Search
Close this search box.

Aromas extremos


En “El aroma de los imperios” –un inteligente ensayo del historiador alemán Karl Schlögel (Allgäu, 1948) sobre dos fragancias y su repercusión en la pugna por el poder durante el siglo XX–, el episodio que peor huele se refiere al humo de los campos de extermino alemanes y a la pestilencia sumergida del gulag soviético. En Auschwitz es el hedor rancio y repugnante de la carne humana que cubre todo el campo como si se tratara de una alfombra. En Kolimá, en cambio, con sus extremas temperaturas bajo cero, el olor a cadáveres parece no dejar huella. Varlam Shalámov, testigo y víctima del Gulag, contaba con amargura cómo en el crematorio polaco era omnipresente el olor a gas y humo, mientras que los muertos de Kolimá el tufo no se percibía. Los cadáveres incorruptibles estaban demasiado consumidos, exangües, y se conservaban en el perpetuo hielo. Los presos no solían morir porque los mataran, sino porque no se les dejaba vivir. El olor circunstancial a pan representaba la supervivencia, mientras que en la cara nazi del exterminio el horno simbolizaba la muerte.



Source link