Si un palestino que abandonó el país hace 25 años regresara ahora, ¿qué cambios principales notaría en el paisaje?
No es necesario pasar 25 años fuera de Palestina para notar cambios en el paisaje. Los cambios se producen de un día para otro. La ocupación intenta romper tu intimidad con el paisaje constantemente. En el año 2000, al principio de la Segunda Intifada, arrancar árboles se convirtió en un método sistemático de la ocupación. No basta con matar personas, también hay que matar la naturaleza. Cuando voy a ver a mi familia desde Ramala o Jerusalén sigo la ruta de Nablus y Yenín. En la carretera hay tres almendros que amo porque me hacen sentir que me acerco a casa. De repente empecé a sufrir por esos tres almendros y a maldecirme por amarlos, porque temía su pérdida. Cada día hay un punto de control nuevo que te obliga a cambiar la ruta, y vías nuevas, hasta que te hacen sentir desorientado. Hacerte sentir un extraño en tu tierra forma parte del método de ocupación. Es cruel. Vengo de una familia granjera que cuida la naturaleza porque la naturaleza nos cuida.
Te convences de que no moverte es una forma de autoprotección. Pero esa inmovilidad es una forma de muerte
La carretera suele ser en las ficciones occidentales un símbolo de libertad. En ‘Un detall menor’ es una pesadilla de supercontrol.
La sensación de falta de libertad es con lo que te despiertas cada día, porque no solo careces de libertad fuera sino también dentro. Siempre había escrito sobre personajes que no se movían y con ‘Un detall menor’ quise romper con eso. La limitación de movimiento forma parte del método de desorientación del que hablaba y lo cierto es que funciona, porque aprendes a no moverte. Te convences de que no moverte es una forma de autoprotección. Pero esa inmovilidad es una forma de muerte. Quise transmitir cómo el movimiento se dirige contra ti, una relación con el movimiento muy diferente de la occidental. El movimiento también me permitió el encuentro del lenguaje con el entorno.
Tardó 12 años en escribir ‘Un detall menor’, y no debió de ser por la extensión (140 páginas). ¿Cuál fue la dificultad?
Principalmente, la estructura. La primera parte, narrada desde la perspectiva de un oficial israelí, tiene un planteamiento, un nudo y un desenlace. Es la claridad narrativa propia normalmente del poderoso. Pero, si pensamos en Palestina como un profesor de literatura, ¿cuál sería su enseñanza? Una narrativa fragmentada, rota, sin un planteamiento, un nudo y un desenlace claros. Combinar ambas en el todo de la novela y encontrar la fluidez de lenguaje en una y otra me costó mucho.
Palestina es un lugar donde tu identidad es continuamente marginada. No es celebrada, sino humillada y atacada
Las dos partes de la novela tienen en común que son muy detallistas.
Vuelvo a Palestina como una sensibilidad literaria. Es un lugar donde tu identidad es continuamente marginada. No es celebrada, sino humillada y atacada. De modo que solo existes en los detalles escondidos. 485 pueblos palestinos fueron destruidos en la Nakba o inmediatamente después. Para los que se quedaron, esos sitios solo existen en el muro en ruinas, el árbol o el cáctus que sobrevivieron a la destrucción. No en monumentos, nombres de calles o señales de carretera, que pertenecen a la ideología sionista. Estás entrenado para reconocerte en detalles muy, muy pequeños.
¿La deshumanización de los palestinos forma parte de la idea sionista, como da a entender la arenga del oficial israelí a la tropa en la primera parte de la novela?
Por supuesto. Promover la idea de una tierra sin gente para gente si una tierra es una máxima del sionismo. Es una máxima increíble, porque es una tierra con gente. Solo no ver a esa gente te puede permitir seguir adelante con esa idea, y deshumanizar a esa gente es una forma de no verla. Había muchos israelís antisionistas que se negaban a no ver a los palestinos, pero fueron silenciados y un montón de ellos se fueron de Palestina e Israel. Ahora hay pocos y se les considera algo peor que traidores. Aprendí de su coraje. Ir contra algo que te ha sido inculcado durante toda la vida, abrir los ojos, requiere mucha fuerza.
Sé que tengo lectores israelís porque se acercan a mí en los eventos en Europa y me cuentan que la novela les ha impactado
¿Tuvo ‘Un detall menor’ reseñas en los grandes medios de comunicación israelís?
Esos medios ni siquiera informan ahora de los asesinatos de palestinos, así que cómo iban a publicar una crítica de mi novela. Si no te consideran un ser humano, es imposible que te consideren un escritor. Pero sé que tengo lectores israelís porque se acercan a mí en los eventos en Europa y me cuentan que la novela les ha impactado. No fue celebrada en el ‘mainstream’ israelí, no, el mismo que celebra los ataques a universidades y el saqueo de bibliotecas palestinas. Al contrario.
El oficial israelí de la primera parte, bajo cuyo mando una joven beduina es violada (también por él) y asesinada (por él), está enfermo por la picadura de un animal innominado. ¿Es un atenuante o una metáfora de una enfermedad moral colectiva?
Voy a llevar la pregunta más allá: ¿nos autoriza estar enfermos a cometer un crimen? Ahí lo dejo.
Estuve en Palestina por última vez en julio de 2023, no he podido volver desde entonces, y ya flotaba en el aire el olor a muerte
El premio que iba a recibir en la pasada Feria del Libro de Fráncfort fue cancelado tras el ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre de 2023. Su respuesta fue un escrito en el que había esta imagen: una serpiente intenta comerse un erizo, el erizo saca las espinas y serpiente y erizo mueren. ¿Hacia allí van israelís y palestinos?
Estuve en Palestina por última vez en julio de 2023, no he podido volver desde entonces, y ya flotaba en el aire el olor a muerte. Con lo que pasa en Palestina siempre piensas que no puede empeorar, pero un día descubres que sí puede empeorar. El nivel de deshumanización y de dolor que vi entonces superaba todos los límites: te volvía loco. Cuando todo a tu alrededor te dice que eres un animal, te vuelves loco. Vi eso. Un nivel de esquizofrenia que no sé qué hospital mental está preparado para tratar. Creo que es importante preguntarse qué le pasa en la cabeza a la persona que te deshumaniza cada día. Había una nube de locura sobre ambos grupos, y un abismo entre ambos. Respondo: ese parece ser el futuro.
¿La capacidad humana de infligir sufrimiento y de soportarlo es infinita? No es una pregunta retórica.
Me lo pregunto cada día desde hace unos meses. Y, todavía más, me pregunto de manera obstinada: ¿qué tenemos que hacer cuando somos testigos de tanto sufrimiento? ¿Miramos? ¿Lloramos? ¿Giramos la cara? La respuesta me llegó de manera indirecta a través de un incidente ocurrido en un pueblo cercano a Ramala. Un adolescente regresaba con unos amigos de una barbacoa en la naturaleza. Militares israelís habían entrado en el pueblo poco antes. Los jóvenes huyeron y lanzaron piedras, los soldados dispararon. Pero él entró en el pueblo, vio a alguien en el suelo, corrió a ayudarlo y fue tiroteado.
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