Publica este disco en Nuevos Medios, el sello creado por el ya desaparecido Mario Pacheco, impulsor del nuevo flamenco en los 80.
Hombre, ahí está toda la historia de la evolución del flamenco con Pata Negra, Ketama… María (Pacheco) ha heredado la honestidad, el cuidado y la sensibilidad. Esa forma amorosa de hacer las cosas. Esto es lo más importante para mí.
‘Tatuajes’ reúne las adaptaciones de doce canciones legendarias, como ‘Te recuerdo Amanda’, ‘Alfonsina y el mar’ o ‘La bien pagá’. Hay ‘chanson’, bossa nova, copla… ¿Ve en ellas algún hilo conductor?
Todas tienen una profundidad, un halo quizá melancólico, que tiñe todos mis proyectos. Yo, de toda la vida, me inclinado por una música doliente. Creo que hay dos tipos de personas, tanto de artistas como de público: la gente a la que le gusta conectar con su pozo, sus profundidades, y la que no está dispuesta a eso. Creo que a mi público le gusta eso. Es por lo que yo hago música. Hay gente que quiere la música para evadirse. La mía no me evade ni a mí ni a quien me escucha.
Son canciones del ámbito hispano y latino, e incluyen incursiones en el francés (Brel) y el portugués (Jobim y De Moraes). ¿Hay que estar muy familiarizado con una lengua para cantar en ella?
¡Yo no lo estoy nada, cero! (ríe) Procuro acercarme al máximo posible, pero no soy francesa, ni brasileña. Pero me lo he currado todo lo posible y hacerlo me parece una cosa tierna. Las traducciones de las canciones no me gustan. Prefiero conservar el idioma original.
¿Qué canción le marcó el camino a seguir en este álbum?
‘Gracias a la vida’ (Violeta Parra). El latido del corazón que representa la batería es la declaración de intenciones. Esta canción es un rezo. Todo el proyecto lo es, un ritual de agradecimiento a los autores y cantantes. Cuando canto esto percibo algo diferente; me siento parte del público. Me podría sentar en una de las butacas del público y cantar desde ahí. Este disco es fruto quizá de la madurez, porque yo hace años pensaba que no podría cantar ‘Ne me quitte pas’ porque no podría superarla, ni tan solo igualarla, pero luego he entendido que no hace falta. No he hecho esto para dejar mi impronta. No es que tú le hagas falta a la canción, sino que la canción te hace feliz a ti.
Se suele hablar de usted como una cantante de flamenco, pero la mayoría de sus discos son de canciones situadas fuera de los parámetros del género.
Soy eso también, pero de mis diez discos, solo dos son de flamenco. Yo hago música. He ido creando espectáculos de flamenco, pero no los he grabado. A veces me preguntan “¿por qué no grabas un disco de flamenco desde el año 2000?”, y es porque ha habido unas dificultades que no me lo han permitido. Se requieren unas condiciones, una razón de ser, además de la materia prima. Encontrar los compañeros ideales. Es como si quieres tener hijos, pero no deseas tenerlos sola. Grabaré un disco de flamenco cuando sea mi momento. Cuando tenga el dinero también (ríe). Porque no tengo el apoyo económico que me permita grabar lo que me dé la gana.
En otros tiempos no era así.
Antes de grabar me ponían un cheque en blanco delante. Hubo el ‘boom’ del flamenco catalán, pero yo les decía que grabar un disco no tenía que ver con cuántos ceros me ponían, que yo todavía estaba aprendiendo lo básico. Sabía que con 50 años cantaría mejor que con 25, y con 70, mejor que con 50, y partía de un respeto por lo que estaba haciendo.
¿Se canta siempre mejor con los años?
Totalmente. A lo mejor se pierde fuelle, capacidades vocales… También depende de cómo cuides y trabajes tu voz. Pero las facultades se pierden cuando no se utiliza bien el instrumento. Se gana en profundidad, en poso, que es lo que realmente importa.
¿Encuentra su sitio en las programaciones un recital como ‘Tatuajes’?
Sacar bolos cada vez cuesta más. Las programaciones están cada vez más dirigidas a lo que es comercial. El perfil de programador como era antes, que procuraba mostrar las cosas que tenían un valor artístico, hacía unas apuestas…, eso cada vez pasa menos. El programador ahora lo único que tiene que saber es quién está de moda. Hoy, el carnicero de la esquina puede programar un festival. Pero estoy teniendo un buen año con ‘Tatuajes’. Los suficientes bolos para no mecanizarlos. Ni muchos, ni pocos. Si salieran muchos seguidos, no los haría, porque significaría que tendría que guardarme energías, y yo no me guardo nada. La gente que viene a verme no tiene la culpa de que yo tenga otro concierto mañana. Yo canto cada día como si me fuera a morir después de cada concierto.
Presenta el disco en el Palau con su grupo y sin invitados especiales. No es su estilo.
Esas cosas son estrategias para meter más gente en los teatros, para sumar el público de esos artistas invitados. Pero, como para mí, compartir escenario es casi como compartir la cama, pues no concibo mucho eso de acostarme por interés.
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