“Nadie te habla como te habla un poema”, le he oído decir a Olvido García Valdés. Leyendo “año*”, el último libro del poeta Marcos Canteli (Bimenes, 1974), me parece oportuno pensar que nadie escucha como escucha un poema.
Cada libro hace a su lector. Nunca es al contrario. El principio que guía la escritura fundamenta una expectativa, afianza un modo de estar, de construir sentidos, en definitiva, de leer. Y si el lector no acepta el juego, se acaba la partida. La poesía sería el lugar más adecuado para liberarse de los protocolos predecibles y encontrar otro modo de decir y de conocer. Lo curioso es que buena parte de la producción poética actual no parte de un principio de exploración, sino de un procedimiento en que el lector encuentra lo que espera: una escritura que se afana por adecuar la expresión para agradar o reforzar la expectativa de quien lee.
Con su nuevo libro, “año*”, Canteli avanza en su propuesta de indagación en el lenguaje, al margen de la idea convencional del poema como depositario de una experiencia o expresión de un saber comunicable. La diferencia es conceptual y el lugar del lector cambia: ha de aceptar las posibilidades de significación de lo aparentemente insignificante, ha de confiar en el poder del lenguaje para levantar sentidos sin el sostén de un discurso controlado. Canteli nos invita a una experiencia artística próxima a la que encontramos en la expresión pictórica abstracta, en la reacción intuitiva y conceptual de una performance, en la reformulación del lenguaje y de las categorías cotidianas de un ready-made. Quien lee ha de abrirse a lo distinto, al decir y al desdecir.
“año*” se compone de tres partes. La primera, “mientras gobiernan mis días”, es fruto de un proyecto cuyo planteamiento se explica en una nota al final del libro. Su concepto irradia y compromete al resto del libro, pero no hay que olvidar que las dos secciones que le siguen tienen una entidad distinta. En la primera parte, la escritura funciona por acumulación, a partir de las anotaciones en un diario, integradas con las variaciones del dibujo recurrente de un óvalo, que remite a una piedra encontrada en una playa. El diario reúne ese acarreo de materiales, acopio de cosas oídas, leídas, recogidas de la experiencia cotidiana, de las capas de lenguaje que nos abordan a diario, del oído atento o de la escucha por azar. En “año*” se muestran fotografías de ese diario, ya que forman parte del proyecto, por lo que la publicación en formato-libro avanza con el propósito de algo inacabado, que zumba con el ruido de una maquinaria en marcha.
Todo es fragmento, descentralizado, dislocado, pero la acumulación genera cadencia y tono
Todo es fragmento, descentralizado, dislocado, pero la acumulación genera cadencia y tono, lo reunido nos interpela sobre su intención, el lenguaje opera su irresistible deseo de sentido. Así se aglutina lo heterogéneo, dándole una voz que sabemos que es un constructo, una entelequia en la que cabe lo íntimo y lo público, lo personal y lo político. “Un concierto de desconciertos”, que diría Baltasar Gracián. En ese sentido, la escritura de Canteli es del linaje de José-Miguel Ullán, remite a los fundamentos de las vanguardias, a los principios del hecho poético y, por tanto, también a los clásicos (y aceptar esta aparente contradicción es una clave para gozar de este juego).
Las dos secciones que siguen conceden hueco a una voz que recita con ritmo de letanía, en referencia a un “yo” que se reconoce en cierto modo de duelo, en ciertas formas de ruego. A modo de salmo, la escritura sigue fiel al principio combinatorio, al fragmento y la acumulación, pero se vuelve aquí menos disociada, menos retadora. En las series de “como una corona” y en “no dejes el prado”, el canto nos apela de un modo más apaciguador. Aquí la emoción cobra valor en algunos enunciados, palabras de significado incierto, repetidas con la exaltación de una plegaría o de una canción que vuelve al mismo sitio, una y otra vez, por la necesidad de decirlo / oírlo de nuevo, con la esperanza de que alcancen su destino incierto, su significado oculto. Desdicho: oído en tierra. “Esa ignorancia zumbará en tu oreja. Fraternalmente”, en palabras de José-Miguel Ullán.
año*
Marcos Canteli
Varasek, 145 páginas, 15 euros
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