Bandera en mano, Mapi León recorría el césped. Sonaba “Freed from Desire”, de Gala, por los altavoces a todo volumen. “Querer más y más, la gente sólo quiere más y más”, clamaba la canción. Los cañones de confeti custodiaban el podio aún vacío a la espera de las flamantes campeonas de Europa. Los aficionados en las gradas se abrazaban y cantaban a pleno pulmón que lo que ha hecho su equipo ha marcado un antes y un después en el fútbol mundial. Si alguien podía hacerlo, era este Barça. Bilbao será eterno y ellas también.
Vicky López cruzaba los dedos sentada en el banquillo. Casi no quería ni mirar. Los minutos finales de partido eran asfixiantes con un Lyon que se resistía a dejar ir la corona. Pero el Barça nunca ha sido de los que pide permiso para tomar lo que es suyo. La colegiada pitó el final y las futbolistas y el staff culé arrancaron a correr. Se abrazaron, lloraron y dejaron ir todo el peso que llevan cinco años soportando. Lo acababan de hacer, derrocar a su máximo rival para firmar un póker histórico.
Alexia alzó el trofeo al cielo de Bilbao. La capitana firmó una noche perfecta, donde culminó una temporada que en muchos momentos se le ha hecho dura. Con la copa en la mano, solo podía mirarla y acariciarla, además de besarla cuando Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA, se la entregó. Eso sí, poco le duró entre las manos. Irene Paredes la recibió de la que es su amiga, su confidente, en un abrazo que destilaba ternura. Las dos han vivido los años más negros del fútbol, y ahora pueden celebrar juntas cuando todo reluce. Después vino la vuelta de honor, entre saltos y abrazos, hasta que Alexia se apoderó del bombo, ya un clásico, para poner a cantar a toda la grada.
Tras una pequeña celebración sobre el césped, las jugadoras se fueron al autobús para empezar la fiesta. Eso sí, tras desmantelar el estadio llevándose recuerdos que no sabían ni cómo iban a meter en el avión. Un escudo de dos metros, carteles y globos subieron también mientras la música ya resonaba dentro.
“El día de hoy es muy especial“, confesaba Aitana Bonmatí con la medalla de oro colgada en el cuello. Ella, culé desde pequeña, que ha vivido durante este último año una vorágine de sentimientos, no podía dejar de sonreír. “Seguro que es unos de los mejores días que he vivido como barcelonista. Cada día que hemos ganado un título es importante. Va más allá de todo esto lo que hemos conseguido. Hay muchísimos culés que se han desplazado a Bilbao. Puedes ganar partidos o perderlos, pero lo que estamos consiguiendo va mucho más allá. Doy gracias al club y a toda la afición que hoy se ha desplazado”, añadía la Balón de Oro, que encaró la final con su tanto.
El tiempo dirá cómo será recordado este Barça, porque sin duda ahora es imposible darle la dimensión que se merece. Ahora todo parece demasiado real, los guiones se siguen como si de una película se tratara, pero lo que han hecho estas jugadoras es real. Seguramente, las únicas que saben todo lo que han pasado en el vestuario son ellas mismas. Esos días en los que entrenar no apetece, que te hartas de no tener rivales directos en la Liga o que el cansancio tras meses y meses de competición hacen mella. También esos en que escuchas que has tocado techo, que no podrás lograrlo o que el Lyon siempre estará por encima, con sus ocho Champions, como dijo Endler antes de la final.
Pues este Barça ya tiene tres. Y en cinco años. Y, como repitió Aitana una y otra vez, esto va mucho más allá del fútbol. Los títulos se quedan en las vitrinas, pero un San Mamés lleno con un desplazamiento histórico quedará para siempre en aquellos que estaban en la Catedral. Las calles de Bilbao llenas, banderas y bufandas de la final agotándose en las paradas y familias enteras ocupando los bares mientras las más pequeñas cantan los nombres de sus ídolos. Ellas han cambiado la historia y no solo dentro del campo.