasaba antes sus ojos. Las lesiones le castigaron, pero en el Deportivo que llegó a semifinales de Champions dejó su elegante impronta.
Nadie mejor que Amo sabe lo importante que es tener un central con primer pase, un defensor que se convierta en el primer atacante, al igual que Morata es el primer defensor del equipo. Idea que De la Fuente, lateral izquierdo de recorrido, comparte. En esta selección Aymeric Laporte es ese central. El ‘playmaker’ de la zaga. Ante Italia el hispano-francés se coló en el once titular. Oficialmente fue debido a unas molestias de Nacho, que más de uno entendió como una coartada para justificar la suplencia del jugador del Real Madrid. Esta selección, guste o no, se sigue leyendo en clave madridista o azulgrana porque en las salas de prensa interesa que así sea.
La entrada de Laporte operó dos efectos instantáneos: Unai Simón no rifó ni un balón largo, como ante Croacia, y Rodri se ahorró veinte metros de recorrido para ir a buscar la pelota, que le llegaba limpia a la espalda de los mediapuntas italianos y ponía con velocidad en los pies de Nico y Lamine. En defensa Aymeric estuvo aplicado con un Scamacca que le buscaba siempre los duelos y al que ayudó Cucurella cuando Italia giraba el fútbol hacia ese lado. Con Laporte y Le Normand, o Nacho, tanto da porque el realista y el blanco son especialistas defensivos intercambiables, la defensa estaba más compensada. Sin problemas defensivos destacables, el único contratiempo era la falta de contundencia española. Pedri y Nico Williams perdonaron dos ocasiones clamorosas y Donnarumma realizó paradas determinantes a Morata y Fabián. A esta España más reconocible que la de Croacia le faltaba lo que exhibió en Berlín, contundencia. Pasaban los minutos y los de De la Fuente quedaban cada vez peor parados al perder el balón en el área italiana posibilitando las estampidas azzuri. La impaciencia le penalizaba.
Del traje de Armani al mono de trabajo
En el descanso Spalletti se quitó el traje de Armani y se puso el mono de trabajo, dejando en el vestuario a Jorginho y Frattesi, a los que suplieron Cambiasso y Crisante, quien vio la amarilla en la primera jugada tras pisar a Rodri. Lo que en Uruguay se llama una “patada de ablande” para marcar territorio. Seguía España con su monólogo, pero continuaba el rosario de ocasiones falladas. Pedri volvió a desperdiciar otra ocasión clara unos segundos antes del enésimo desborde de Nico Williams que centró, Donnarumma solo acertó a desviar la pelota y el balón pegó en Calafiori, terminando en la red. El regalo italiano premiaba la insistencia española.
Spalletti tiró de raza, con Retegui y Zaccagni en lugar de Chiesa y Scamacca. Ese empuje de la azzurra hizo que España diera un paso atrás y De la Fuente metió piernas frescas arriba con Ferran, Baena, Ayoze y Oyarzabal. El viento había rolado y anunciaba chubascos, pero todo se quedó en unas gotas. España ganó en Gelsenkirchen y se aseguró el liderato en su grupo. Esta España que seduce con su frescura y descaro perdonó mucho ante Italia y acabó sufriendo. Nadie dijo que fuera a ser fácil.