El ser humano duerme una media de 33 años de su vida. Ese dato real, primera frase de ‘Anna O’ (Salamandra Black), inspiró al británico Matthew Blake en este su debut en el ‘thriller’. “Dormir es algo universal que une a todos los habitantes del planeta y, sin embargo, sabemos muy poco de lo que pasa en nuestro cerebro mientras lo hacemos”, constata de visita a Barcelona. Tirando de ese hilo, redondeó la alambicada trama con su interés por el sonambulismo -su hermano lo sufría de niño- y su investigación de casos de gente que ha cometido asesinatos mientras dormía. Y ahí descubrió el síndrome de resignación, que sume a ciertas personas que han sufrido un trauma en un prolongado sueño profundo.
Anna Ogilvy, una de las protagonistas, joven emprendedora bautizada por la prensa como ‘La Bella durmiente’, lo tuvo tras supuestamente matar a sus dos socios y amigos a puñaladas. Desde aquel día lleva cuatro años dormida y el psicólogo Benedict Prince recibe el encargo de intentar despertarla antes de que prescriba el crimen. “El caso real más famoso fue el de unos niños refugiados a los que les negaron el asilo en Suecia. Es un síndrome que se produce ante la falta de esperanza o ante momentos duros u horribles, como las guerras. Cayeron en un sueño que para algunos duró 5 años. Su mente sigue funcionando, pero deben alimentarlos con tubos y ejercitar sus cuerpos”.
Blake plantea el dilema de si se puede exigir responsabilidad penal a quien mata estando sonámbulo. “Hay muchos casos y siempre dicen que son inocentes. Los expertos afirman que solo se podría demostrar que están dormidos con un electrodo en la cabeza mientras cometen el crimen. Es imposible, claro”. “Yo no me imagino en esa situación, pero debo decir que mientras escribía la novela mi sueño empeoró bastante porque me di cuenta de todo lo que te puede ocurrir mientras duermes. Tengo una pesadilla recurrente y habitual en mucha gente: sueño que me persiguen, no sé quién, no tiene cara. Solo sé que debo correr porque estoy en peligro”, se sincera.
Paciente cero del psicoanálisis de Freud
“Ahora que todo el mundo habla de salud mental, vemos que sabemos muy poco de cómo funciona el cerebro. El vínculo entre mente y cuerpo sigue siendo un misterio para médicos y científicos y a mí me encantan los misterios”, admite quien hace guiños a Sigmund Freud desde el mismo título de la novela. “Anna O fue el seudónimo de su caso más famoso, pasó a la historia como la paciente cero del psicoanálisis. Fue revolucionario cómo estableció vínculos entre mente y cuerpo, sobre cómo las preocupaciones de la mente pueden causar enfermedades físicas”.
De ‘A sangre fría’ a Capote
En ‘Anna O’, con los derechos vendidos a 40 países y de la que Netflix proyecta una serie, “todo el mundo es sospechoso o esconde un secreto; el lector no puede confiar en nadie”, avisa. Está en línea, admite, especialmente con ‘La paciente silenciosa’ de Alex Michaelides y otros ‘thrillers’ psicológicos como ‘Perdida’ de Gillian Flynn y ‘La mujer en la ventana’ de A. J. Finn. Usa referencias continuas al ‘true crime’ y a ‘A sangre fría’ de Truman Capote, pero también a mitos antiguos -“son como ‘thrillers’: tratan de la vida y la muerte, de asesinatos, de la mente humana y en ellos está muy presente el concepto del sueño profundo”-, en concreto el de Medea, “acusada de un delito terrible por el que la sociedad la juzga más severamente por ser mujer”, recalca.
Discursos en el Parlamento británico
Blake asegura que hay paralelismos entre escribir novelas de suspense y redactar discursos en el Parlamento británico, a lo que se dedicó durante una década. “Debes intentar captar la atención del público, que este se interese por lo que escribes. Y puedes nutrirte de la experiencia de trabajar en Westminster, de personajes de la política, como la madre de Anna O, a punto de lograr un importante cargo en el Gobierno. Conocí a gente muy curiosa, vi cómo reaccionan en situación de presión y entendí un poco la naturaleza humana. Y escuché muchas historias y secretos... Todo se acaba filtrando en el libro”.
Algunos de esos secretos, confiesa, “los intentan tapar instituciones como el Gobierno, la Iglesia o grandes empresas, pero cada vez es más complicado mantenerlos ocultos en la era de las redes sociales e internet. Un ejemplo fue el del NHS, la seguridad social del Reino Unido, que escondió y encubrió muertes de pacientes en operaciones que no salieron bien o a causa de infecciones en el hospital”. Al final, salió a la luz.