Asumir la realidad no siempre es fácil. A veces intentamos evitarla, serpentear para no tener que tomar la decisión que en nuestro interior ya sabemos que debemos tomar. Eso le pasó a Aida Torres (Torelló, 2002) cuando sufrió una lesión en el labrum (tejido blando que rodea las articulaciones circulares del cuerpo) del hombro derecho. El dolor era agotador y la articulación, vital para entrenar y competir, se le quedó bloqueada.
-Han sido unos meses complicados. ¿Cómo se encuentra?
-Estoy en un punto de ir volviendo poco a poco a la rutina. Pasar por el quirófano me ha hecho perder toda la que yo tenía antes con los entrenamientos, el fisio… Perder la rutina ha sido un shock, y estoy intentando volver a cogerla. Hace casi un mes que he podido volver a escalar y tengo buenas sensaciones.
-¿Cómo fue la lesión?
-Hace un año, en junio del año pasado. Un día entrenando hice un movimiento brusco y en el mismo momento noté algo raro. Como si se me desgarrara el hombro. Y me dije: “¡Mierda, la he liado!”. Con la ayuda de los fisios pude ir trampeando para poder terminar la temporada hasta noviembre. Reforzando el músculo pude terminarla, aunque no de la manera que yo quería. Cuando se terminó, vi que no podía continuar así, que no podía dar el 100%, y la mejor opción era pasar por quirófano. Con lo que ello implicaba por estar parada y tener que recuperar todo el movimiento. Ha sido un proceso complicado, pero era la mejor y única opción. No me quedaba otra.
-Fue difícil tomar la decisión.
-Tenía que aceptarlo. Por todos los medios quería intentar no pasar por quirófano. No me había operado nunca, era mi primera operación, y quería intentar evitarlo. Pero el hecho de ver que todas las otras opciones que tenía se iban descartando… Porque mi objetivo era poder competir al máximo nivel y con el 100% de mis capacidades, que hasta entonces no podía.
-¿Cómo se sintió el día que volvió a escalar?
-Fue un poco raro. El primer día no me levanté del suelo. Solo utilizaba los pies. El brazo no lo levantaba más de un palmo de mi cuerpo. Era todo lo que podía hacer. Me impactaba ver cómo algo que había podido hacer siempre, de repente, no podía. De estar compitiendo a no poder siquiera levantar el brazo.
-Y el objetivo era volver a competir. ¿Cómo le va la temporada?
-Nuestra temporada de competiciones, más o menos, comienza en marzo y acaba en noviembre. Llevo ya bastantes años compitiendo y sé lo que implica. Estamos sacrificando nuestra vida, tanto a nivel personal como social. Pero es algo que ya lo tengo aceptado.
-¿Se puede vivir de la escalada?
-Después de los Juegos de Tokio, la escalada ha hecho una gran evolución y cada vez hay más gente implicada. Las ayudas son cada vez más grandes. Pero es verdad que todavía estamos muy lejos de ser profesionales y poder vivir de esto. Esperemos que en los próximos años vaya cambiando.
-¿Y usted cómo lo está haciendo?
-Tengo a mis patrocinadores, que me ayudan muchísimo. Pero sobre todo es la ayuda de la familia, que es el principal sponsor. Ahora mismo no estoy trabajando, pero sí que estoy estudiando porque creo que no sabes nunca cuándo acabará tu carrera deportiva. Es importante tener una carrera secundaria.
-¿Se decidió por algo relacionado con el deporte?
-Estudié el grado medio y superior de Informática y Programación Web, que no tiene nada que ver con el deporte, la verdad. Estaba un poco cansada de todo el mundillo y pensé que necesitaba un cambio de registro. Este año estoy cursando un máster de marketing deportivo. Tiene mucha relación con lo que estoy haciendo a nivel deportivo ahora, y me gusta mucho.
-Hay cierta paridad en la escalada.
-Es una ventaja que tenemos. Muchas veces dicen que los chicos son más fuertes porque tienen más físico y pueden tirar mucho más, pero las chicas tenemos otros recursos que no tienen ellos. Podemos ser más técnicas o más hábiles. Que una cosa la hagan los hombres no nos impide hacerla nosotras. Lo haremos de una manera diferente y podemos conseguirlo. Cada vez hay más niñas dentro de este deporte.
-Si compara el momento en que usted comenzó, ¿cómo ha crecido?
-Ha cambiado muchísimo. Hace 10 años que empecé, más o menos. Al principio, a nivel de instalaciones, no había prácticamente nada. No estaba el mundo de la competición muy desarrollado. Y también es verdad que cuando comencé había pocas niñas. Nosotras éramos dos en un grupo con ocho niños. El gran empujón lo han dado los Juegos Olímpicos, cuando muchas se ha empezado a interesar. Cada vez es un deporte más mediático, menos minoritario, y eso hace que mucha gente lo conozca. Nos beneficia a todos.