El día, radiante y soleado, en que el Real Madridcelebró por las calles de la capital el título de LaLiga, hubo un momento, con la plantilla sobre el autobús descapotable, en que las cámaras oficiales del club se acercaron a Vinicius y Bellingham. “Estoy muy feliz, con el mejor jugador del mundo”, exclamó el inglés, encontrando enseguida la complicidad del brasileño: “El mejor es él”. Cuelga tú, tonto; no, cuelga tú. Un colegueo de dos tipos radiantes que ya solo pensaban en lo que vendrá este sábado, la final de la Champions contra el Borussia Dortmund.
En esta temporada descomunal del cuadro de Carlo Ancelotti, en la que solo contabiliza dos derrotas en los 54 partidos disputados hasta ahora, el equipo ha llevado a cabo una transición paulatina, de ser el Madrid de Bellingham a ser el Madrid de Vinicius. Hoy, en vísperas del partido más importante del año, “el mejor jugador del mundo” según su compañero, prepara el que puede ser su gran golpe al fútbol mundial.
Porque Vini no solo se juega la Champions, sino también apuntalar a los 23 años una candidatura ya bastante encarrilada a ser encumbrado Balón de Oro dentro de unos meses. Sus dos goles en la ida de semifinales contra el Bayern allanaron ya en buena medida ese objetivo. Tanto, al menos, como la eliminación de su futuro compañero Kylian Mbappé en esa misma ronda frente al Borussia Dortmund. Su mayor competidor fracasaba en su intento de irse del PSG por la puerta grande y, de paso, de aterrizar en el Bernabéu con una jerarquía incuestionable. Ahora, se la tendrá que ganar sobre el campo.
La mano izquierda de Ancelotti
Y no es esa una cuestión menor. Esta misma temporada, Ancelotti, un gestor de egos como ha habido pocos en el fútbol de élite, detectó una potencial crisis. Su alegría por la explosión goleadora de Bellingham en la primera vuelta mutó en preocupación al detectar ciertos comportamientos sobre el campo del inglés, con un punto de soberbia. Gestos o actitudes que cuestionaban los galones de Vinicius como referente ofensivo del equipo, por mucho que las dos lesiones que sufrió en la primera parte del curso minimizaran su impacto real en aquellos meses.
Ancelotti habló con el inglés, que aceptó el consejo y bajó el perfil, asumiendo que la jerarquía en un club como el Real Madrid no se gana en meses, sino en años. De ahí, volviendo al comienzo, ese mensaje que Bellingham mandó al mundo en la celebración de LaLiga, repetido el lunes en el Media Day de Valdebebas: “Para mí, Vinicius es el mejor del mundo. Crea magia de la nada. Tiene todo lo necesario para ser considerado el mejor”.
¿Pero es verdad que tiene todo lo necesario? Los datos refuerzan a quienes piensan que pude serlo. A falta del último partido del año, suma 23 goles y 11 asistencias en 38 partidos. Es decir, participa prácticamente en un gol en cada encuentro que disputa. Ningún futbolista por debajo de los 40 partidos jugadores presume de mejores cifras en las cinco grandes ligas. Y quienes lideran la lista, Harry Kane (44+12) y Kylian Mbappé (44+10) han fallado en el momento clave de la temporada: la semifinal de la Champions.
“Un premio muy bonito”
“Es un premio muy bonito porque trabajas todos los años de tu vida para ser uno de los mejores jugadores del mundo, jugar contra los mejores y jugar en este club, que es el mejor del mundo. Pero en cada partido, y más en una final como esta, tenemos que estar concentrados en hacer lo mejor en la final para el equipo y luego ya se verá”, decía el brasileño hace unos días sobre un Balón de Oro que tendría prácticamente en el bolsillo si consigue ser determinante en Wembley y el Madrid regresa a casa con el título.
Y Vinicius tiene experiencia en esas lides. Hace dos temporadas, suyo fue el gol que solventó la final contra el Liverpool, aquella en la que Courtois se disfrazó de superhéroe para frenar las infinitas ocasiones generadas por Salah, Mané y compañía. Entonces, el Real Madrid era el de Karim Benzema, quien ganó el Balón de Oro meses después. Ahora, ha llegado el momento Vinicius.